VII

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—Lena —llamó Malefic su atención desde el almacén—, ¿puedes estar al cargo unos minutos? Ha venido mi padre de vacaciones. M'yrnn no está acostumbrado a conducir por la izquierda y me ha pedido que le lleve a un sitio —explicó brevemente con una sonrisa entre que se quitaba el delantal y la pelinegra asintió con una pequeña risa.

—Claro, no hay ningún problema —aseguró la camarera cogiendo la bandeja.

El hombre agradeció su gesto y dejó a Lena a solas ocupándose de su cafetería. No era la primera vez que la pelinegra había estado al cargo ya que más de una vez Malefic se había ausentado porque tenía otros asuntos que atender. Se había ganado rápidamente su confianza gracias a sus habilidades con la bandeja y el trato con los clientes. Tampoco era tan diferente cuando había trabajado en el pub de National City. Así que siguió atendiendo, preparando cafés y tés a las personas que iban llegando. Era pan comido.

Sin embargo, cuando se dirigió a la mesa de la esquina, detuvo sus pasos antes de sacar su pequeña libreta. El corazón de Lena dejó de latir en ese preciso instante. En realidad, había pensado que esto iba a ocurrir en algún momento, pero no tan pronto. O no tan inesperado. Incluso tuvo que fijarse un par de veces porque le costó reconocerlo después de tanto tiempo ya que su aspecto había cambiado.

Su cuerpo comenzó a temblar y el miedo se apoderó en cada una de sus extremidades durante unos segundos. Pero luego pensó en Kara. Respiró hondo y apretó la mandíbula de forma tensa a la vez que movía sus hombros, denotando valentía. Antes era una cobarde, pero ella había cambiado eso desde que había arreglado las cosas con Kara. Había prometido que no se iba a esconder, que iba a afrontar y enfrentar todo lo que venga. Lena no iba a volver a perder a Kara y nadie iba a arrebatarle esto.

Así que retomó los pasos, agitando su cuerpo con rudeza y caminó con decisión los escasos centímetros hacia la mesa.

—¿Cómo me has encontrado? —preguntó Lena casi en un susurro, poniéndose a su lado mientras fingía que tomaba su pedido.

—Tengo mis métodos —habló Lex, su hermano, girando su cabeza hacia ella. La camarera apretó la mandíbula sin despegar ojo de su pequeña libreta—. Te ves bien —elogió después de un breve silencio y su hermana resopló, no creyéndose lo que estaba escuchando.

—Y tú calvo —soltó con desdén, casi burlándose de él, pero nada divertida.

—Sí, bueno... Eso tiene una explicación. De hecho... —intentó el hombre, carraspeando un poco, pero Lena, incrédula, le interrumpió.

—¿Estás de broma? —ladró la pelinegra sin poder contenerse—. ¿Crees que tengo ganas de hablar contigo o de escucharte? ¿Después de tanto tiempo? ¿Irrumpiendo mi lugar de trabajo, acosándome con "tus métodos"? —preguntó y preguntó todavía sin mirarle y, segundos después, escuchó el exhalar de Lex como respuesta. Entonces Lena supo que su hermano le estaba dando la razón porque no se defendió ni se excusó ni objetó nada de lo que decía, cambiándolo por un suspiro pesado. Algo raro en él. Pero no se retractó—. No sé a qué has venido, pero lárgate de aquí —terminó Lena mientras guardaba la pequeña libreta en el delantal.

—He venido porque realmente tengo que hablar contigo —insistió Lex, pero la camarera negó con la cabeza.

—Deja de reírte de mí. —Esta vez le miró, pero ahora fue su hermano fue quien apartó la mirada—. No puedes venir y hablar conmigo como si no hubiera pasado nada —escupió la pelinegra enfurecida al oírle tan descuidado y relajado—. Yo no tengo nada de qué ver contigo ni con ningún Luthor. Mi vida ha sido un infierno por culpa vuestra. He vivido encerrada desde que era una cría y ahora soy una mujer felizmente libre. En este tiempo que ha pasado me he dado cuenta de que en ningún momento os necesitaba porque estaba mejor sin vosotros —gruñó duramente, pero sin rebajar el tono porque era lo que de verdad pensaba—. Y si volvéis a amenazarme o a retarme, os juro que me las pagaréis —prometió enfurecida y se inclinó hacia él—. Y no me pruebes porque enseñaré mis dientes. Lo aprendí del mejor.

