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Mi cocina era una zona de guerra silenciosa. Claro que podría haber elegido comer en el salón o en el cuarto de baño encima de la taza del retrete; pero seamos sinceros, soy tonto y probablemente habría terminado con la cena por todo el suelo. Así que en vez de eso, estoy sentado en la mesa con mi jefe, que acabo de ver hace una hora en el trabajo, mientras como mi ramen y él tiene pollo frito. 

Terminando primero, se levantó y tomó su plato antes de salir. Suspiré e hice lo mismos con mi plato y tomé una cerveza antes de entrar en la sala de estar. Sam ya estaba acostado a sus pies mientras cambiaba los canales del televisor. Me senté en la otra silla esperando a que Sam viniera a mí, pero por supuesto no lo hizo. ¡Traidor!

—Um... ¿quieres una cerveza? —le pregunté a Jeno. 

—No bebo alcohol. —deberías. Tal vez te soltaría un poco. 

—¿Por qué? ¿No puedes manejar el alcohol? —dije sonriendo, pero la mirada que me dirigió fue equivalente a haber sido apuñalado. Intensa. 

—Si es que bebiera, estoy seguro de que sería capaz de manejarlo bien. —y dijo. Maldita sea, ahí va con su discurso de superioridad. En seguida me callé y terminé mi cerveza mientras él cambiaba de canal como un hombre bipolar. Cuando leí rápidamente que pasó por Weekly Idol, tuve que detenerlo.

—¿Podrías dejarle ahí, por favor? —casi supliqué. Escucha, estoy pidiendo reinar sobre mi televisor en mi casa. Esto tiene que ser otra decepción más. 
Él gruñó y bajó el control remoto, cruzando una pierna sobre la otra. Eché un vistazo a mi propia postura y la diferencia era casi graciosa. 

Mi única conclusión en cuanto a por qué era tan tenso era porque secretamente es una monja atrapada en el cuerpo de un hombre.

—Me voy a mi habitación. Si te emborrachas trata de no ser ruidoso. —avisó.
¡¿Su habitación?! 
Se levantó y salió de la sala, gritándole a Sam que no lo siguiera. Cuando su puerta se cerró, me levanté y fui a la cocina a buscar más cerveza. 

—Voy a beber toda la maldita cerveza que quiera en mi casa. Maldito, sólo quiere hacer mi vida un infierno en todos los sentidos. —siseé. Seis cervezas y Weekly Idol era todo lo que necesitaba para pasar un buen rato.

Por desgracia mi vejiga no pudo manejar mi idea de un buen rato, así que rodé del sofá antes de la hora en que debería despertar con el objetivo de ir al baño

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Por desgracia mi vejiga no pudo manejar mi idea de un buen rato, así que rodé del sofá antes de la hora en que debería despertar con el objetivo de ir al baño. Tropezándome con Sam, mis zapatos y la alfombra que conduce al pasillo, me las arreglé para llegar al baño. Ni siquiera se me ocurrió por qué sonaba el agua que venía desde el otro lado, hasta que la puerta se abrió y todo lo que vi fue desnudez.
Oh. Dios. Mío.

—Jaemin, ¿qué estás haciendo?

—Ah-oh-eh... lo siento. ¡Por favor, no me pegue! —cerré los ojos y salí del cuarto de baño cerrando la puerta. Cuando abrí los ojos y miré hacia abajo a la parte delantera de mis pantalones, tuve el otro susto de mi vida.

—¡Es el Apocalipsis! Voy a sufrir una muerte lenta y dolorosa. ¡Desnudo! Estaba desnudo en mi cuarto de baño. —duh, ese es el lugar para estar desnudo. Allí y en el dormitorio. Mi hombría se movió... ¡no! ¿Que me sucede?

Corrí a la cocina y abrí la última cerveza. La bebí en alrededor de un minuto sin respirar. Cuando estaba vacía, golpeé la botella contra mi cabeza varias veces hasta que sentí que era suficiente. Cerré mis ojos y lo único que vi fue a mi jefe muy desnudo detrás de mis párpados.

—¡Oh, Dios! Nunca voy a ser capaz de mirarlo otra vez sin sonrojarme o sin decir algo estúpido... ¡o las dos! —grité frustrado. Estaba a punto de llorar hasta que alguien se aclaró la garganta detrás de mí.

—Puedes arreglarte ahora si quieres. Ya terminé con el baño. —dijo Jeno. Me mordí el labio sin darme vuelta, me sentía completamente avergonzado.

—Uh-um... bien, gracias. —musité. Ah, hasta ahora iba bien. Ahora, salí de la cocina al cuarto de baño sin mirarlo. Tiré la botella de cerveza en la basura y me retiré tratando de no mirarlo mientras se movía hacia mí para llegar al refrigerador. Casi estaba libre, hasta que me volvió a llamar.

—¿Si, señor?

—¿Dónde guardas tus sartenes? —preguntó. Tragué saliva y me di la vuelta, pero no lo miré.

—Bajo el miemb... ¡mostrador! ¡Los guardo bajo el mostrador! —me corregí histéricamente. ¿Miembro y mostrador? ¡Ni siquiera suenan igual!

Salí corriendo de la cocina hacia el baño. Cerré la puerta y me senté en el borde por un buen rato. Estaba muy atrasado para el trabajo.

Miré el reloj de la pared, mientras escribía la última de las notas de la reunión de hoy

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Miré el reloj de la pared, mientras escribía la última de las notas de la reunión de hoy. Mi cerebro estaba a tope y lo único que quería hacer era encontrar un agujero y vivir en él durante un tiempo. Miré al otro lado de la oficina a su escritorio, pero no estaba allí al haberse excusado hace veinte minutos. Suspiré y envíe las notas a su equipo de trabajo antes de cerrar mi ordenador portátil y empujarlo en mi maletín. 

—Por fin, el final del día ha llegado. —susurré. Todavía tienes que llegar a casa y verlo otra vez. Suspiré y sacudí la cabeza. Una existencia tan triste. 

Oh, Jenito, adivina quién es... ¡Oh, hola para ti también. —me sobresalté al escuchar una voz femenina en la zona. Me quedé inmóvil y miré a la mujer que había irrumpido en la oficina. ¿Jenito? 

—Um... ¿en qué puedo ayudarte? —le pregunté. Ella sonrió y saltó, sí saltó, hacia mi escritorio. 

—Puedes, si me dices quién eres. 

—Na Jaemin, secretario del señor Lee. —por desgracia. 

—Bueno, eres demasiado sexy para ser secretario. —soltó. ¿Disculpa... ?

—Gracias... Entonces, ¿cómo puedo ayudarte?

—Oh, sí, cierto. Mi nombre es Lee Haneul y estoy buscando a mi hermano, Jeno. —¡¿hermana?! Sí, y yo soy Santa Claus. 

—Él salió de la oficina hace veinte minutos. —le dije. Ella hizo un mohín y se cruzó de brazos notablemente molesta.

—Y él sabía que yo iba a venir. Carajo, siempre hace esto —decía, algo molesta—. Bueno, voy a ir a buscarlo. Gracias, Sr. Na sexy. 

Ella me lanzó un beso antes de salir corriendo de la oficina diciendo con voz chillona: —"Oppa, ¿dónde te escondes?"
Negué con la cabeza y me dirigí a la puerta.  Si esa era su hermana, entonces sólo podía significar que Jeno se debe estar tomando medicamentos para suprimir su personalidad real. 

—Sin embargo, ella me agrada. —dije, ladeando una sonrisa. Tal vez no tenga que emborracharme esta noche después de todo.

Devil BossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora