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Esto solamente es un sueño, grande y feo. Me tiré al suelo para poder despertar de una vez de esta terrible pesadilla, me golpeé y lancé un grito de dolor, me convencí de que no estaba soñando. Miré hacia arriba y vi a mi jefe que me estaba mirando con una ceja levantada sin expresión alguna, mientras el hombre con su equipaje dejaba todo en un centro de la sala, de mi sala.

—¿Has terminado ya? —preguntó, viéndose girar los ojos. Me mordí el labio avergonzado por la situación y me levanté limpiando mi pantalón.

—Lo siento... sólo estoy un poco sorprendido. 

—Así estaba yo cuando llegué a mi hogar y estaba todo horriblemente carbonizado. —Soltó con cinismo. Yo rodé los ojos, ah, pero que dramático está siendo.

—Y una vez más lo siento por eso. Pero, ¿es realmente una buena idea que te quedes aquí... conmigo? —dije, olvidándome de hablarle por usted. ¡Quedarse con su condenado secretario! 
Cruzó los brazos sobre su pecho y luego me di cuenta que no portaba un traje. Una camisa a cuadros sencilla y un par de jeans oscuros que le daba un aspecto simple y, me atrevo a decir, no como un imbécil. Su figura se marcaba a base de esa ropa, mis ojos son tan necios que no puede dejar de ver detenidamente todo su cuerpo, ahg, basta.

—Ya he explicado que ésta es la solución libre a mi problema. A menos que estés dispuesto a darme el pago inmediato de los daños a mi hogar.

—¿Cuánto es? 

—18 millones de wons, sin incluir los muebles. —¡bueno, entonces eso lo cambia todo ¿no?! 

—¡Bienvenido a casa, jefe!– Dije mostrando mi mejor sonrisa.

Bien, me rindo.
Jeno sostuvo mi mirada nerviosa, supongo que él cedió ante mi "bienvenida" ya que rodó los ojos en señal de fastidio: 
—¿Dónde está tu habitación? —preguntó, mirando a su alrededor, aún con ese ceño fruncido, pronto se le harán arrugas si sigue haciendo esa mueca.
  Incliné mi cabeza hacia un lado y señalé la puerta a su izquierda.

—Es la única habitación en el departamento. Pensé que tal vez tú...

—Bien entonces. Voy a esperar aquí hasta que la limpies y guardes tus cosas personales. —¿qué dijo?
¡Es mi maldito apartamento! ¡El lugar en sí me pertenece!

—P-pero, yo... —me detuve cuando el flash de 18 millones de wons pasó por mi cabeza.

—¿Sucede algo, Jaemin? —su voz me sacó de mis pensamientos. Ahora se encontraba sentado en mi sofá, con una pierna cruzada sobre la otra. Si las cosas no estuvieran sucediendo de esta forma, entonces lo habría encontrado increíblemente sexy.

—No. Ya regreso. —corrí hacia mi habitación y cerré la puerta. Mirando a mi alrededor, se me ocurrió que un poco de orden ayudaría. Volví mi atención a mi cama que era una maraña de sábanas y mantas. Rascándome la cabeza, de mala gana comencé a enderezar las cosas y cambiar las sábanas y fundas. Cuando me di cuenta que me faltaba una almohada, me volví y encontré a Sam descansando en la parte superior de una de las almohadas que había en el suelo.

—Vamos, dámela. —le dije. Me miró por un momento antes de levantar la cabeza para que pudiera recuperar la almohada. La amoldé y cambié la funda.
Una vez que la cama estaba decente, caminé por el pasillo y tiré la ropa sucia en la lavadora y añadí jabón. Caminé de vuelta y lo vi todavía sentado allí, ahora jugando con su teléfono. Solté un bufido y rodé los ojos.

Mocoso tacaño. Quedándose con su empleado (obviamente, pobre) sólo porque no quiere gastar dinero en un hotel. Entonces me recordé que yo había destruido su casa de 18 millones de wons, (sin incluir el amueblado) y que era justo que se quedara conmigo.
—¡Pero no es justo!

