Capitulo 4

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COMO todos los días, los prisioneros se dirigían a su trabajo con pesadumbre.

Cada día me levanto al amanecer, desayuno y voy a trabajar. Y cuando se pone el sol, tras cenar y bañarme, regreso a mi celda.

Para un tercero, esto parecería como una vida sin libertad, pero en los breves momentos de libertad en este horario firmemente determinado, todos tenían su propia obra.

En el caso de Penjira, era apostar. Y para Gigi, un juego de adivinar la patrulla diaria de Menou.

—Oh, sí. Otra victoria. —Las tablas del piso del pasillo empezaron a crujir. Gigi alzó las manos al aire y bramó—: ¡VAN DIEZ DÍAS SEGUIDOS!

—Gigi, tu percepción no podía ser más estúpida. Solo han pasado tres días desde que vi a Menou por la tarde. —Ganno dijo con su espalda enderezada, su concentración fijada en pintarse las uñas.

Por las tardes, Gigi vigila si Menou venía a patrullar las barracas de los presos, para mantener a todos en su sitio. Ganno y Penjira también estaban prestando una atención modesta al registro de patrulla de Menou. A diferencia de los guardias cuyas caras muestran cada cierto tiempo todos los días, Menou era menos consistente.

—Los animales son geniales, eso seguro. Tengo una amante cuyo hobby es cabalgar, así que podría contaros un montón. —Notando que Menou se acerca, la boca de Penjira empieza a caer simultáneamente en un fruncido. Incluso aunque a Gigi le gustaba jugar con Menou, odiaba con todo su ser su visión—. Gigi, juegas un montón con Menou. ¿No te asusta?

—Idiota, está bien. A menos que viole la reglas, Menou no me atacará.

Una enorme sombra cae sobre las linternas de la celda. Parecía como un guardia, pero la gran figura de Menou se acercó.

—Miren, vengan a ver esto. —Gigi agarró una de las ramas de árbol que Ganno usaba como pinceles, golpeando las barras de hierro, dejando que la hojas en su punta se agitaran ante Menou.

Los ojos de la bestia se fijaron en las hojas. Ojos amarillos balanceándose mientras la rama se movía.

—Venga. —Gigi murmuró amistosamente.

Menou se acercó lentamente a las barras. Tragó, mientras la punta de su nariz ligeramente rozaba las hojas. Era el típico comportamiento de un gato malcriado.

—Realmente se acercó… —Atónito y maravillado, Penjira suspiró.

—¿Huh? ¿Por qué?

—Este tipo siempre está alrededor de ese almendro. Honestamente, no creo que coma fruta, pero siempre lo olisquea de esta manera. Quizás ha tocado algo.

Penjira saltó, girando la mirada.

—¡¿Qué?! Estás loco. No hay manera de que eso pueda contenerlo… y me gustaría seguir teniendo mis brazos.

—Omar, ven a probarlo.

—Estaré en problemas como pierda mi brazo derecho.

—Yo tampoco voy a hacerlo.

Con un suspiro, Gigi mira a Ganno.

—Estoy seguro de que está bien...

Ganno dejó sus pinceles a un lado y se levantó de su asiento. Gentilmente extendiendo sus bronceados y delgados brazos a través de las barras, la punta de uno de sus dedos tocó la frente de Menou. Tras acariciar un rato su piel escamosa, los ojos de Menou se volvieron largos y redondeados.

—¡Oooh, increíble! —Penjira estaba atónito con los ojos muy abierto.

—¡Venga, Omar, ven a probarlo!

Omar Retsuden Donde viven las historias. Descúbrelo ahora