Garret Graham tiene un misión: sacar a su hermano del nauseabundo antro en el que Clay Clayton le ha metido. Para ello, tendrá que convencer a su hijo, Chad Clayton, para que lo ayude. Sin embargo, un pasado tormentoso y una fuerte discusión los man...
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En mi cabeza seguía rondando aquel encontronazo con Jayden. Se había recortado el cabello y se lo peinaba de manera que no parecía un casco, como antes se empeñaba en dejarlo. Su cuerpo seguía manteniendo esa envergadura flácida y menuda. No había visto cómo interactuaba con otra gente, pero podía apostarme el cuello a que seguía siendo el chico destartalado e impulsivo que me había acompañado durante casi toda mi vida en el instituto.
Se llevaría bien con la pelirroja, pensé de inmediato.
Negué con la cabeza, quitándome esa imagen de mi mente. No podía distraerme. Me había matriculado en aquel curso por una importante razón y no contaba con el tiempo necesario para pasar el rato con chicas que carecían de instinto de supervivencia.
Todas las aulas por las que pasaba contaban con material de fotografía y grabación, en la mayoría de las mesas había cámaras y trípodes. Me percaté de que estaba a punto de llegar a mi clase, si aquella secuencia de números que había memorizado no me engañaba.
Sabía que Chad no asistía a esa clase, pero sí Jayden. Me gustaría decir que mi encuentro con él había sido buscado. Pero no era cierto. En mis mejores fantasías, yo entraba en clase y Jayden clavaba su mirada en mí. Su mirada denotaría sorpresa y culpa y a mí me recorrería una oleada de orgullo.
En cierta manera, había sido testigo de ese cúmulo de emociones. Pero estaba seguro de que yo había sentido lo mismo, y él lo había notado. Me molestó que él percibiera que su mera presencia me dolía y enrabietaba a partes iguales.
Me detuve frente a la puerta de mi primera clase. Estaba cerrada así que apoyé la espalda en la pared y me quedé mirando la gente que pasaba en busca de mi futuro profesor. No lo conocía, pero, por las pintas de aquella universidad tan refinada, sería como encontrar un famoso en Hollywood.
Mis ojos se desviaron casi por instinto a un cuerpo menudo y efusivo que brincaba con la ilusión de un niño en Nochebuena. Una melena pelirroja acaparó toda mi atención. Le acompañaba una chica delgada y morena con unos ojos tan grandes como los de un búho.
Pero solo podía verla a ella, a la pelirroja que se adueñaba de todos mis sentidos. Cada vez que la veía, una curiosidad imperiosa hacía cosquillear mis dedos sin una razón lógica. Cada vez que sonreía, era capaz de conseguir la ovación de todo un teatro, emocionado por la belleza que su simple sonrisa poseía. Tenía un brillo que encandilaba, una efusividad que atraía.
Aquella vez había decidido vestirse con un conjunto muy normal, teniendo en cuenta la extravagancia de ayer en la biblioteca. Se había colocado una camiseta blanca que dejaba al descubierto la piel pálida de su abdomen junto con unos pantalones vaqueros. También se había colocado unas zapatillas de suela pronunciada que parecía haberlas sacado de alguna tienda de segunda mano de lo desgastadas que estaban. Me imaginé cómo de bajita sería en comparación a mí. Cuando estaba subida a aquella silla en la biblioteca apenas me sacaba dos o tres cabezas.
