—¡Ya basta! ¡Que te he visto, estúpido! —gritaba Nadia a su futuro exnovio—. ¿¡Te crees que soy idiota!?
—Mi amor, las cosas no fueron como te imaginas —justificó él, mientras la sacudía por los hombros—. Esa loca entró en el baño y me fue arriba.
—Claro, cariño, eso explica porque tú estabas encima de ella. ¡No me jodas! —vociferó ella rabiosa.
—¿Señorita, la está molestando? —interrumpió uno de los chicos de seguridad.
—Si, éste imbécil se pasó de tragos y ahora me está confundiendo con alguien —respondió ella planeando su venganza.
—No le haga caso, es mi novia hace cuatro años —explicó él, atropellando las palabras al intentar hablar de prisa, mientras el mastodonte de seguridad lo inmovilizaba—, solo está molesta porque cometí un error pero podemos arreglarlo solos.
—¿Ve lo que le digo? —comentó Nadia poniendo distancia entre Ale y ella—. Está demente, amenazó con pegarme. ¡Solo Dios sabe que se metió! Pensaba que en éste bar no permitían drogas, tendré que poner una queja…
—No se preocupe, señorita, yo se lo quito de encima —respondió el chico de seguridad mientras se lo llevaba—, la policía se hará cargo del resto. Por favor, disfrute de su noche.
Nadia le mostró la lengua con una mirada malévola a su exnovio, mientras se lo llevaban gritando obscenidades y amenazas.
—¡Bien hecho! —comentó un extraño haciendo una sutil reverencia—. Como usted quedan pocas, mis respetos. La invito a un trago —Nadia lo miró de reojo y él añadió—: después de lo que acaba de pasar, supongo que debe necesitar uno.
«¿De dónde salió éste?», se preguntó al chequearlo detalladamente, su imagen estaba en total contradicción con el carácter informal del bar: vestía una camisa azul oscuro de mangas largas, pantalones negros y zapatos del mismo color, todo muy elegante; además llevaba doblada sobre él antebrazo una chaqueta oscura, que por el material le pareció costosa. Lucía tan pulcro y formal que el pelo largo y liso, que le llegaba a los hombros, parecía una atípica manifestación de rebeldía.
Ante el obvio escrutinio, sus hombros anchos se contrajeron y alzó una de las cejas que enmarcaban sus ojos como zafiros. A Nadia le tomó un instante asimilar que lo estaba observando sin disimulo y se sonrió como disculpa, aunque no apartó la mirada.
Repentinamente se sintió la boca receca y comprendió que él tenía razón, su cuerpo empezaba a reaccionar al mal momento de la ruptura y le pedía alcohol para calmar sus nervios excitados. Con un movimiento de cabeza aceptó la propuesta del hombre y caminaron hacia la barra.
—Un whisky con hielo y… —comenzó a ordenar él y la miró mientras pensaba que ordenar para la muchacha pero ella concluyó:
—Y uno sin hielo.
—Te gustan las emociones fuertes ¿no? —Nadia sonrió ante el intentó de broma del hombre.
El barman les trajo los tragos y Nadia bebió él suyo de un sorbo. No era una buena bebedora, casi nunca lo hacía, pero la niebla del enojo comenzaba a disiparse y el hecho de que acababa de terminar una relación de cuatro años, se hizo demasiado grande para ser ignorado. Si bien Ale no era el chico de sus sueños, llevaban mucho tiempo juntos, el lazo de la costumbre los unía y no esperaba romperlo tan repentinamente.
—¡Well, my dear! Ese será su último trago definitivamente. —dijo el hombre y ella arqueó una ceja en señal de desacuerdo y él continuó—: No me malentienda, pero no creo que puedas valerte por ti misma si sigues bebiendo a ese ritmo y éste no es el mejor lugar para eso. Pudiera encontrarse con un desgraciado oportunista, que intente engatusarla aprovechándose de su vulnerabilidad.
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Falso gay buenarrón
Roman d'amourÉsta historia comienza cuando Nadia atrapa a su novio con otra chica, en el baño del bar al que acudieron juntos. Ricardo, un extraño demasiado formal y elegante para el protocolo informal del bar, la ayuda a distraerse invitándola a unas copas. Tra...