VI

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No había sido fácil, pero honestamente nunca lo fue para ambas.

Cambiar de ciudad, de trabajo, dejar a sus amigos y familia... Apartarse de cosas así, con lo que habías crecido durante tu vida, era chocante y doloroso. Y no solo eso. También el temor de lo que ocurriría después de una larga, incómoda e intensa charla con alguien a quien te había hecho daño o habías hecho daño. Las dos habían tenido miedo a que el pasado frenaran sus planes o incluso que lo echara todo por la borda.

Pero había salido totalmente como esperaban. Perdonar y pedir perdón para automáticamente mejorar. Una oportunidad que iban a aprovechar. Ni Lena ni Kara habían podido negar que sentían algo demasiado asombroso y mágico a pesar de todo y querían luchar por lo que tenían. Ambas querían trabajar, consolidar, entender, aceptar y construir su relación. Hacer lucir ese amor incondicional que estaba escondido desde hace años sin miedo a nada, sin que nadie lo estropee.

No se habían ido a Australia de inmediato. Habían tenido que dejar todo arreglado antes de despedirse y coger todo el dinero que habían ahorrado. Todos sus círculos menos la familia Luthor lo sabían. Ellos, por supuesto, seguían enviando amenazas, intentando perseguir a Lena quien se escabullía. Las dos simplemente los ignoraron, preocupándose de lo que iban hacer juntas y no con ellos. Hasta la pelinegra no había tenido problemas en cambiar el número de teléfono.

La única que había estado en desacuerdo era Alex. Había hablado con la voz de la razón de que aquello no sería ponerle fin al verdadero problema y había sacado a relucir su lado sobreprotector: era su hermana y había visto y vivido todo lo que había sufrido Kara. Había escupido que estaba tomando decisiones apresuradas y le había recordado sus noches de llanto por aquella mujer que le había roto el corazón.

Sin embargo, Alex se había rendido. Porque Kara no había objetado nada. Incluso le había dado la razón a todo lo que le había dicho. Pero había insistido que ese, realmente, era su problema; su decisión. Porque no le había pedido permiso, solo le había informado de la situación. 

No obstante, Alex finalmente le había apoyado cuando Kara le había hecho ver que la pelinegra siempre había sido su salvavidas. Le había explicado detalladamente que Lena había intentado protegerla a toda costa, del motivo por el cual le había dejado desconsolada, aunque no hubiese tomado las decisiones acertadas. Le había repetido con seguridad que Lena seguía siendo la misma chica de quien se había enamorado; aquella que confiaba con los ojos cerrados.

Y no habían sido las palabras de Kara que había hecho que Alex estuviera de acuerdo. Había sido la actitud de Lena conforme su hermana lo había descrito. Aquellos ojos verdosos que habían brillado cuando había estado al lado de Kara mientras había estado contando sus planes. En cómo la pelinegra había agarrado su mano con firmeza con la esperanza de que nunca se soltasen. Aquellas sonrisas tan amorosas puestas cuando se habían abrazado cuando la pelirroja había estado preparando el té.

Alex sabía entonces que la exreportera de CatCo no iba a ser la única en que haría lo que sea para que durara, acercándose al infinito. También lo iba hacer Lena. Si Kara iba a sufrir sería por ver a Lena embarcar en ese avión rumbo a Australia sola, sin ella. Y Alex no había dudado entonces en echar una mano.

Y la pelinegra no había cuestionado en ningún momento todo lo que la rubia hacía por ella. Admiraba y amaba cada parte de Kara desde siempre porque nunca había desvanecido. Confiaba en su palabra, aunque otros podrían ponerla en duda por todo lo que habían pasado. Pero quién era para juzgar o qué demonios importaba lo que los demás dijeran si ellas eran las únicas que sabían lo que estaban sintiendo y viviendo.

Sin embargo, eso no era lo que le había carcomido durante los últimos días en National City. Lena no había podido parar de pensar en lo egoísta que estaba siendo: le estaba arrebatando la vida de Kara y era por su culpa después de todo. La rubia estaba renunciando aquellas cosas que había conseguido en National City, aunque fuese ella quien le había pedido mudarse a Australia.

Como un amor de verano (y algo más)  | SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora