Media hora después de hablar por teléfono con su hermana seguía sumergida entre burbujas.
—Pasa —gritó al escuchar a Ricardo llamar a la puerta del cuarto de baño—. ¿Qué ocurre?
—Es tu teléfono que no para de sonar —respondió él ofreciéndole el ruidoso celular, ella sacó una mano de la espumosa bañera y tomó la llamada:
—¿Sí?... A eres tú —Nadia cortó la llamada y Ricardo le preguntó asombrado:
—¿Por qué has colgado así?
—Era Ale —explicó ella—. Ha cambiado el número... Y ahí está otra vez.
—Déjamelo a mí —dijo Ricardo tomando la llamada—. Escucha imbécil, ella está conmigo ahora… Si, así que déjala en paz. Si la vuelves a llamar entonces lidiaremos cara a cara.
Nadia se revolvió en la bañera riendo a carcajadas. Dispersando la espuma que tan bien la cubría hasta el momento. Ricardo desconcertado preguntó:
—¿Se puede saber que te causa tanta gracia?
—Es que tu hermana hizo exactamente lo mismo que tú —se explicó ella—. Tomó el teléfono y dijo que ahora estaba con ella.
—¿Lucia hizo eso? —preguntó él preocupado.
—Si, no te enfades, fue solo una broma —la justificó Nadia.
—Quizás quieras salir ya del agua —propuso él—. Digamos que ya no es tan segura como cuando tenía burbujas.
La muchacha miró hacia abajo y vio que la espuma que escondía sus senos había desaparecido. Recordando la conversación que había tenido con su hermana dominó su pudor natural y contestó mientras se ponía de pie:
—Tienes razón. ¿Me pasas la toalla?
Ricardo se viró de espalda al ver a Nadia cubierta apenas por los rastros de espuma que se le habían pegado a la piel.
—No exageres —se burló ella, saliendo de la bañera y pasando frente a él para recoger la toalla—. Soy como un filete para un vegetariano. Hablando de eso tengo hambre.
—En cuanto te vistas podemos ir a comer —Contestó él saliendo del baño con prisa—. Voy a avisarle al chef que cenaremos en veinte minutos.
—Está bien —aceptó ella saliendo tras él—. A ver que encuentro entre las compras de Lucy, se que por ti no hay problema pero ¿crees que perturbe a la tripulación si voy así a comer?
—Eso sería un problema —respondió Ricardo— Estoy seguro de que no podrían quitarte los ojos de encima y tendría, como mínimo, que despedirlos.
—No exageres —Nadia le restó importancia y él agregó:
—Además, tenemos invitados. ¿No escuchaste el helicóptero? Era lo que venía a decirte cuando entre en el camarote, pero tu teléfono comenzó a sonar y me distraje y lo olvidé.
A ella le tomó un rato alistarse y él se adelantó para que se vistiera. Cuando fue a su encuentro en la cubierta, él hombre que hablaba con Ricardo exclamó:
—¡Wow! —Le besó la mano con un gesto pícaro en sus ojos verdes, ella lo observó curiosa, era rubio, alto y mostraba unos abdominales perfectos con la camisa abierta—. Hermano, envidio la suerte que tienes.
—David, mi hermosísima esposa Nadia. Nadia, mi mejor amigo David —Los presentó Ricardo y luego añadio señalando a dos mujeres despampanantes que conversaban entre ellas, muy animadas, apartadas del anfitrión y su amigo rubio— Y ellas son Munich y Riala sus “amigas”, no hablan español.
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Falso gay buenarrón
RomanceÉsta historia comienza cuando Nadia atrapa a su novio con otra chica, en el baño del bar al que acudieron juntos. Ricardo, un extraño demasiado formal y elegante para el protocolo informal del bar, la ayuda a distraerse invitándola a unas copas. Tra...