Amelia
Dos meses después.
Sábado 15 de marzo.
Salí del consultorio de Jane, mi psicóloga. Hace un mes había empezado a ir con ella después de tener otra crisis cuando mi madre se contactó conmigo para contarme que se divorciaría de papá, pues una vez Bea decidió transferirse a un hospital en Inglaterra parecía que lo que quedaba de su matrimonio terminó por desmoronarse. Quiso retomar la comunicación, arreglar nuestra relación y actuar como si nada hubiera pasado, pero me negaba. Tenía miedo y aun le tenía mucho resentimiento. Bea fue quien me propuso el asistir a terapia, ella lo había hecho desde que se mudó y parecía estarle funcionando, así que decidí arriesgarme.
Las primeras consultas fueron difíciles, hablaba poco y explotaba fácilmente, pero Jane encontró la forma de que siempre regresara a consulta por mucho que hubiera odiado la pasada. Me ayudó a comprender que tener recaídas por no haber superado lo de hace años no está mal.
Me detuve al sentir un auto orillándose junto a mí.
–¿Te llevó? –preguntó Alex sonriendo a través de la ventana.
–No me gusta subirme a autos de desconocidos.
–Lástima que sea tu novio y no un desconocido.
Sonreí y me subí al auto. Nuestra relación iba bien dentro de lo que puedo mencionar, las primeras semanas que inicié terapia solíamos discutir demasiado, generalmente por culpa de todas las emociones que me sobrepasaban. Sorprendentemente, Alex me había soportado. Convivíamos la mayor parte del tiempo debido al trabajo –y a que vivíamos juntos–, la feria del libro se acercaba y nos exigía mayor esfuerzo, además de que su última exposición fue un éxito.
El artículo del New York Times salió unos días después y captó mayor público del que Alex pensaba, y fue por eso por lo que en una semana iniciaría una gira de exposiciones por la mayor parte de Europa. Ryan había culminado sus prácticas e inició a trabajar en uno de los mejores bufetes del país, y World's of ink era uno de sus principales clientes. Olivia no tardó en querer que Ryan representara legalmente a la editorial.
Hugo y Alice seguían igual, aceptamos que tal vez su relación era así, un extraño tira y afloja sin fecha de caducidad –o tal vez no, eso lo descubriríamos después–. Hugo abrió un segundo bar en el centro de la ciudad y era todo un éxito. Alice dejó de trabajar con Hugo y compró un inmenso local que convirtió en un estudio de tatuajes, al inicio tenía muy pocos clientes, pero después de que Alex subiera una foto de ella tatuando parte del abdomen de un chico, se volvió el estudio en tendencia.
–¿Sabes lo loco que estaba por descubrir en donde se encontraba una vez me enteré de que existía? –preguntó tocando el tatuaje en mi costado que el top dejaba al descubierto.
Sonreí, hacia mucho que había descubierto donde estaba el pequeño Coliseo tatuado en mi piel.
–Creo que me quedó muy claro aquella noche...
Estacionó el auto frente a la casa de sus padres y me besó lentamente. Había comenzado a remodelar la casa y darle el mantenimiento que llevaba años sin recibir –de momento la usábamos como punto de reunión–, a pesar de que en ocasiones aquello lo abrumaba, también lo había ayudado a superar la muerte de sus padres o al menos le dolía un poco menos. Bajamos del auto y el sacó del asiento trasero el pastel que había horneado la noche anterior, yo tomé los cupcakes y abrí la puerta de la casa.
Nos adentramos y me detuve en el pequeño mueble frente a la puerta principal, estaba repleto de fotografías de todos, en unas pocas salían Alice y Hugo –ese par se parecían repeler una cámara–. Sonreí al ver en el centro la foto que Alex me tomó afuera de las oficinas de la editorial.
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En el momento correcto
Novela JuvenilCuando la universidad de Amelia aumentó su cuota, ella tuvo que mudarse al departamento de su mejor amigo. Todo pintaba a que sería una estancia tranquila, pero cuando Alexander vuelve a la ciudad para solucionar algunos problemas y piensa que el me...