—¿Perdón? —habló Jeno, dirigiendo su mirada a mí, totalmente confundido. Vaya, lo dije en voz alta.

—Nada. Um... ¿puedo traerte algo de beber? —bueno, no más pensamientos en voz alta para mí.

—Una botella de agua estaría bien. Oh, y sería de gran ayuda su llevas mi equipaje a tu habitación. Me gustaría desempacar un poco antes de ir a correr. —dijo con tal tranquilidad. Me mordí la lengua y fui a la cocina a buscar una botella de agua. Se la entregué a regañadientes y luego me acerqué a su equipaje. Traté de tomar el primer bolso y casi caigo al suelo. ¿Qué demonios llevaba? ¿Ladrillos?

Con todas mis fuerzas, arrastré el bolso hasta mi habitación que tristemente se convertiría en su habitación por Dios sabe cuánto tiempo.

Me senté a los pies de la cama y estaba a punto de salir de la habitación hasta que mis ojos vieron el espejo. Horrorizado, miré mi reflejo: cabello despeinado, ojos hinchados por el recién sueño, mi camisa colgando de un hombro y mis boxers... ¡mis boxers! Oh Dios, mi jefe me vio en ropa interior... ¡y no dijo nada! Podría haberme desmayado allí mismo. Lo que me impidió hacerlo fue su potente voz preguntando: —"¿Ya terminaste?" ¡No lo soporto!

Vestido con más ropa de la que prefería usar un domingo en casa, me acosté en el sofá mirando la televisión con poco interés

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Vestido con más ropa de la que prefería usar un domingo en casa, me acosté en el sofá mirando la televisión con poco interés. El Sr. Demonio saludable había salido a trotar hace media hora. Suspiré y tiré mi pierna sobre el borde del sofá.

—Trabajo como un esclavo y ahora ni siquiera puedo tener paz en mi casa. Querido Buda, ¿qué error cometí?

—¿Siempre haces eso? —asustado, casi me caí del sofá. Miré hacia arriba y vi la causa de mi desdicha parado en el umbral. Me aclaré la garganta y bajé la mirada.

—No, no todo el tiempo. ¿No te hablas a ti mismo alguna vez? —pregunté con desdicha, Jeno se sacó los audífonos de las orejas y se los guardo en el bolsillo, éste encontrándose con la respiración agitada y una frente sudada.

—No. Voy a tomar una ducha. —dijo, restándole importancia a mi intento de plática, como siempre.
Gracias por el aviso. Suspiré nuevamente y me entregué al sofá, enterrando mi cara en uno de los cojines. Debo familiarizarme con mi nueva cama.
Estaba a punto de inducir una siesta hasta que oí un fuerte ladrido seguido de un "¿Qué diablos?"

—Oh, sí, debería haberle dicho que tenía un perro. —susurré, ocultando una sonrisa. Me levanté del sofá y me dirigí a abrir la puerta del dormitorio. Hubo dos cosas esperándome que no esperaba ver: la primera fue a mi jefe de pie en medio de mi cama agarrando su ropa interior, y la segunda fue mi perro sentado cómodamente en la parte superior de una de las maletas.

—Esa cosa estaba sobre mi equipaje. —espetó Jeno, mirándome con los ojos casi asustados.  Ah, buen Sam. Acerqué mi mano a Sam y le hice señas para que viniera a mí. Sorprendentemente, vino de inmediato y se sentó a mis pies.

—Lo siento, no te lo dije. Este es mi perro Sam. Sam, él es mi jefe, el Sr. Jeno. —presenté con una ligera sonrisa en mi rostro, me agaché y levanté la patita de Sam, como si estuviera saludando; sin embargo, al Sr. Demonio no le hizo gracia. 

—Adorable —dijo con amargura—. Ahora bien, si no te importa me gustaría tratar de escoger mi ropa sin ser bombardeado por esa cosa. —es un perro, genio. Me encogí de hombros y dejé que Sam saliera de la habitación. 

Hm, bueno, al menos debo tratar de divertirme un poco para mantener la cordura.

Devil BossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora