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Por la ruta, un personaje importante se paseaba en su coche con su mujer, pero de lo que no esperaron fue lo del ataque de la bandida. El cochero intentó defender a sus amos de la atacante, pero esta le lastimó el brazo derecho con su látigo y de repente le dio un puñetazo que lo dejó fuera de combate.

El hombre iba a desenvainar su espada para defender a su mujer y esta preparaba una pistola, pero la bandida lo desarmó fácilmente y lo empujó tirándolo al piso, mientras que la dama intento dispararle pero con un azote de la atacante soltó el arma.

Antes de irse, le ordenó a la dama que entregue su dinero y las joyas, cuando terminó de entregarlas montó a su caballo y desapareció.

No que Valeria no sabía era que al que acababa de atacar era un amigo personal del alcalde, su nombre era Florencio y cuando llego al despacho de Enrique, este noto del temblor y le dijo:

-Cuando veníamos para acá fuimos asaltados por una mujer, no pudimos verle todo el rostro, aunque aún no se me va el miedo.

-La bandida-Dijo Velázquez que estaba presente.

-Te comprendo amigo mío, pero no te preocupes, ahora si la forajida intenta ingresar al cuartel le tenderemos una trampa de la que no podrá huir-Pronunció Enrique.

Mientras los soldados pegaban los carteles de se busca, ahora a la bandida, don Diego se encontró con el sargento García y conversaron:

-Así que hay recompensa por la bandida.

-Sí, si logramos atraparla podremos cobrar la recompensa, además que yo sigo pensando en capturar al Zorro-Le dijo el sargento.

-Ya veo, dicen que es una mujer fatal.

-Si, al cabo Emilio le dio un terrible puñetazo, es como una bestia.

-Increíble, me encantaría conocerla, parece que es atractiva.

-Lo mismo opino don Diego, aunque no puedo seguir hablando ya que yo y el cabo Reyes tenemos que seguir trabajando, ya que no podemos ir a la taberna, como extraño el vino, así que hasta luego.

-Hasta luego sargento y cuídese.

Cuando ambos amigos tomaban sus propios caminos, el joven don Diego se dirigió a la taberna a tomar un trago y observó a unos rancheros y peones hablando de la bandida, algunos charlaban de su belleza, otros de su sagacidad, pero lo que solían hablar mal era de los militares como el comandante Velázquez, incluso el posadero lo calumniaba.

Ahí don Diego pensaba que si el despótico gobierno de Enrique y de los militares continuaba, todo el pueblo y algunos dones como su padre se levantarían en armas contra las autoridades, del cual pensó en ayudar a la forajida vistiendo del Zorro.

Al volver a la hacienda, su padre estaba con algunos vecinos charlando del mismo tema que los parroquianos de la posada, don Alejandro le invito a su hijo para que conversara con los demás, ya que el asunto era serio:

-Mientras el alcalde y sus esbirros se la pasan castigando a los pobres el descontento va a crecer, pero si el gobernador de Monterrey no se entera de lo que anda pasando, tendremos que demostrar algo de lo nuestro y así le haremos saber para que este abuso de poder pare.

-Claro Alejandro, además, hoy a la mañana el amigo del alcalde fue asaltado por la bandida, dicen que lo hizo temblar de miedo, debimos haberlo visto-Dijo uno.

-Aunque los mayores responsables con el comandante y aquellos dos oficiales que suelen hacer todo el trabajo sucio, ellos son el problema-Expuso otro.

-Miren caballeros, no puedo seguir en esta conversación, ya que a mí no me interesa del todo este tema por ser peligroso, si me necesitan estaré en mi alcoba leyendo-Dijo Diego.

El Zorro y la bandidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora