15 | Contradictorio.

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Maratón 1/3

Contradictorio. Así definiría mi vida. una desesperada contradicción entre dos polos apuestos: el bien y el mal; el poder y la inacción; la razón y el alma. A veces, el corazón tomaba decisiones que la razón odiaba. A veces, la razón dirigía la situación de un modo que al corazón le enfurecía. Todos los problemas venían de esa batalla donde ambos terminaban heridos de gravedad, pero nunca muertos. Siempre enfadados en una pelea constante por tomar el control.

Aquella vez había ganado el corazón. Sus victorias eran frecuentes en los últimos meses. No había fuerza de voluntad que plantara cara a los latidos acelerados y al miedo en las venas. Llegué a preguntarme si alguna vez había triunfado mi corazón tanto como ahora. Porque ganaba una y otra vez, sedienta de victoria por tantos años de sequía.

Pensé que, ahora que por fin había ganado terreno contra la lógica, se rebelaría hasta invadir el territorio por completo. Puede que estuviera cansada de quedarse en segundo puesto. De ver cómo el cuerpo se iba marchitando poco a poco. Falto de sentimientos. Ausente de vida.

Porque, aunque la razón no quisiera reconocerlo, me di cuenta de que mis pulmones estaban llenos. De aire, de emociones, de futuro. No lo sabía. Solo sabía que estaban llenos. Nunca había permitido a los sentimientos entrar lo bastante como para calarse bajo la piel y aferrarse a cada músculo

Pero no quería pensarlo. No quería pensar en nada de todo aquello. Porque pensar era dar voz a la razón. Y la razón estaba bien escondida donde estaba. Donde no atormentaba con silogismos, donde la fantasía no tenía cabida, donde había que volver al mundo, porque era lo que debía ser.

No. Me negaba a todo aquello. A no querer ver a Amber como un ángel paseando por el infierno que era mi vida. Quería seguir disfrutando de ella. De cómo convertía el fuego en un calor agradable, de esos que te acarician el alma y te besan las mejillas. De cómo sus labios se movían más rápido de lo que pensaba y, aun así, conseguía hacerse entender. De cómo muchas veces yo mismo olvidaba de lo que hablaba porque el anhelo me taponaba los oídos.

También estaba la cara opuesta de la moneda. Esa en la que la tristeza envolvía sus ojos como tormentas, amenazando con no formar el arcoíris. También quería esa parte de Amber. La parte en la que sostenía su mano y no le decía que todo estaría bien, sino que estaría a su lado en cada paso del camino. Encontraría la manera de que viera un rayo de luz entre toda aquella oscuridad. De que sonriera a través de las lágrimas.

Esa era la parte de ella a la que tenía que enfrentarme ahora.

Allí, en mitad del pasillo, con Amber delante de mí, sentí que me desarmaba por dentro. Amber me miró como quien mira una lluvia de estrellas por primera vez. Primero escéptica, como si no creyera que ante sus ojos miles de estrellas estallaban. Después, su mirada se iluminó, no solo por el brillo de esas estrellas, sino por la luz de la ilusión. Los ojos de Amber eran pura belleza. Todo en ella lo era.

Un suspiro escapó de sus labios, brillantes y carnosos.

—Garret...

Fue la manera en que lo dijo, con el corazón en la garganta y sus mejillas arreboladas, lo que me hizo acercarme. Había reparado en la presencia de Lynnette, pero solo cuando vi a Amber desestabilizarse tan agotada como para sostenerse a sí misma, agarré uno de los brazos de Lynnette para apoyarla contra mí..

—Déjame ayudarte —pedí en un susurro. Mi voz sonó ronca y supe que solo había una razón para que estuviera así.

Amber no dijo nada, pero sus gestos hablaron por ella. Con una mirada que escondía promesas por cumplir y sueños por recrear, abrió la puerta de su apartamento. Estaba vacío, completamente a oscuras. Su piso de estudiantes era igual que el mío y por eso no me costó llevarla a una de las habitaciones que ella me indicó, aunque solo estuviéramos iluminados por una luz tenue.

Con la mentira por delante (#I.P.2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora