Amelia.
Sábado 29 octubre.
Definitivamente no somos conscientes de todo lo que tenemos hasta que nos mudamos.
Siempre pensé que al vivir en la residencia tendría pocas cosas ya que el espacio es muy pequeño y lo tenía que compartir con una persona más. No fue así, y las veinte cajas de mudanza que acabamos de subir al departamento de Ryan lo confirman.
–Cinco cajas de libros. –suspiró al dejar la última caja en la estancia.
–Eran más, pero le dije a Julia que se los quedara.
Muy a mi pesar, la verdad.
–Oh gracias, no sé si mi espalda hubiera soportado más.
¿Por qué acabo de mudarme a su departamento?
Desde que inicié la universidad estuve en la residencia, era muy cara, pero mi trabajo en el bar y los dobles turnos me permitían pagarla. Lo que pasa es que surgió un pequeño problema, decidieron aumentar la cuota cuando estoy a de medio año de graduarme, una cuota que aun haciendo doble turno toda la semana no iba a poder pagar.
Notificaron de ese aumento dos semanas atrás pero no me enteré. A Julia, mi compañera de dormitorio, no le pareció información importante de compartir. Nuestra relación es de lo más extraña, ambas somos conscientes de que no nos agradamos y aun así compartimos el mismo grupo de amigos.
Y sobrevivieron bastantes años viviendo juntas.
Es ahí donde entra Ryan, cuando me dijeron que tenía que pagar o irme no dude en llamarlo para pedirle ayuda, media hora después, llegó a la residencia con varias cajas de mudanza y una camioneta que le pidió prestada a un amigo, ya que en su auto no cabrían ni la mitad de mis cosas.
–¿Estás seguro de que a tu amigo no le molestara que este aquí? –pregunté dudosa.
–Nunca está aquí.
–Pero también es suyo.
–Lleva un año viajando de aquí a allá y cuando viene nunca se queda, tal vez pase a saludar, pero nunca dura más de tres días en un solo lugar.
¿Quién puede vivir de esa forma?
Si, disfrutaba mucho viajar, aunque en los últimos años no lo había hecho mucho ya que mi situación económica y la universidad no ayudaban mucho, pero si lo hiciera, estaba segura de que necesaria tener un lugar a donde llegar y cargarme de estabilidad.
–¿Y entonces porque compraron el departamento juntos?
–No lo sé, fue un capricho que se me metió en la cabeza cuando entré en la universidad y él me apoyó.
Y yo que pensaba que comprar una caja de donas era un capricho costoso.
Que asco da ser pobre.
–Además, este departamento tiene tres habitaciones, una de ellas con baño propio, cocina con barra, un comedor que nadie usa, sala, incluso un estudio de fotografía. Es demasiado para dos personas tomando en cuenta que prácticamente vivo solo.
–¿Estudio de fotografía?
En el tiempo que llevaba de conocer a Ryan, muy pocas veces había entrado a su departamento y cuando lo hacía, solo vagaba de la cocina a la sala y su habitación. La verdad es que, pensándolo bien, ni siquiera conocía a su amigo.
–Es de Alexander, justamente es esa puerta. –Señaló la puerta a nuestro lado antes de abrir la que sería mi habitación.
Ryan tenía razón, en tres años y medio no nos habíamos cruzado, eran necesarias muchas casualidades para que justo cuando llegara a vivir ahí, él decidiera volver.
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En el momento correcto
Teen FictionCuando la universidad de Amelia aumentó su cuota, ella tuvo que mudarse al departamento de su mejor amigo. Todo pintaba a que sería una estancia tranquila, pero cuando Alexander vuelve a la ciudad para solucionar algunos problemas y piensa que el me...