Epílogo

305 17 8
                                    

Epílogo | Una gaviotómana, una propuesta y un sueño cumplido.

Amber

Dos años después...

—Estoy nerviosa —confesé de camino a una cafetería.

Garret me miró de reojo esbozando una sonrisa. Era tan tierno que mis pulsaciones se dispararon.

—¿Por qué?

—Voy a conocer a tu hermano —dije, obvia. Me pellizqué los padrastros de los dedos. No me di cuenta de que lo estaba haciendo hasta que él alcanzó mi mano para entrelazar nuestros dedos.

—Ya lo conoces.

—Pero es la primera vez que quedamos después de... —El silencio se llevó mis palabras. Hacía más de dos años que sucedió. Detuvieron al padre de Chad, también a él. Ben quedó libre después de todo. Aun así, seguía siendo un tema tabú hablar de ello.

Aquel día fue un duro golpe porque ese día Chad no solo perdió un padre, sino también un hermano.

Ni Chad ni Garret volvieron a hablar. Supongo que todavía estaban haciéndose a la idea de lo que suponía compartir sangre. Yo no mencioné nada y tampoco trataría de ser la intermediaria de un tema que no me incumbía. Había aprendido de mis errores y no estaba bajo mi jurisdicción solucionar los problemas ajenos.

Garret se llevó nuestras manos a su boca y dejó un beso sobre mis nudillos.

—Le caerás bien —aseguró. Quise empaparme de esa convicción pues en mi interior sentía que no lo lograría.

Me quedé callada, anestesiada por las caricias de Garret en el dorso de mi mano. Todavía me parecía surrealista que volviéramos a estar juntos.

—¿Y si piensa que soy tonta?

Frunció el ceño, como si la mera idea fuera inconcebible.

—¿Por qué va a pensar que eres tonta?

Hice un aspaviento con la mano que no tenía sujeta a él.

—No lo sé. Muchas veces digo cosas ridículas como lo que opinan las gaviotas sobre los aviones...

—Y eliges películas horribles... —continuó él con una sonrisa. Yo estaba paranoica.

—Y creo que las gaviotas pensarían que somos imbéciles...

—En realidad, creo que tienes una obsesión por las gaviotas.

—¡Tengo una obsesión por las gaviotas, Garret! —me asusté—. ¿Qué clase de persona querría que su hermano saliera con una gaviotómana?

—¿Gaviotómana? —repitió, al borde de un ataque de risa.

—¡Esto es serio!

Garret aparcó. Ni siquiera me di cuenta de que habíamos llegado a la cafetería donde Ben nos citó.

—Ey, cariño, mírame —susurró con una voz tan calmada y llena de ternura que me hizo estremecer. Atrapó mi barbilla entre sus manos y me obligó a mirarlo—. Todo va a salir bien. Te va a amar.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque yo lo hago.

Y era una frase tan cursi, tan cliché, pero en sus labios sonó como si fuera única. Su boca se fundió con la mía en un beso tan tierno que me derritió por dentro. Con sus caricias me decía cuánto me amaba, cuán implicado estaba en enmendar los errores del pasado.

A veces incluso se me olvidaba todo lo que había sucedido, la manera en la que nuestra historia transcurrió. Olvidaba porque el presente era mucho más hermoso que cualquier pasado que hubiéramos tenido y eso era lo único que me importaba.

Con la mentira por delante (#I.P.2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora