Alexander.
Jueves 1 de diciembre.
Llevaba dos semanas en Ámsterdam y lo detestaba.
El departamento en que llevaba años refugiándome de todos dejó de sentirse cómodo. Ahora resultaba frio y solo, llegaba del trabajo y no me recibían un par de risas ni una castaña en el sofá con un libro o el computador frente a ella. Pedía comida a domicilio como solía hacerlo con Ryan y Amelia, pero ya no estaba rodeado de risas, bromas y cariño. Tampoco había salidas tontas al supermercado, noche de películas, juegos con Ben, desayunos y reuniones con Olivia, de nuevo estaba solo.
Y detestaba que aquello doliera. Porque todo eso hace mucho había dejado de afectarme, no sabía la razón de tan repentino cambio.
Fácil. Empieza con A y termina con melia.
Corrijo. No quería aceptar la razón. Amelia me gustaba, joder era algo más que eso. Comencé a notarlo con el paso de los días, pero me negaba a aceptarlo, el problema fue que mi cerebro se tomó un descanso en aquella fiesta y lo había jodido todo.
Todo comenzó a arruinarse desde que tomé la estúpida decisión de quedarme más días. ¿La razón? Me había gustado volver a sentirme acompañado, y no ocultaría que mi nueva roomie me causaba curiosidad. Pero todo terminó de arruinarse cuando fui un impulsivo y la besé.
Un beso que me había dejado fuera de mí. Cada día que la veía me era imposible no imaginar cómo se sentirían sus labios, aquella noche lo había descubierto, y joder, un beso no era suficiente. Pero, así como subí a la nube, bajé.
–¿Amelia? –preguntó Juliette incrédula–. Teniendo a tantas chicas, eliges a la única con la que un polvo te traería grandes consecuencias.
–No es de tu incumbencia. –dije y comencé a caminar por donde Amelia se había ido minutos atrás.
–Lo es, Alexander. Porque te conozco y sé que no eres capaz de amarla como se merece.
Me detuve el tiempo suficiente para que ella se pusiera frente a mí de nuevo.
–Y eres consciente de ello. Porque alejas a todo aquel que trae consigo un poco de cariño y Amelia no será la excepción –sonrió y me palmeo el hombro–¸ solo le harás daño.
Las palabras de Juliette no se fueron de mi cabeza porque tenía razón, por eso mismo después de dar vueltas en la cama me levanté a hacer mis maletas y comprar el primer boleto de avión que encontré. Me tenía que ir de ahí. Volver a mi rutina, lejos de todo y todos, enfocarme de nuevo en lo importante que era mi trabajo con las librerías y mi próxima exposición. Pensé en irme sin avisar, pero no quería hacerle lo mismo a Ryan, por eso lo desperté pidiéndole que me llevara. Todo el camino me pidió una explicación, pero simplemente no podía dársela.
"Amigo, cometí el error de besar a tu mejor amiga sabiendo que soy incapaz de quererla".
¿Ven? No podía decirle eso sin recibir un par de golpes después.
–Cometí un error. Debo irme. –fue lo único que le dije.
–¿Qué sucedió? Dime, buscaremos una solución.
No respondí. Al llegar lo abracé y me negué a mirarlo porque sabía lo que encontraría en sus ojos, dolor, confusión y desesperación. Odiaba que la causa de todo ello fuera yo, tal vez no solo le haría daño a Amelia.
Quien no dejó de estar en mi cabeza durante todo el vuelo. En realidad, no había día en el que no pensara en ella. ¿Me detestaría? ¿Llamaría? ¿Qué represento ese beso para ella? Esperaba que lo viera como algo sin importancia que fue influenciado por aquellos chupitos de colores.
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En el momento correcto
Teen FictionCuando la universidad de Amelia aumentó su cuota, ella tuvo que mudarse al departamento de su mejor amigo. Todo pintaba a que sería una estancia tranquila, pero cuando Alexander vuelve a la ciudad para solucionar algunos problemas y piensa que el me...