III

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Kara paró de darle vueltas. Bueno, lo intentaba. Habían sido solo encuentros casuales, nada más. La pelinegra demostraba que no hacía el esfuerzo de hacer algo porque pasaban los días y ella parecía que le había empujado de nuevo. Incluso había pasado por el pub con sus amigos, pero ella le había esquivado y había desaparecido en toda esa noche. 

Tenía que pararlo; el pensar todo el rato en ella con la esperanza de que se encontraran de nuevo, de que hablaran y, quizá, solucionaran las cosas. Kara tenía que frenar lo de esperar algo cuando sabía perfectamente que no iba a venir. Odiaba no poder dominar los sentimientos u odiaba que su corazón la delatase. Pero más odiaba que la pelinegra fuese dueña de ellos sin merecerlo. Estaba en una guerra contradictoria. Un día la llamaba imbécil por haberle hecho daño y al otro día la echaba de menos porque tenía ganas de abrazarla. No se entendía ni ella. Lena siempre ponía su mundo patas arriba.

El ascensor sonó y Kara se abrió paso hacia su escritorio cuando las puertas se abrieron. Caminó cabizbaja, mirando algunos informes que había recolectado Nia de una gala de anoche. No había descansado por pensar demasiado en Lena porque se dio cuenta de que habrían cumplido otro aniversario juntas. Se había imaginado miles de escenas como habían planeado y suspiró por seguir todavía pensando en eso.

—Ug, disculpe... —pidió Kara cuando casi chocó contra la espalda de alguien, pero se quedó congelada nada más la otra persona se giró—. ¿Lena?

—Hola, Kara —exhaló y la reportera viró sus ojos a sus dedos que se movían rápidamente—. Si no estás ocupada... ¿puedo hablar contigo un momento? —titubeó un poco nerviosa—. ¿Por favor? —preguntó al ver la boca entreabierta de la rubia pero sin omitir ningún sonido.

—Erm... Claro —contestó la rubia sin pensarlo dos veces. Había accedido al ver sus ojos esperanzadores y pensó que era por algo bueno. Por fin. Así que agitó el brazo hacia su escritorio ante de dejar la carpeta sobre la mesa y Lena suspiró de alivio, sentándose finalmente una frente a la otra—. Tú dirás —habló al verla un poco... indecisa, como si estuviera debatiendo algo.

—Mi familia se ha mudado a National City porque mi hermano ha expandido su empresa y... —exhaló la pelinegra mientras que Kara fruncía el ceño. De todas las conversaciones que se había imaginado, esta, sin duda, era la que menos esperaba—. Sé cual es tu trabajo. Investigas, preguntas, coges la mayor información posible, vas a todos los sitios personalmente...

—¿Podrías ser más directa? —pidió relajadamente, intrigada a la vez que atónita por sus balbuceos.

—Estoy segura de que te mandarán para hacerle una entrevista a mi hermano, el CEO del futuro L-Corp. No preguntes por qué —se adelantó al ver que la rubia abría la boca—. Solo... —titubeó—. No pongas nada en su contra y habla lo mejor posible de ellos. —Puso la mano encima de la mesa e intentó agarrar la de Kara, pero la reportera se cruzó de brazos antes de que eso sucediera.

—Perdona, ¿qué? —Frunció el ceño incrédula, procesando la información y más ante su inesperado gesto—. ¿A qué viene esto?

—Por favor, te pedí que no...

—Lena —interrumpió un poco cansada con esa actitud misteriosa—. ¿Qué quieres decir con nada en su contra? ¿Hablar bien de ellos? ¿Es que hay algo malo? —preguntó perdida, pero la pelinegra suspiró.

—Solo hazme caso, por favor.

—Deduzco que me estás pidiendo que mienta —gruñó y la pelinegra agachó la cabeza, jugueteando con sus dedos—. Esto es increíble.

—Kara...

—No —negó la rubia llamando su atención—. No tienes derecho. No...

—Ya lo sé, pero...

—Pero nada, Lena —cortó de inmediato, cada vez más enfadada. Nunca le decía nada de lo que pasaba exactamente—. No puedes exigir y dirigir mi trabajo. Tienes una cara tan dura de presentarte aquí como si nada, pedirme lo que quieras y más sin que pueda saber ciertas explicaciones sobre ello. Explicaciones de todo en realidad —recalcó y la pelinegra hundió la mirada en su regazo—. Además, no llevo ni un mes como reportera y con un evento tan grande es imposible que vaya yo. Por no decir que crees que te voy hacer caso, como si nada —escupió sin poder controlarlo.

—Kara...

—Adiós, Lena. —Cogió la carpeta sin mirarla porque sabía que sus ojos cristalinos eran otra de su perdición—. Por lo menos yo me despido —masculló dolorosamente, sabiendo que sus palabras tenían doble sentido y Lena asintió, levantándose de su asiento sin decir nada más porque sabía que la rubia tenía razón.

Kara intentó no pensar en ello. Quiso alejar a la pelinegra porque estaba claro que no le hacía bien. No podía creer lo que había escuchado hace un momento. Pensó que por fin había ido hacia ella por las dos y resultó ser una petición que jamás había pensado que haría. Si hubieran hablado las cosas, al menos del por qué quería que hablara bien de su familia, quizá podría entenderla. Pero no lo hizo en absoluto. Ni siquiera luchó por ello. Por nada. Odiaba que fuese tan oscura como ella lo definía.

Pero, después de una hora, todo se detuvo. Esos pensamientos negativos y molestia se fueron de inmediato. Y es que Cat, su jefa, le había llamado para cubrir expresamente esa entrevista. Todavía no podía creerlo. En toda la planta había gente más cualificada para hacerlo y la había elegido a ella, siendo la más nueva. Y lo más importante es que Cat le había explicado que el pequeño Luthor había citado textualmente "vemos que la señorita Danvers es capaz de manejarlo, la queremos para la entrevista". 

Sin saber lo que estaba pasando, Lena ya lo sabía de antemano y supo entonces de que había venido no para que su familia ganara voz y voto en esta ciudad, sino como si fuera una especie de advertencia. Kara nunca conoció a sus padres debido a la mala relación que tenía la pelinegra con ellos, pero estaba segura al cien por cien de que si le había hablado de ella.

Y Kara todavía no sabía por qué, pero le había hecho caso a Lena. Al menos a medias. Sin alabarlos, pero tampoco destruirlos. No estructurado ni crítico. Era simple y aburrido pero suficiente para contentar a Cat. La entrevista había sido un poco dura. Incluso había querido marcharse de allí cuando Lex había insinuado su desprecio por las personas, por no decir que su xenofobia era bastante clara. Y había tenido ganas de patearlo cuando había menospreciado indirectamente a Lena. Lo sabía porque era su única hermana y había soltado de que ojalá hubieran adoptado a un perro porque eran más fieles.

No sabía qué pasaba, pero tuvo la esperanza de que Lena se lo contaría.

Como un amor de verano (y algo más)  | SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora