VII

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Los miro fijamente, sin pestañear, y trato de entender la situación.

Estoy viendo a Lisa, con Todder. Y se están besando. Nada tiene sentido. Alguien choca contra mí, haciendo que el vaso que tenía en mis manos cayera al piso. El sonido del cristal rompiéndose llama la atención de todos, incluso la de Lisa. La miro y ella me mira.

―Scott... ―la alcanzo a escuchar a manera de un susurro.

Ella suelta a Todd y se acerca caminando hacia mí.

―Scott... esto...

―Ya veo.

―No es lo que piensas ―se acerca a abrazarme.

―¿Entonces qué debo pensar? ―doy unos pasos hacia atrás, rechazando su abrazo―. Ahora veo por qué dijiste que solo sigamos como amigos.

―Scotty....

Doy media vuelta y me comienzo a buscar a Steven, hasta que Lisa me detiene.

―Feliz cumpleaños ―me dice desde donde rechacé su abrazo.

―Gracias ―respondo sin mirar y prosigo en la búsqueda de mi amigo.

Honestamente me duele demasiado hacerle ésto a Lisa, pero no tenía de otra, ella me rechazó para volver con el chico que causó que me internaran, que casi me mata en pocas palabras. No lo entiendo, ¿por qué?, simplemente ¿por qué?.

Encuentro a Steve, estaba hablando con una chica muy guapa, rubia, ojos azules. Siento interrumpirlo pero tengo qué.

―Steven ―pongo mi mano en su hombro y lo volteo―. Vayámonos.

―¿Por qué? ―dice sorprendido―. ¿No ves que estoy en algo importante?

―Lisa y Todder se estaban besando ―lo corto―. Quiero irme.

―Lo siento, guapa ―le dice a la chica―. Hablamos otro día. Te llamaré

Salimos del Sunset, Steve y yo entramos al auto y conduzco de camino a casa de Steve, para dejarlo.

―¿Qué pasó? ―pregunta él.

―Solo estaba andando por ahí ―le digo―. Y los vi, en la barra de las bebidas.

―¿Seguro se estaban besando? ¿No le estaba sacando alguna basura del ojo?

―NO MIERDA, NO ―grito―. ¡SE ESTABAN BESANDO!

Entonces me detengo en una luz roja y coloco mi cabeza sobre el volante. Una lágrima comienza a rodar por mi mejilla.

―Scott.. ―la luz se pone en verde.

―Olvídalo ―arranco el auto.

Conduzco unas cuantas cuadras hasta llegar a la casa de Steven. Él abre la puerta y se baja.

―Lo siento ―dice y cierra la puerta.

Steven entra a su casa y yo salgo de su barrio. Miro al reloj, son las 12 de la noche, aún tengo algo de tiempo. Me desvío del camino a casa y me dirijo a la plaza central de la ciudad.

Solía venir aquí hace un par de años. Éste siempre fue mi lugar para pensar o recuperarme cuando me sentía triste. Grandes postes de luz iluminan el lugar con un hermoso resplandor amarillento. Luces de neón adornan las plantas, y los parlantes reproducen canciones lentas y relajantes 24 horas al día.

Estaciono el auto y me dirijo a sentarme en una silla horizontal para tres personas. Pero solo.

Apoyo los codos en mis muslos, entrelazando mis dedos y apoyando mi frente en ellos. Lágrimas comienzan a brotar de mis ojos y a rodar por mis mejillas. Es un dolor que no se compara a ningún otro. La paliza de Todder dolió menos que ésto. Es un dolor en el pecho, en el corazón, que ni la música relajadora puede calmarme.

Mi cumpleaños acabó, comenzó no tan bien, Steve lo alegró, y Lisa lo arruinó. No puedo sentirme completamente molesto con ella, porque no puedo, nunca lo estuve. Existe algo en mí que no me permite hacerlo, supongo que por los diversos momentos que pasamos juntos y las cosas que ha hecho ella por mí. Pero con lo que pasó, ¿qué debo pensar?, ¿qué debo hacer?. Lloro a gran cantidad, hasta que alcanzo a percibir un aroma. Es un perfume. Es su perfume.

Levanto la cabeza y seco mis lágrimas, me siento de manera erguida y suelto un suspiro.

―¿Cómo me encontraste?

―Sabía que vendrías aquí.

Hacemos una pausa muy larga y fría por unos minutos, luego hablo.

―Por qué ―digo sin regresar a mirarla.

―No lo sé ―responde Lisa―. Solo.. sucedió.

―¿Volvieron?

―Sí ―su voz se vuelve más fuerte, acercándose―. Pero Scott, yo...

―No ―se coloca frente a mí y seca mis lágrimas.

Lisa me mira fijamente y yo miro a sus hermosos ojos. En mis mejillas aún hay rastros de lágrimas, que luego son secadas por ella.

―Lo siento ―dice Lisa.

―No, en serio. Está bien. Tú puedes salir con quien quieras.

―No me refiero a eso ―me corta―. Por no desearte feliz cumpleaños, por no haber estado contigo.

―Oh, olvídalo.

―Claro que no ―me toma de la mano y me lleva al centro de la plaza.

Lisa rodea mi cuello con sus brazos y comienza a moverse de un lado a otro.

―Lisa, no creo que...

―Vamos, al menos déjame bailar contigo.

Rodeo su cintura con mis brazos y ella apoya su cabeza en mi hombro. Damos giros y nos movemos de un lado a otro.

Siempre me encantó verla bailar.


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