—Pero Lena, yo... —intentó Lex con voz afligida donde por fin conectó con sus ojos verdosos y la pelinegra relajó sus fracciones como su cuerpo.

Cambió su cara gruñona por uno totalmente de confusión, frunciendo el ceño al verlo derrotado. No sonaba con burla, sino roto. Realmente su figura había cambiado y no tenía buen aspecto a pesar de llevar un traje de casi quinientos dólares por pieza. Se veía abatido con sus ojeras kilométricas e incluso más pálido que ella. Sin embargo, eso no quitaba todo lo que le hicieron pasar y mantuvo su postura. A punto de decirle no educadamente que recogiera sus cosas y se marchara de una vez, una voz reconocible interrumpió el pequeño reencuentro.

—¿Lena?

Ambos giraron sus cabezas. Lena más que Lex. Ahí estaba Kara con las cejas arqueadas de manera interrogante al igual que Malefic. La pelinegra tragó saliva mientras se enderezaba, preguntándose cuanto tiempo llevaban ahí. Luego pensó que la florista iba a hacer o decir algo ante la inesperada visita, pero su novia solo ladeó la cabeza, esperando sin moverse del sitio con el mismo rostro de confusión como también hacía su jefe. 

Lex miró nuevamente a su hermana, pero Lena le ignoró y se marchó de su lado sin despedirse para encontrarse con su novia. Ya le había dejado claro de que no había nada de qué hablar ni compartir y no hacía falta recordárselo. Finalmente, la pelinegra relajó su cuerpo cuando vio la sonrisa de Kara y sonrió con ella. Tuvo la certeza de que su novia no se había fijado bien o que no había reconocido a su hermano ya que solo habló una vez con él en aquella entrevista. Era cuando Lex tenía el cabello largo y oscuro con una inmensa barba, no tan demacrado como ahora. Lo confirmó cuando Kara preguntó si hubo algún problema con ese cliente, sonando como si fuera un desconocido. Ciertamente no se había dado cuenta de que se trataba de Lex.

Se relajó más cuando Kara la abrazó por los hombros como si nada, de manera alegre y descuidada, aunque no quitaba su rostro preocupado por la pregunta. Lena le respondió rápidamente de que era un extranjero perdido y que no se preocupara, agitando la mano con desdén. Luego se asomó para ver Malefic y se alegró al escuchar de que le iba a dejar salir antes como una pequeña compensación al igual que J'onn hizo con Kara al hacerle el mismo favor.

Así que Kara esperó a su novia mientras se cambiaba en la parte de atrás de la cafetería. Lena, mientras dejaba el delantal, meditó un momento lo que acababa de suceder. No por lo que había intentado decir Lex, sino por cómo se tomaría Kara aquella inesperada visita. Sin embargo, decidió no comentar nada. No es que fuera a mentirle o a ocultárselo, pero sabía que no valía la pena malgastar saliva. No después de todo lo que había sufrido y no quería que Kara pasara un mal rato ni se preguntase a qué había venido eso. No por alguien que había hecho su vida un infierno. Sus vidas, mejor dicho. No quería llenarle de dudas o esparcir miedo porque no tendrían por qué hacerlo. Era el pasado y quería que se quedase allí.

Unos largos minutos después, Lena salió cambiada y miró por un momento hacia la mesa de la esquina. Suspiró de alivio al ver que Lex le había hecho caso y se había marchado. Se sintió orgullosa al pensar que le había echado ovarios, sonando su amenaza de manera tan convincente que ni ella misma se creía. Siempre había tenido miedo de la familia Luthor, pero había demostrado de que ese apellido no merecía a Lena. 

Segundos después, miró a Kara con una mueca porque había tardado un poco, pero su novia le correspondió con una sonrisa. La rubia simplemente alzó la mano para que su chica entrelazara sus dedos y así marchar a casa. 

Con una visita inesperada.

Como un amor de verano (y algo más)  | SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora