Capítulo 11

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—Bonita fiesta papá —elogió Rafael a Omar palmeándole la espalda, como el mismo acostumbraba a hacerle a todos—. ¿Quién diría que aún recuerdas como divertirte?

—¿Qué te crees hijo? —protestó el viejo fingiéndose ofendido, para luego soltar una carcajada y confesar—: No seas tonto, Lucy organizó todo antes de irse a la despedida de soltera de mi niña —luego añadió dirigiendose a su futuro yerno—: Ricardo, se supone que tienes que dejar ganar a tu suegro al menos una vez.

—Debió decirlo antes, suegro —respondió Ricardo sonriendo—. Voy por otra ronda y a la vuelta veremos.

—Kevin, hijo, acompáñalo por favor —pidió Rafa al muchacho—. Ya sabes, cuñado, soda para Rubén y Kevin. Aunque mi hijo lleve media hora conquistando a aquella rubia y me hago de la vista gorda, es solo un crió.

—Pica flor el Rubén —comentó Ricardo a Kevin mientras esperaban las bebidas en la barra del bar—. ¿Su hermana Samanta no es tan aventurera como él?

—No, que va —respondió el muchacho apartándose el flequillo rubio de sus brillante ojos azules, que se iluminaron aún más al hablar de la muchacha—. Samy es un amor. No sale con chicos por salir.

—Que bueno saberlo —dijo Ricardo en tono causal— Nadia y yo estábamos planeando presentarle mañana a mi primo Felipe. El chico es muy guapo y simpático, hasta tiene su propia banda.

—¿Ah sí? —preguntó Kevin disimulando el disgusto.

—Si —continuó Ricardo—. Él vio una foto suya que tenía Nadia y le encantó. Ciertamente la chica es muy guapa. Le dije que se la presentaría pero quería saber cómo era ella antes de lanzar a mi primo a la piscina. Pero ahora que me has dicho eso estoy más
tranquilo.

—Pero creo que a ella le gusta alguien. —dijo el muchacho mal aparentando
indiferencia—. Además, Rubén es muy sobre protector, no dejará que nadie se le acerque a su hermana.

—No te preocupes —contestó Ricardo mientras recogía tres jarras de cerveza y dejaba dos de soda para que el chico hiciera lo mismo—. Felipe tiene experiencia, sabrá conquistarla y seguro qué es más guapo que ese que le gusta. Y olvídate de Rubén, Samanta no me parece el tipo de chica que aceptan que otros le digan que hacer, nunca dejaría que su hermano le impida ser feliz.

—Decidimos que vamos a asaltar la fiesta de las chicas —Informó Omar a Ricardo y a Kevin cuando regresaron al billar con las bebidas.

Del bar se fueron a la casa, todos iban riendo y planeando su histriónica entrada. Ricardo no habló mucho y no se sumó a los planes de bailes del resto de la comitiva. Él y Nadia seguían sin hablar y no sabía como actuar con ella.

—¡Sorpresa! —Gritaron los chicos al unísono al entrar en la sala de la casa, donde las chicas micrófono en mano cantaban a todo volumen en pijamas.

Los hombres irrumpieron en la habitación y comenzaron a quitarse la ropa al ritmo de la música. Ricardo fue a donde estaba Lucy y le cubrió los ojos, evitando tener que bailarle a su futura esposa. Adela reía a carcajadas mientras su esposo le bailaba encima y Nadia se cubría la cara con un cojín para ahorrarse el espectáculo. 

—Eso papi —apoyaba Carla a Omar mientras su padre dejaba al aire sus kilos de más, frente a Doly pálida como la nieve por la vergüenza, hacerla participar en la despedida de soltera ya había sido un logro, el asalto era más de lo que podía manejar. El baile acabó cuando todos quedaron en ropa interior, incluidos Rubén y Kevin que bailaban para todas.

—Desvergonzado —reñía Doly a su esposo, colorado por la cerveza, las carcajadas de Omar estremecían la sala.

—¿Samy puedo hablar contigo un minuto? —preguntó Kevin a la niña aprovechando el barullo, ella asintió pero Adela intervino bromeando:

—De ningún modo. Samanta no se mueve de aquí hasta que te vistas. Le prometí a tu madre que te regresaría sano y salvo a casa.

—¡Mami! —protestó ella, el chico obedeció risueño y  caminaron juntos al porche, lejos de la multitud.

Al pasar cerca de Ricardo él le guiñó un ojo y sonrió al ver que la muchacha se salía con la suya, sabiendo que sus palabras con Kevin habían cumplido su objetivo. La fiesta siguió por un rato más hasta que Doly mandó a todos a dormir y a recuperar fuerzas para el día siguiente.

A mitad de la madrugada, un par de horas después de la fiesta, Nadia se encontró con Ricardo en la cocina, desde su discusión junto a la laguna no cruzaban palabras.


—¿Tampoco tienes sueño? —le preguntó ella para romper el silencio incómodo—. Mañana será un día largo y complicado, es normal desvelarse.

—No, estoy bien. Es solo que me dio sed, por las cervezas —respondió él pasando de largo a su lado.

—Te dije que no podíamos ser amigos, no que te mudaras al polo norte —protestó ella tomando un baso para beber agua, también fue la sed la que la sacó de la cama.

—No, recuerda que mis contactos son del polo sur, love —contestó él sin mirar atrás.

—No tienes que ser grosero —lo regañó ella, forcejeando con el cierre del pomo del agua, aún con el baso en la mano.

El baso se le resbaló y se hizo añicos en el suelo, cubriéndolo de vidrios. Nadia dejó escapar un pequeño chillido que hizo volver a Ricardo. Él surcó los vidrios y cargó a Nadia en sus brazos hasta sacarla de la cocina, al dejar atrás los vidrios la dejó en el suelo y le dijo en tono formal y distante:

—No deberías andar descalza sobre vidrios, cariño. Si querías que regresara solo tenías que llamarme, no había necesidad de ponerte en peligro.

—No seas engreído —dijo ella— Ya se que se sobreactué hoy, pero a ti se te está pasando la mano.

—Pensé que de engreído quizá te asustaba menos —respondió él—. Y ya viste como puedo llegar a ser. Contigo solo estoy retrocediendo, en vez de mandarte al polo sur me mude yo al polo norte.

—No me das miedo —dijo ella.

—No pensabas igual al medio día —comentó él.

—No eres la mitad de malo de lo que aparentas —argumentó ella—. No sé que le dijiste al muchacho, pero ayudaste a Samanta lo noté por la forma en que los miraste. Además, se que solo estabas amenazando al padre Rogelio, no serías capaz de cumplir tu palabra. Mi hermana me dijo que es algo que se hace todo el tiempo en el mundo de los negocios.

—No haz notado ni la mitad de malo de lo que puedo llegar a ser —respondió él casi mostrando los dientes intentando intimidarla— A Samanta se la debía y de cualquier forma lo habría conseguido ella sola, Kevin esta enamorado de ella, solo les ahorré tiempo. No te engañes, darling, yo no estaba bromeando.

—Deja de hacer eso, Ricardo. —Ordenó ella señalándolo con el dedo índice hasta que se posó en su nariz— A mí no me engañas. Estás cerrado como una ostra conmigo porque te dolió la forma en que te juzgué tan cruda y precipitadamente, lo lamento. Me disculpo, pero tienes que poner de tu parte para arreglar las cosas.

—Nos conocemos hace solo unos días —se burló él usando las palabras que ella empleó antes— ¿Cómo crees que cualquier cosa que hagas o digas puede herirme?

—Se que estás dolido pero estás siendo grosero y me estás lastimando, ya no sigas —pidió Nadia, abrazándose a Ricardo, tomándolo por sorpresa.

Al principió Ricardo dejó los brazos rígidos a ambos lados del cuerpo, pero al instante rodeó a Nadia con ellos y suspiró resignado, la discusión acababa de terminar.

—También me disculpo, la discusión sacó lo peor de mí, ahora vamos a dormir —ordenó él sacudiéndole el cabello y separándola de él, pero sin quitar la mano de su espalda—. Se supone que somos los novios de una boda mañana.

Falso gay buenarrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora