CAPÍTULO 12

1.3K 114 12
                                    

— Sí, — afirmó Jeno. — Quiero saber cuánto antes, todo lo que puedas conseguir. Cualquier información, — demandó. Tenía al alfa en frente. — Necesito absoluta discreción, nadie tiene que saber absolutamente nada. Lo que sea que averigües es conmigo. Y únicamente conmigo con quién tienes que hablar.

Su tono era severo. No había juegos, no había sutilezas. Yuta, el alfa, asintió sin emitir ninguna palabra. Jeno sabía. Confiaba en que pudiera llevar a cabo lo que le había mandado a investigar; la familia de Renjun.

El ojiazul, desde hace unos días viene recabando información sobre la familia de su omega. Algunas preguntas, algún nombre o lugar. Pudo sacarle algo, Renjun es un poco reacio a hablar de ellos, pero por las noches, cuando la oscuridad los cubre con su manto de protección, luego de oírlo sollozar en silencio, es cuando el menor habla. Cuando cuenta se quiebra, y es cuando Jeno lo hace por dentro, también.

Necesita hacer algo. Lo que sea. Aunque sea saber sobre ellos, qué fue lo que hicieron. Así que ahora, con una persona de confianza como Yuta y con los recursos de la empresa, pueden hallar un lugar. Un número de teléfono, una dirección. Lo que sea, Jeno está desesperado por calmar el dolor de Renjun.

Suspiró. Miró a su alrededor.

Se encontraba tapado de trabajo. Literalmente. Su escritorio había dejado de ser ese pulcro lugar, reluciente, para pasar a ser uno lleno de trabajo atrasado. Documentos que revisar, que releer, que reescribir y firmar.

Estaba cansado. Quería volver a su casa. Al que ahora era su hogar.

Sonrió.

Era las 10 de la mañana, y quería el aroma de su hermoso omega. Quería esa esencia dulzona, esa que se queda impregnada detrás de su paladar cuando lo besa, o cuando lame su cuello por las noches para que logre dormir, porque ahora le duelen los pies, y también la espalda. Y que llora porque su ropa no le queda, y tiene hambre a las 2:50 de la madrugada y no lo quiere despertar. Que se contenta con cualquier cosa para comer a esa hora que Jeno, con amor, se lo prepara.

Y es que ahora, con tres meses y medio, su pancita se nota más. Está más grande, y ya empiezan las molestias. Y sonríe, porque Renjun lo mira con ese amor bajo sus pestañas, y lo mira como nadie nunca antes, como si fuera un súper héroe y Jeno se siente así cuando lo mira de esa forma porque no quiere que lo mire de otra distinta, nunca jamás en la vida.

Bendice a las hormonas del embarazo que lo ponen tan sentimental, porque el omega se deshace bajo su toque, es todo un mimoso andante y le demanda su cariño, si pudiera le daría la vida porque no se merece absolutamente nada menos que eso.

No puede más, necesita hablar con él. Escuchar su voz y entonces decide llamarlo. Toma su celular, y va directo a su contacto.

Tres tonos y Renjun atiende su propio celular, y si, uno que Jeno le compró para poder mandarse mensajes cuando están desocupado, o algún que otro audio. El omega es de los vídeos, y Jeno ama que se grabe cocinando y se lo mande, que se grabe tocando el piano que le regaló y se lo mande, o que le hable desde el nido, lugar donde se pasa la mayoría del tiempo entre los cojines, y las colchas, los acolchados. De variados colores, y tamaños, donde se pierde entre los pliegues.

Desde que lo hizo, duermen allí todas las noches y cuando están cansado. Renjun lo disfruta, y Jeno disfruta ver que lo hace.

Jeno se queda mirando cada uno, con una sonrisa boba cada vez que puede.

Ya no se lo pudo ocultar a Mark, porque, según sus propias palabras, el chismoso de Yangyang no se quedó callado y el pelinegro se lo tomó a mal que no lo incluyera para compartir que tiene un omega y que está esperando un cachorro, pero es que a Jeno cuando está con Renjun se le pasa el mundo por al lado, las horas desaparecen para ambos. Nada más existe, ni nadie.

𝐁𝐮𝐫𝐝𝐞𝐥 | ♡ 𝐍𝐨𝐑𝐞𝐧 ♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora