Capítulo 13

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—A penny for your thoughts —propuso Ricardo acercándose a Nadia, era el primer día de su luna de miel y se encontraban en la cubierta del yate—. Desde que zarpamos no has abierto la boca.

—Te queda bien el blanco —contestó ella mirando como él viento agitaba la camisa de hilo contra su cuerpo—. Ahora paga.

—Gracias —Ricardo, se corrió las gafas de sol por el puente de la nariz y añadió—: ¿seguro que es todo lo que pensabas?

—También pensé que hace calor —comentó ella y él le respondió, sacando la billetera de su bolsillo y revisando su dinero:

—No tengo cambio, pero puedes escoger el billete que quieras.

—No creo que tus billetes me sirvan de nada en alta mar —Nadia habló mientras intentaba apartarse el pelo que la brisa marina azotaba contra su rostro, en vano; Ricardo sé quitó las gafas y las usó como diadema para mantener el pelo de ella apartado de su cara y luego le dijo sujetándola de la barbilla:

—Ya lo sé, estaba intentando animarte, no me gusta verte así cabizbaja.

—No me pasa nada —Nadia le apartó la mano con disimulo, los dedos le hacían cosquillear la piel y eso la hizo sentirse nerviosa— solo estoy un poco cansada, es que pasar la noche en una limusina no me dejó muy enérgica que digamos.

—Eso fue tu culpa, no quisiste que voláramos en helicóptero —dijo él y ella se encogió de hombros al contestar:

—No me gusta volar.

—Vamos a nadar —propuso él.

—Ni muerta me meto al mar tan lejos de la costa —se negó ella.

—No seas tonta —Ricardo pasó un brazo sobre los hombros de Nadia y le dijo mientras la hacía andar a su lado—: Vamos a nadar en la piscina, me dijiste que tenías calor. Si te quitas la ropa y te metes al agua te sentirás mejor. Y quizás sonrías, parece que te mantengo en alta mar en contra de tu voluntad.

—Si no conociera tus preferencias, diría que quieres verme en traje de baño —bromeó ella.

—Y ¿quién dijo que no quiero? —Nadia puso los ojos en blanco cuando él respondió, sin prestarle importancia siguió hablando—: Ven te voy a enseñar donde queda todo y te presentaré a la tripulación.

Juntos recorrieron el yate y Ricardo la presentó a todos como su esposa. Muchos en la tripulación hicieron caras tiernas al ver la forma en que la trataba. A los ojos de los demás eran una pareja enamorada, sin embargo, con frecuencia Nadia se recordaba a si misma que era solo una actuación.

Luego de las presentaciones y el recorrido, ella fue a vestirse para nadar. Él se adelantó y la esperó en la piscina.

—A ti si que te queda bien el blanco —comentó al verla aparecer con un diminuto bikini de ese color.

—Le hubiese agradecido a Lucía que estos fueran dos tallas más grandes —protestó ella tirando de la tanga que azotó su cadera cuando la soltó.

—Así están perfectos —comentó él ayudándola a entrar al agua, para luego jalarla hasta pegarla a él— Ven a aquí.

—¿Qué le pasó a tus trajes de baño? ¿Se quedaron en tierra? —bromeó ella para aligerar la tensión, él estaba nadando vistiendo solo un bóxer muy ajustado de color negro—. Algunos somos de carne y hueso.

—Si, algunos somos de carne y hueso —resopló Ricardo mirandola a los ojos y luego la sujeto por la mandíbula y la besó.

Nadia se resistió al principió pero acabó cediendo. Aquel beso le pareció. pasional y demandante, sintió que cada célula de su cuerpo despertaba electrizada, incluso se le escapó un pequeño jadeo cuando Ricardo la soltó y nadó lejos de ella. La dejó medio mareada, no supo como reaccionar. No había sido como el beso que recibió frente a sus padres o en altar. Le tomó un par de segundos coordinar sus palabras, finalmente dijo:

Falso gay buenarrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora