Enero 18. 2001.
Daniel.
Tener insomnio es una de las peores cosas que te pueden pasar en la vida.
Siempre me pongo a pensar en que, por la noche, hay aún más energía que en el resto del día... que jodido.
Odio el hecho de que por las noches quiero hacer de todo y por las mañanas solo quisiera matarme. Para mi suerte, Lina se ha ofrecido a levantarme por las mañanas todos los días desde que vivimos juntos. Aún que me servía de mucho que lo hiciera—porque yo soy una persona que no escucha nunca el despertador— ella era muy fastidiosa...
—¡Despiértate de una buena vez, Daniel —grito y empezó a jalonear mi cobija.
—Lina puedes callarte cinco minutos, ¿por favor? —hablé con la cabeza entre la almohada y volví a taparme.
—¿Volviste a dormirte hasta tarde? —preguntó, yo solo le respondí con un ruido extraño—. Pues aquí las consecuencias, y levántate si no quieres que le llame a las chicas del piso de abajo para que suban y te vean en calzones.
Me quede con la cabeza en la almohada maldeciendo.
Aún que quería seguir durmiendo todo el tiempo que fuera necesario, no quería que Lina me hiciera pasar aquella humillación, pues era bastante capaz de hacerlo
Lina era una chica de treinta años que físicamente no los resaltaba, pero mental mente era una señora de ochenta años y a la vez, una adolescente de quince.
La conocí hace muchos años. Cuando ella trabajaba en el restaurante favorito de mi padre, así que íbamos muy seguido. Al poco tiempo, se ganó mi confianza e hicimos una buena amistad.
No fue hasta el día en que mi vida quedó arruinada para siempre que nos hicimos más cercanos. Lamentablemente todavía recuerdo ese día como si hubiese sido ayer. Recuerdo salir de casa corriendo porque ya no soportaba estar un segundo más ahí.
Estaba tan desconsolado y solo que no me había dado cuenta de que estaba justamente en el callejón que quedaba detrás del restaurante donde trabajaba Lina. No sé cuánto tiempo estuve ahí, pero pude ver a Lina tirar algunas bolsas de basura en uno de los contenedores.
Cuando se dio cuenta de mi presencia, se quedó un tiempo en silencio, no me reconocía, claro, estaba todo oscuro y yo estaba echo mierda. Era imposible reconocerme. Después se acercó un poco, parecía que tenía miedo, aún que supongo que si lo hubiera tenido no se habría acercado para averiguar quien era aquel estupido chico llorón.
—Oh, Daniel... ¿qué ocurre?, ¿qué haces aquí?... por Dios, te ves... —hablo cuando al parecer reconoció quien era.
Lo sé, me veo de la mierda. Lo sé.
—¿Estas bien, Daniel? ¿Necesitas algo?... háblame, ¿qué ocurre? —volvió a hablar.
—No... no estoy bien —respondí, apenas y se entendían mis palabras.
Lina me preguntaba muchas cosas. Que si algo me había pasado en el camino. Que si mi perro se había escapado, etc, etc. Segundos después de que me pasara el llanto ella habló:
—Cuéntame que ocurre, tal vez yo pueda ayudarte...
Y yo acepté, a pesar de saber que ni ella ni nadie iba a poder ayudarme a quitar todo este dolor y culpa que estaba sintiendo... Al final ella era alguien de confianza, que conocía a mi padre.
Estaba un poco débil y desorientado, y solo recuerdo una parte de toda esa noche.
Una de las cosas que más recuerdo de aquella noche, fue cuando llegamos al departamento en el que vivía Lina, y me sentí un poco mal al ver en las condiciones en las que ella vivía.
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Después del atardecer
RomanceDaniel no sabe mucho de la vida. No sabe lo que es vivir, ni lo que es sentir, pero lo que si sabe, es que está cometiendo un gran error al dejar que una extraña entre de nuevo en su corazón. Lo que él no sabe es que está apunto de terminar con el...