II

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Prometió no volver a pisar el bar. Kara se repitió que no debería tener estos sentimientos cuando lo había pensado detenidamente y, si iba de nuevo, no pararía de darle vueltas. Más de las que le había dado ya después de verla. 

No es que diese por hecho de que la pelinegra volvería a su vida y mucho menos que volvieran a ser amigas o incluso tener algo, pero se conocía demasiado bien. Ella iría para irrumpir  su trabajo y finalmente conseguir los detalles que le estaban carcomiendo la cabeza. Y seguro que dándoselo o no, se arrastraría a Lena para quizá reparar la amistad que habían tenido porque, al fin y al cabo, le importaba más de lo que debería.

Sin embargo, fue consciente de que, a pesar de ello, la pelinegra no se lo merecía porque era injusto. Tenía que ser Lena la que se arrastrara a sus pies. Y, si hablaban y pasaba algo por alguna razón (que supo que era inexistente porque conocía demasiado a la chica que le robó el corazón), no se lo pondría tan fácil. No quería volver a agarrar nuevamente ese cuchillo y menos cuando ahora no valía la pena. Quizá había activado su mecánica de defensa.

Así que se había alejado, pero unos días después el destino se burló de ella.

Estaba caminando con su hermana por el centro comercial. Habían quedado porque Alex necesitaba consejo. Celebraba por primera vez el cumpleaños de su novia Kelly y quería comprarle algo perfecto. La rubia intentaba pararse por varias tiendas y al final rodó los ojos cuando la pelirroja de su hermana negó con la cabeza en la última, no muy convencida.

—Alex, llevamos ya tres vueltas. Me duelen los pies —se quejó la rubia sentándose en el primer banco vacío, casi echándose en él como si fuera un cachorro exhausto después de dar trotes.

—Lo siento —suspiró su hermana dándole la razón porque no habían parado ni un segundo y se puso delante de ella—. Mira, hagamos una cosa. Voy hacia aquella tienda a echar un vistazo. —Señaló con el dedo—. Mientras, esperas aquí y descansas un poco. ¿Quieres un pretzel cuando vuelva? —ofreció como recompensa.

—Dos —sonrió feliz ante la mención de la comida y Alex se echó a reír, dándose la vuelta después de asentir.

Vio a su hermana partir y estiró las piernas para masajear los muslos. Envidiaba que ella fuese agente de policía porque se notaba que no se cansaba ni aunque llevasen ocho horas de pie. Luego hizo un puchero porque parecía que no habían avanzado nada con el regalo. Conocía a Kelly y sabía que cualquier detalle tonto le gustaría porque lo que más le importaba era Alex, pero su hermana era muy cabezota. 

Se miró a sí misma viendo sus manos vacías y se dispuso a coger su móvil para entretenerse, pero justo delante de ella, visualizó de reojo como una cartera de alguien cayó impactando contra el suelo.

—¡Eh! —Kara llamó rápidamente—. Disculpe... —Se levantó en el proceso que cogía la cartera y prosiguió para encontrarse con la persona y dárselo—: Se le ha caído...

Y contuvo la respiración cuando alzó la vista, observando aquellos ojos verdosos que reconocía a la perfección.

—Hola, Kara —saludó Lena con el ceño ligeramente fruncido pero no sorprendida. Luego se fijó en sus manos y soltó un "oh" apenas inaudible—. ¿Me estabas robando? —preguntó.

—¿Qué? ¡No! —exclamó la rubia automáticamente en pánico—. Nunca haría eso, Lena. Yo solo...

—Kara, solo estoy bromeando —calmó Lena con una sonrisa torcida y el pecho de la rubia se tranquilizó.

—Vaya, lo siento por haber reaccionado así —gimió, casi mordiéndose la lengua al darse cuenta de que al final se había disculpado.

—No te preocupes. —La pelinegra le restó importancia—. Aunque creo que ya nos conocemos y...

—Es que ha pasado mucho tiempo, ¿sabes? —interrumpió la rubia sin poder controlarlo—. Creo que es normal. Pasan los años y parece que nada cambia, pero lo hacemos. Quiero decir, no hemos sabido una de la otra desde... —titubeó y suspiró—: el instituto. Así que perdón por haber reaccionado así, que no sabía que estabas de broma —se disculpó de nuevo y esta vez se mordió la lengua por no poder evitarlo, extendiéndole la cartera.

—Tienes razón. Es todo tan repentino y... raro —coincidió Lena cogiendo su cartera y Kara se reajustó las gafas sin poder evitarlo. Luego se miraron a los ojos y transmitieron muchas cosas. Algunas indescifrables y otras sensaciones pasadas. Pero Kara no fue capaz de decir nada. O más bien no quería caer en la tentación por mucho que lo ansiaba—. Sin embargo, no deberías pedir perdón —prosiguió—. En realidad... —enfatizó un poco mordiéndose el labio y agachó la cabeza—. Mejor da igual.

—¿Todavía sigues siendo oscura? —Esta vez bromeó Kara haciendo que la pelinegra se sorprendiera y arrancó una pequeña risa. Siempre le decía eso porque no mostraba sus sentimientos o emociones.

—Quizá sí. —Ladeó la cabeza de un lado a otro con una sonrisa y la rubia asintió, desviando la vista al suelo. Lo primero en que Kara se había fijado en Lena había sido sus ojos verdosos, pero verdadera debilidad era su sonrisa—. Bueno... —llamó su atención—. Gracias por no robarme. —Agitó la cartera y se dio la vuelta, mirando por encima de su hombro—. Cuídate y espero verte pronto. —Sacudió la mano y se marchó sin más.

La rubia se quedó estática en el lugar. No sabía muy bien que estaba pasando ni qué debería de sentir ya. Ni siquiera estaba segura de haber escuchado bien. ¿Había dicho de verse pronto? ¿Ella quería verla? ¿Por algo en concreto o simplemente lo había dicho por compromiso?

Parpadeó y suspiró como respuesta. No lo sabía. Lo único que sabía era que se iba a quedar con la incertidumbre. Antes no había presionado ni le había atacado porque sabía que no era el momento y al final había decidido bromear con algo del pasado por si podía leerla entre líneas, pero sus expresiones seguían siendo las mismas. 

Alex regresó con la comida prometida, pero lució un ceño fruncido al ver que Kara no se había entusiasmado como siempre y la rubia finalmente le habló sobre el encuentro con la pelinegra. No es que quisiera ocultárselo, pero había supuesto que su hermana no se lo tomaría bien porque ella había aguantado horas de llantos por su culpa. Sin embargo, le sorprendió al verla tan calmada y finalmente le dio la razón: Lena sabía perfectamente que no tenía derecho o que había destrozado la confianza o que no podía hablar como si no hubiera hecho nada. Y sí debería ser ella quien tendría que buscarla, pero dárselo a entender para que tuviera valor de hacerlo; demostrarle que estaría ahí para escucharla.

Como un amor de verano (y algo más)  | SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora