Capítulo 3

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—Carla, despierta. —susurró Nadia a su hermana sacudiéndole un poco el hombro—. Ya casi llegamos.

—¿Y para que me despiertas? —preguntó la muchacha estirándose como un felino en el asiento de la limusina—. No pretendo bajar de aquí hasta que mi madre deje de aventar platos. Ya me la imagino “¡Carla Ferreira! ¿Cómo pudiste permitir que la pobre de Nadia se alejara del camino dictado por dios? ¡Mala hija! ¡Mala hermana! Si le hubieras dado un mejor ejemplo esto no estaría ocurriendo. A tu edad ya deberías estar casada y criando a mis nietos, no jugando con ese aparato infernal, rodeada de tantos hombres en esa bendita empresa.”

—No seas tonta, Carla —reprochó Nadia—, mamá no tendrá tiempo de regañarte, va a estar muy ocupada despellejándome viva.

—Que ingenua eres, Nady —comentó Carla con cierta ternura en la voz—. Mi mamá, después de beber un té blanco ocultando sus enrojecidos ojos y el siempre contenido llanto detrás de la taza, te dirá “Mi pobre niñita, no te culpo por las desventuras de tu destino. Solo dios sabe cuantas veces le he pedido que mis dos hijitas fueran más parecidas. Si la locadia de Carla tuviera la mitad de tu buen juicio, podría morir en paz. Aunque me cueste aceptar que te cases con alguien que no sea Ale a tan poco tiempo de su separación y con alguien que no comparte nuestra nacionalidad, procuraré sobreponerme a mis prejuicios y aceptar que siempre has sido muy madura y sabrás lo que es mejor para tu felicidad. Al menos lo estás haciendo como dios manda, te casarás y empezarás una familia. Mucho temía yo que te dejaras arrastrar por las ideas feministas de tu hermana. Que dios me perdone, pero si no la hubiese sorprendido con el
jardinero, pensaría que no le gustan los hombres.”

—Creo que debí dejarte dormir un poco más —resopló Nadia—. Te daré lo que quieras si te callas. Deja el drama, que aunque mamá fuera como tú lo pintas, papá nunca la dejaría decirte cosas como esa.

—Claro, mi papi siempre me defiende, hasta que mamá la toma con él también y casualmente recuerda que tiene algo que hacer en algún rincón de la granja donde no puede
escuchar sus reclamos —contestó Carla perdiendo la vista en la pradera haciendo por fin el aclamado silencio.

Carla había olvidado lo encantador que lucía el campo en aquella época del año. Nunca venía a casa en esas fechas, solo en navidad se obligaba a visitar a sus padres y en esa temporada la nieve cubría la maleza robándole la vida a la llanura. Nadia, por su parte, pensaba en lo mucho que extrañaba a sus padres. El año anterior no había regresado en invierno, como acostumbraba a hacer, porque la madre de Ale le había pedido pasará la navidad junto a su familia.

Siempre se sentía segura y feliz en casa. Carla tenía razón, Doly siempre encontraba una forma de justificar sus errores, su amor incondicional era la cura para cada una de sus desilusiones de cualquier índole. Quizás por eso se le encogía el estomago al pensar en la decepción que estaba a punto de causarle.

—Yo me encargó —aclaró Ricardo al chofer, y le abrió la puerta a las chicas.

—Todo esto es un error —comentó Nadia bajando del auto con rostro de pánico, seguida por Carla que refunfuñaba maldiciones en voz inaudible.

—“¿Do you have cold feet, my darling?” —Preguntó Ricardo en un tono que solo ella pudo escuchar, pasándole un brazo por la cintura.

—No —respondió ella entre dientes, sonriéndole a sus padres que esperaban por ellos en el porche—. Mis pies están muy calientes, mi corazón es el que se congela al mentirle a mis padres. Estoy mancillando todo lo sagrado para ellos con esta boda falsa.

—Pero no es falsa, sweet heart —rectificó él—. Es poco convencional. Creo que tus nervios son perfectamente normal en una novia próxima a su boda. No te preocupes
en cuanto veas lo feliz que está tu madre de que por fin su pequeña se case, todos esos second thoughts desaparecerán. Piensa porque lo haces y mira el lado divertido, estás
dándole muchas vueltas al asunto.

Falso gay buenarrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora