Protector

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Tres días, Vicky, ese es el tiempo que han pasado nuestros justicieros tras las rejas, ¿Y sabes qué? El hombre se movió en su silla giratoria, una sonrisa torcida e irónica se instaló en su rostro, pero estaba lejos de ser un signo de alegría y satisfacción. Cuatro asesinatos de gente inocente, robos a mano armadas, la gente que estaba bajo la protección de los programas de Wayne se han quedado en la calle porque los de arriba han congelado todas sus cuentas. John quitó la sonrisa de su rostro, soltó una especie de bufido y miró a la periodista que se veía incómoda sentada junto a él. ¿Pero eso es lo que la élite de esta ciudad quería, verdad? Encerrar a la gente que intenta hacer lo correcto, ¡para ellos poder seguir haciendo sus porquerías! Jonh dio un golpe en la mesa y se levantó.

Estamos hablando de asesinos, John. Eso solo quiere decir que esta ciudad no ha cambiado en nada.

Oh, créeme, había cambiado.

¿Por miedo, John? ¿Es eso cambiar?

Pero nunca habíamos estado tan en paz.

Alfred apagó la televisión. Harvey Dent, el abogado que estaba encargándose del caso, lanzó una moneda al aire despreocupado, como que si el debate más importante de la semana no estuviera en ese momento al aire. La moneda se estampó en el dorso de su mano e inmediatamente la tapó con la contraria, le dio la vuelta: Cara.

—No veo por qué debamos preocuparnos, Sr. Pennyworth. —La moneda volvió a girar en el aire. Cara otra vez. —Todo está a nuestro favor, confíe en mí.

El abogado tomó su maleta, le dedicó una sonrisa al mayordomo.

—El Sr. Wayne y su omega estará afuera en menos de lo que una moneda tarda en caer en una de sus caras, se lo aseguro.

Alfred lo miró. Había algo en su interior que quería mantenerlo tras las rejas por miedo a descubrir hasta dónde podría llegar su muchacho, pero otra parte de sí, solo quería verlo de nuevo en casa. Eso era una locura.

.

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—¡Manos arriba!

El caos reinó en la gala anual de Gotham. Los disparos resonaron por el lugar, rompiendo cristales, destrozando las caras estatuas de hielo que adornaban las mesas y tirando todo a su paso. La mayoría de personas se había agazapado en el suelo, con las manos en la cara mientras un ejército de personas de identidad desconocida, pero que llevaban a juego la máscara de Riddler, conquistaban el lugar.

—¡Hemos venido a hacer justicia!

Más tiros. El chico que parecía el lider caminó por el centro del lugar. Era ira con animosidad desaforada en ese momento. Riddler, su lider, encarcelado en manos del enemigo por hacer el bien ¡Eso no lo iban a perdonar! Ni él ni ninguno de sus seguidores. Por eso estaban allí, si Riddler no podía gritar, ellos serían el eco de su voz y harían que retumbara hasta el rincón más oscuro de esa maldita ciudad.

—¿Por quién vamos a empezar esta noche? —preguntó con una sonrisa torcida mientras se acercaba a su primera víctima.

Acceder a los archivos remotos de Riddler fue bastante difícil, pero nadie nunca dijo que el omega no hubiera hecho una lista a mano que no pudieran encontrar en su apartamento abandonado y destrozado. El trabajo era trabajo y mientras mamá resolvía su problema, todos sus hijos estaban encantados de ayudar con las tareas más pequeñas, como vengarse o cumplir los deseos que había expuesto en muchas de sus sesiones en vivo.

—¿Qué le parece usted, Sr. Templeton? ¿Por qué no hablamos de esas chicas desaparecidas que tanto han estado buscando?

Tiros y gritos. Gotham sería tiros, gritos y ríos de sangre hasta que los menos favorecidos fueran escuchados.

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