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El pub estaba lleno de gente cuando cruzaron la puerta del local. Era normal, todos se sumaban al ocio nocturno los ansiados viernes. Y a Kara todavía le parecía un plan absurdo. Ni siquiera era una de esas mujeres que se iban de copas. Ella prefería estar en casa con su película, manta y palomitas. No estar horas delante de un espejo para peinar su cabello rubio o no sacarse un ojo mientras se ponía las lentillas. 

Pero tenía una gran excusa para salir. O más bien Winn y Nia, sus compañeros de trabajo y grandes amigos, habían insistido en hacer un plan diferente, y era para celebrar su querido ascenso. Nadie podía decir que no y ellos sabían que la rubia se lo merecía; había trabajado duro para conseguir su asignación como reportera.

Después de graduarse en la universidad de National City con el título de periodismo, Kara se mudó con su hermana Alex hasta que obtuvo un trabajo decente para poder pagarse su propio apartamento. Fue asistente personal de Cat Grant: una mujer que había estado detrás de ella desde el minuto uno haciéndole lloriquear por cada esquina. Había sido realmente agotador porque absorbía su energía con cada palabra (regañina), aunque poco después había comprendido su actitud cuando le había mandado con el gruñón de Snapper. Había sido cuestión de aprendizaje para ser lo que es ahora: reportera de CatCo Worldwide Media. Como siempre había soñado.

Así que aquí estaban los tres de celebración en medio del pub, conversando con una voz elevada a la vez que buscaban sitio. Cuando se sentaron, se agruparon para saber qué pedir. El informático, Winn Schott, el hombre castaño de ojos avellanas que siempre estaba de buen humor, intentó llamar dos veces al camarero con la mano mientras reían y recordaban anécdotas por los pequeños escritorios de CatCo. Sobre todo que la reportera digital, Nia Nal, la mujer de ojos oscuros como su cabello, siempre se reía por cualquier comentario. Pero sabiendo que el bar estaba abarrotado de gente, Kara insistió en invitar la primera ronda y se levantó para ir a por las bebidas personalmente. Así también se tomaba un descanso con tantos elogios.

Caminó haciendo zigzag entre la multitud que estaba de pie bebiendo, conversando o bailando. Visualizó la barra y trotó directa a ella entre que rebuscaba la cartera de su bolso mientras repetía en voz baja las bebidas que querían sus amigos. Pero en cuanto llegó y alzó la vista, las palabras que quería decir se esfumaron de su cabeza. O mejor dicho, su boca se abrió de manera automática para decir otra cosa.

—Lena...

Estaba de espaldas, pero la rubia reconocía perfectamente su silueta. Y, por supuesto, la mujer de cabello negro que estaba dejando una botella de licor en la estantería, se giró en cuanto escuchó esa voz melódica reconocible a quinientos kilómetros, haciendo que el iris verdoso conectara con el azulado de la rubia.

—Kara...

Ambas contuvieron la respiración, abriendo cada vez más los ojos como si hubieran visto un fantasma. Para Kara ciertamente lo era. De todas las ciudades, de todos los sitios, de todos los trabajos, de todo el mundo... tuvo que toparse con su (des)amor de instituto.

La vida de Kara siempre había sido un caos.

Había nacido con complicaciones respiratorias, por lo que había estado a punto de morir antes de conocer el mundo. Pero, aunque en ese momento no había tenido conciencia, todos habían apostado de que era una pequeña luchadora y había conseguido salir adelante. 

Sin embargo, con tan solo seis años, había perdido a sus padres en un accidente de tráfico y no tenía más familia a parte de ellos. Se había pasado unos cuantos meses en el orfanato que en ningún momento había sido bueno. Ni siquiera para dormir tranquila por las pesadillas con sus papás. 

Hasta que finalmente la adoptaron. Como era normal, había tenido problemas para adaptarse con su nueva familia, pero solo era porque había estado aterrada. Tenía miedo a los cambios porque siempre eran inesperados y no podía parar de llorar por la pérdida de sus seres más queridos. No comprendía la vida ni el mundo, por qué había sido así de injusta con ella.

Como un amor de verano (y algo más)  | SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora