twenty-four

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EL LIBRO DEL PRÍNCIPE MESTIZO DEBÍA ser escondido en un lugar donde nadie más pudiese encontrarlo, porque haber estado bajo el poder de Harry Potter, solo demostró que llevaría a cualquiera a un camino de desgracia. No es como si estuviera maldito, pero era el libro perfecto para caer en la tentación de dañar a otros sin siquiera saberlo. Harry se había obsesionado con ello, por lo que estaba pagando ahora las consecuencias. 

Lucas estaba molesto, además de preocupado por su amigo Slytherin que había sido dañado al intentar detener, de manera claramente fallida, el duelo entre Potter y Malfoy, terminando en un final completamente desagradable para cualquiera. El Gryffindor, junto a los mellizos Harkonnen, habían permanecido junto a Derek en la enfermería la noche luego de aquel duelo, evitando así, tener que encontrarse con Potter, aunque no pudo escapar por mucho tiempo. 

—Tienes que deshacerte de él—Fue lo primero que dijo Lucas Atreides al ver a Harry Potter en la sala común de Gryffindor, el día después, aún con ese libro del Príncipe Mestizo en sus manos.

—Lo sé. Pero, ¿Dónde?—murmuró el chico. En su rostro se notaba el cansancio, porque probablemente, no había dormido esa noche por la culpa de lo hecho, además por el castigo de Snape. 

—Solo sígueme, Potter.

El chico Atreides tomó la mano de Potter para luego salir de la sala común, sin hablar durante todo el camino hacia una gran pared del pasillo del séptimo piso, en donde se podía ver también el famoso tapiz de Barnabás el Chiflado. Pasaron frente al lugar tres veces, hasta que una puerta se materializó en la pared que antes se encontraba vacía. Lucas sonrió por solo un segundo, entrando finalmente a la Sala de Menesteres. La última vez que habían entrado allí, era un espacio amplio con estantes llenos de libros de hechizos y defensa contra las artes oscuras; pero ahora, se había convertido en un laberinto gigante, lleno de baratijas, muebles viejos, libros, escobas y demases: Era un lugar perfecto para deshacerse del libro sin que alguien pudiera encontrarlo en un largo tiempo. 

—Ahora, cierra los ojos—murmuró Lucas—, o te golpearé.

Se detuvieron en medio de todo ese laberinto, viendo que Potter cerrara los ojos antes de dejar aquel libro en al interior de un cajón que mantenía, en la superficie sobre este, una linda caja de vidrio con una diadema de piedras azules en ella. No prestó mayor atención a eso, volviendo a acercarse a Harry para tomarle de las manos y alejarle un poco de ese lugar, procurando que mantuviera sus ojos cerrados. Por la mente de Lucas se cruzaron demasiadas ideas que le hicieron sentirse mareado, pero no fue necesario demasiado tiempo cuando sus labios se unieron con los ajenos, en un suave beso cargado de emociones. 

 —Ahora sí puedes abrirlos. 

Potter acató a las palabras del australiano, abriendo sus ojos y fijando su mirada en el mismo chico, como si fuera lo único que pudiese mirar en ese momento.

—No intentes preguntarme dónde lo dejé, porque no te lo diré, y de paso, te golpearé. 

—No iba a preguntar sobre eso, Lucas—Harry entrelazó sus dedos con los del chico cuando vio sus intenciones de alejarse—. Aunque sólo quiero saber qué pasa por tu cabeza. 

—Hm, no es algo que debiese interesarte, Potter—Respondió Atreides—; Aunque puedo darte un pequeño Spoiler. 

Harry había esperado que Lucas le besara nuevamente, pero solo sintió un duro golpe en su brazo, quejándose algo anonadado por las acciones del contrario.

—Tal parece demasiado evidente que tu eres un idiota, y por más idiota que seas, aún me gustas—Declaró Lucas, pareciendo algo cansado—. Pero no creo poder soportar que te expongas a la muerte de la forma en la que siempre haces, o al peligro.

Finalmente, se soltó del agarre del Niño que Vivió y comenzó a caminar fuera de ese gran lugar, porque, de alguna forma, hablar con Harry, aunque hubiese sido el mínimo tiempo, le había ayudado a aligerar la carga que sentía luego de lo desastrosa que se había vuelto su vida. 

[...]

Días después de haberse desecho del libro del Príncipe Mestizo, Harry se encontró en la sala común de Gryffindor, junto a Ron y Hermione, mirando expectante la nota que había llegado de Hagrid.

—No estarás pensando en ir, ¿verdad, Harry? —dijo Hermione—.No vale la pena que nos castiguen por una cosa así. 

—Sí, ya lo sé —dijo él soltando un suspiro—. Supongo que Hagrid tendrá que enterrar a Aragog sin nosotros. 

—Eso es —coincidió Hermione con alivio—. Mira, esta tarde la clase de Pociones estará casi vacía porque muchos iremos al examen de aparición. ¡Es tu oportunidad para convencer a Slughorn! 

—Sí, a la cincuenta y siete va la vencida, ¿no? ¿Por qué iba a tener suerte esta vez? 

—¿Suerte? —dijo de pronto Ron—. ¡Ya lo tengo, Harry! ¡Suerte! ¡Utiliza tu poción de la suerte! 

—¿El Felix Felicis? —dudó Harry mientras miraba a sus amigos—.No sé... Pensaba guardármelo para... 

—¿Para qué? —preguntó Ron. —¿Qué hay más importante que ese recuerdo, Harry? ¿Lo quieres utilizar para que Lucas vuelva contigo?

Harry divagó dentro de su cabeza. No podía mentir que Ron había tenido razón al mencionar que había imaginado que, si usaba esa poción, de alguna u otra manera, tendría suerte para volver con Atreides, quien se había mantenido al margen desde lo ocurrido con Kynes y de la última vez que se besaron, quedando solamente en una rara amistad donde la mayoría del tiempo se evitaban. 

—No, claro que no. Soy perfectamente capaz de arreglar mi relación con Lucas sin necesitar una poción que me de suerte—Harry se levantó del sofá donde estaba—. Sí, es buena idea, iré por ella. 

Harry subió en rápidos pasos hacia la habitación de chicos, acercándose a su cama y se agachó junto a esta, sacando su baúl de debajo de la cama. Del fondo de este, extrajo la diminuta  botella de Felix Felicis que había escondido para evitar que alguien la robara, volviendo con sus amigos a la sala común. 

—Bueno, aquí voy—Fue lo último que dijo Harry antes de tomar un pequeño sorbo, dejando más de la mitad del contenido dentro. 

—¿Qué se siente? —susurró Hermione. 

Harry no contestó enseguida, porque no sabía explicar precisamente como se sentía. Era como si se hubiera ganado la lotería, con un sentimiento infinito de alegría y seguridad que le provocaban ganas de caminar dando saltitos contentos. 

—Estupendo —soltó, con una amplia sonrisa—. Francamente estupendo. Bueno, me voy a la cabaña de Hagrid. 

—Harry, es a Slughorn a quien debes ir a ver. ¿No te acuerdas?—replicó Hermione. 

—Nada de eso. Me voy a la cabaña de Hagrid, tengo una corazonada—Comenzó a caminar, deteniéndose por un segundo—. ¡Oh! Si ven a Lucas, díganle que también vaya a lo de Hagrid, necesito verlo. 

BAGS ━━ harry potterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora