2. Fingir.

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Amelia.

–En mi vida había tatuado el trasero de alguien. –dijo Alice desde el otro lado del bar y no pude evitar reírme mientras recogía de las mesas varios botellines de cerveza.

Ella ya trabajaba aquí cuando yo comencé a hacerlo, además de trabajar en el bar, tenía un estudio de tatuajes y perforaciones. Si, mi primer tatuaje fue obra suya y aunque ya había pasado casi dos años de ello, me seguía reprochando el hecho de que era más un rayón que un tatuaje y estaba desaprovechando sus dotes artísticos.

–¿Y qué fue lo que le tatuaste? –le pregunte en cuanto llegue a la barra.

–Según el código de privacidad cliente-tatuadora, no te lo puedo decir.

–Eso ni siquiera existe. –dijo Hugo al pasar detrás de nosotras.

Hugo era el dueño del bar, a quien le calculo unos veintisiete años –digo calculo porque la primera vez que se lo pregunté casi me despide–, amargado y refunfuñón al que le gustaba aparentar que no nos toleraba, pero todos sabíamos que nos cuidaba y apreciaba.

–Bien, ya que Hugo se muere de emoción por saber...–se burló y a lo lejos escuche el bufido del antes mencionado– fue un alienígena siendo elevado por una nave espacial que era dirigida por un humano.

Estaba segura de que la persona que le pidió ese tatuaje no estaba en todas sus facultades.

–¿No es ilegal tatuar a personas en un estado de ebriedad tan alto?

–Necesito dinero y tengo dos opciones: robo un banco o tatuó personas ebrias, creo que de ambas opciones la que hago es la menos ilegal. –se encogió de hombros sonriendo.

–Seguro a veces están tan ebrios que ni siquiera recuerdan en donde fue que se tatuaron. –dijo Hugo a nuestro lado mientras doblaba los trapos con los que limpió las mesas –. Chicas, su turno terminó hace diez minutos.

–Vaya...diez minutos más tolerando nuestra presencia, Amelia deberíamos irnos ya antes de que explote el señor gruñón. –dijo y solté una carcajada mientras nos encaminábamos al cuarto de empleados.

En cuanto entramos Alice se quitó sin pudor alguno la playera que Hugo denominaba como uniforme solo porque en una esquina decía: "Hugo's bar", muy original. Se paseaba por la habitación en busca de su playera, dejando ver su torso color avellana adornado con varios tatuajes.

En cuanto dio con la playera que tenía el logo de alguna banda de la que no sabía nada, se la puso, acto seguido se quitó la pañoleta que llevaba sobre su cabeza y dejó libres los primeros mechones de cabello que apenas le llegaba a la mandíbula. Sacó de su mochila su característico labial color magenta oscuro – el mismo color que su cabello –, y lo aplicó en sus labios.

–Listo, puedes vestirte en esa privacidad tuya que tanto te gusta. –me miró por el espejo, sonrió y tomo sus cosas para salir de la habitación.

En cuanto cerró la puerta, desate mi coleta y pase mis dedos entre mi cabello con la intención de peinarlo un poco, me puse una sudadera para que no se viera la que usaba de uniforme y tomé mis cosas. En cuanto salí, caminé a la barra con la intención de despedirme de Hugo, pero en el momento que me encontré con la imagen de Hugo recargado sobre la barra muy...muy cerca de Alice, decidí retroceder un poco y quedarme detrás de un pilar.

Ambos estaban en algún juego de miradas tan intenso que no se percataron de mi presencia. Ella se acercó más, estoy segura de que, si hubiera puesto una regla entre sus labios, la separación entre ellos difícilmente hubiera medido más de un centímetro. Contuve la respiración, nunca fue un secreto el hecho de que existía algo entre ellos, los detalles sí, pero incluso Alice me lo había confirmado.

Hugo se acercó más –si es que eso era posible– y cuando sentía que por fin se iban a besar, él se alejó negando con la cabeza, Alice suspiró y le susurró algo que provocó que Hugo la mirara claramente arrepentido.

Decidí que es hora de salir de mi escondite y camine con pasos un poco más ruidosos de lo normal –con la intención de que ahora si notaran mi presencia–, me quede junto a Alice sonriendo y fingiendo que no había visto nada, la tomé del brazo cariñosamente–. ¿Nos vamos?

Asintió aun sonriendo, nos despedimos de Hugo, quien al igual que Alice se esforzaba por fingir que no había pasado nada, durante siguientes cinco minutos que nos tomó llegar a la parada del bus hice el esfuerzo de sacarle platica a Alice esperando que fuera lo que fuera que estuviera pensando, no la carcomiera.

Al llegar a la parada pensé que podría irme caminando al departamento–tan solo eran quince minutos–, pero Alice no me dejó hacerlo, prefiere que no corra ningún riesgo.

–¿Qué tal todo en el departamento? –me preguntó intentando ser amable.

–Es increíble. Han sido las dos semanas que mejor he dormido en años, Julia no me despierta en la madrugada y tengo todo un cuarto para mí. Además de que veo más seguido a Ryan, hay días en los que tan solo nos vemos por las mañanas, pero hemos creado una especie de acuerdo en el que los fines de semana hacemos algún plan juntos.

–Deberías pedir un cambio de turno, ahora que vives con Ryan no necesitas todos estos turnos en los que te arriesgas al estar sola tan noche.

–Alice eres mayor por cuatro años, no te comportes como mi mamá. Llevo tres años trabajando aquí y no me ha pasado nada malo.

–¿Y vas a esperar a que suceda? –me dijo molesta.

Mi autobús llegó en ese momento, era consciente de que en esos momentos lo que le molestaba no eran mis turnos en el bar, así que la envolví en un abrazo, como si con eso pudiera solucionar lo que sea que haya pasado con Hugo, y aunque estaba molesta me lo correspondió con la misma fuerza.

–Tranquila, no pasara nada. –le susurré.

–Espero que no.

Una vez que el autobús arrancó vi como atravesó la calle llegando a su amado, y cito sus palabras "estudio–departamento", lo llamaba así porque en la primera planta estaba su estudio y en la segunda su departamento.

***

Al llegar al edificio, me apresure a entrar en el departamento y sonreí al ver la lampará que Ryan dejaba encendida todas las noches, la apague y al pasar frente a su habitación escuché la televisión encendida, di dos toques en la puerta y esperé a que apagará la televisión para entrar en la habitación.

Esto se había vuelto parte de nuestra rutina, cualquiera diría que era de lo más tonto, pero para ambos era como una clase de código secreto con el que nos comunicábamos. Era una manera de decir "he vuelto y todo está bien".

Entré en mi habitación y lo primero que hice fue encender la computadora, abrí el buscador para entrar a la aplicación donde publicaba mis libros. En cuanto entré a mi perfil una infinidad de notificaciones nuevas me bombardearon, al parecer el último capítulo que había publicado tuvo una mejor respuesta de la que esperaba. Leí los comentarios, muchos de ellos celebran lo que la protagonista hizo, pero otros...querían asesinarla. Era increíble la cantidad de personas que lo habían leído a tan solo unas horas de haberlo publicado.

Varios comentarios me pedían publicar un nuevo capítulo pronto y dado a que varios comentarios me habían hecho reír, me aventuré a releer el capítulo con la intención de tener más fresca la información y comenzar a escribir de nuevo. 

***

Un poquito tarde, pero aquí está el capítulo.

Gracias por estar aquí:)

En el momento correctoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora