Cuando era niña, quería ser doctora. Ayudar a los niños era mi prioridad, en esa edad claro está. Cuando los veía tristes, los invitaba a jugar a mi casa, mi madre solía prepararnos limonada con galletas y en nuestros rostros, se asomaban sonrisas. Era buena consolando a los niños: algunos no sabían cómo contarle a sus padres que habían roto algo, otros querían decirles que les había ido mal en un examen, los demás... simplemente tenían problemas y acudían a mí.
Jack siempre solía tener problemas con mis padres y yo odiaba eso, él se sentía mal porque no lo dejaban salir con sus amigos ó sino tenía cara "fea" cuando no lo dejaban jugar sus videojuegos. Era yo quien se instalaba en su habitación e intentaba que dejara de sentirse así, era mi hermanito, la persona que más quería/quiero en el universo, si él se sentía mal, yo estaba igual. Teníamos algo así como una conexión.
Cuando todo esto comenzó, abandoné mis ideales sobre la medicina, ya no podría estudiar lo que quería, ahora debía dedicarme a otra cosa más importante. La supervivencia; con el correr de los años, cinco para ser exactos, entendí que no podía concentrarme sólo en esto, tenía que seguir ayudando... al Refugio llegó Yavanna, una chica experta en infectología que me enseñó muchas cosas y aún no lo hace. También hay varios médicos aquí que tratan de enseñarme lo más que pueden y yo, gustosamente, los escucho.
-Isabella..., así me llamo -Comenté en un tono de voz bastante inaudible, una vez que ambos estábamos sentados en una silla dentro del lugar.
No lo escuché responder, tampoco sé si me escuchó hablar, Yavanna estaba inspeccionando su herida y a su vez, la estaba sanando, o eso intentaba, por lo que creí que estaba más atento a eso que a mis estúpidas palabras.
Por dentro algo se rompió, muchas personas solían ignorarme cuando estaban ocupados, pero él... ¿qué es lo que pasaba conmigo? Ese chico me estaba volviendo tan débil y sólo conocía su nombre, patética es mi segundo nombre.
Yavanna le hizo señas para que se quitase la camiseta, debía inspeccionar su torso y espalda, para ver si tenía alguna herida; esa situación me incomodó, por lo que tuve que desviar la vista hacia la entrada. Fijé mis exasperados ojos en los caminantes que amenazaban con atravesar las barreras y una sonrisa estúpida y patética se formó en mi rostro, ¿qué se sentiría estar muerto? Pero muerto de verdad, no revivir y andar por ahí amenazando a las personas con acabar con su vida.
-Lindo nombre -Volví a escuchar que me respondió, por lo que giré mi rostro para poder ver el suyo.
Estaba sonriendo diminutamente, como si estuviese peligroso sonreír, como si fuera un delito. Llegué a pensar que no quería que la mujer la viera, que me estaba sonriendo sólo a mí, a nadie más, también pensé que la sonrisa era sólo para él, quizás podía explicarse lo diminuta que era, aún así pude verla, pude notar como sus pómulos se alzaban ligeramente conforme sonreía.
Cuando desperté del trance, me di cuenta que el chico seguía sin camiseta y que Yavanna ya no estaba allí, había ido a buscar un par de cosas. Conclusión: estábamos solos una vez más.
Mis ojos volvieron a programar un viaje que yo no tenía pensado recorrer, pero que aún así, lo estaban haciendo. Recorrieron cada sector de su torso, dejándome en claro que el chico estaba en buena forma, luego llegaron hacia su rostro, una vez más, pero esta vez mis ojos no se fijaron en los propios, ahora estaba teniendo un panorama general del recién llegado.
Su cara en sí es... más o menos como la mía, pero cada facción de la misma, es diferente. Sus labios son medianos, pero con cierto espesor que le da un toque de superioridad cuando el labio superior se alza ligeramente, su nariz es respingona y un poco más pequeña que sus labios, es perfecta para él, sus ojos azules otra vez se encontraron con los míos durante segundos y luego los fijé en su cabello, lo tenía corto y era color café.
El chico era hermoso, era increíble que se hubiera cruzado en su camino... ¿acaso esto era una historia de amor o qué demonios?
Cuando me di cuenta que el muchacho había extendido un poco más su sonrisa al verme tan cerca de él, tosí un poco (mucho) para disimular mi nerviosismo y fui en busca de una silla, para acomodarme nuevamente frente a frente, pero con cierta distancia.
Un suspiro profundo escapó por mis labios y se mezcló con el aire, antes de que yo comenzara las preguntas.
- ¿Cuántos años tienes? ¿Origen? ¿Tienes familia? ¿Cómo nos encontraste? -Eran muchas y yo iba muy rápido, pero quería apurar las cosas, no vaya a ser que vuelva a perderme en su mirada.
- Veintiuno -maldición, muy grande para mí, todo esto era mentira, me estaba ideando algo que nunca pasaría-, soy Alemán, mis padres murieron y mi hermana creo que también; los oí, alguien de este lugar trasmite que están a salvo, tenía una radio y pude escucharlos, así que vine para aquí.
¿Quién carajos estaba trasmitiendo nuestra ubicación? Oh sí, le habíamos comentado esa idea a Anya, nuestra "líder" por decirlo de una forma y ella accedió, la radio (muy vieja, basándonos en el año que estamos; 2055) se encontraba en su pequeño despacho, por lo que ella era quien hacía las trasmisiones.
Alemán, yo detesto a los alemanes, pero no puedo odiarlo a él.
¿Acaso te estás escuchando Isabella Summers? Estás hablando así de alguien que conoces hace una hora. Cállate, conciencia no eres de mucha ayuda.
No tenía familia, estaba solo, algo como lo que le ocurrió a ella, pero no tan... así.
-Bien, aún están todos durmiendo, pero cuando se despierten anunciaré a Anya, nuestra líder, que te rescatamos; bienvenido a los Sobrevivientes, Mathias Fell -Mis labios se curvaron en una sonrisa al terminar de hablar y me puse de pie, para despedirme de él, aunque no quería hacerlo, tenía que continuar con mi guardia.
-Gracias, Isabella -Respondió él, inclinando ligeramente la cabeza, en forma de despedida.
Yavanna volvió a aparecer y yo me despedí de ambos, antes de dirigirme hacia la salida otra vez, para retomar mi guardia, Charles empezaría a regañarme si estaba tonteando con el nuevo por más tiempo y no quería que lo hiciera, porque luego vendrían las preguntas y no quería responder ninguna.
Volví a escalar la pequeña torre, mientras el sol estaba mostrándose cada vez más; los Sobrevivientes comenzarían a despertarse en cualquier momento y el Refugio, volvería a tener vida, como cada mañana.
Preguntarían quién era el nuevo, quién lo había salvado, cómo había llegado, si se quedaría...
Lo único que yo puedo decir de él, es que es el primer chico que conozco en mucho tiempo, que logró que mi corazón palpitara de esa forma, que hizo que mis ojos encontrasen el camino de regreso a casa. No lo conozco muy bien, lo sé, lo sé... sé que están pensando en eso, pero también piensen que encontrar un chico en una situación así no se ve todos los días.
Mathias, el alemán, logró que mi alma vuelva al cuerpo.
Logró que pueda afirmar que me enamoré.
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«Comenzar de nuevo».
Ciencia Ficción«Llegamos..., al fin. El lugar del que tanto estuvimos hablando; nuestro hogar.» "Es increíble cómo de un día a otro tu vida puede cambiar. Esta historia, relatada por Isabella Summers, nos adentra a un nuevo mundo donde la oscuridad atrapó a la luz...