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Después de varios días, Kara había intentado sentirse mejor, pero no podía parar de pensar en Lena. Las últimas palabras que le había soltado lo había sentido con sinceridad. Pero se percató de que no había sido suficiente porque no había sonado a despedida. Kara, en realidad, no quería que fueran sus últimas palabras. 

La rubia se dio cuenta de que no lo logaría hallar la paz hasta que Lena le contara por qué le había dejado así con el corazón roto, pero ninguna teoría le había servido. Hasta se había preguntado al final si había sido culpa de ella, pero no sentido porque, después de lo sucedido, había comenzado a recordar los momentos con Lena: le había demostrado día tras día que la quería por encima de todo y había sido la chica que siempre había soñado. Tenía que haber algo para que Lena hubiese tomado esa decisión tan drástica como para cambiar sus vidas.

Entonces Kara había deseado volver a verla y hacerle ver que estaba, más o menos, equivocada. Que ella estaría ahí todavía, aunque solo para escucharla. Solo quería la verdad y enterrarlo todo. Sentir esa paz al fin y al cabo. 

Y el destino le hizo caso.

Estaba tomando su descanso en el trabajo y Kara bajó a la cafetería de al lado porque le encantaba el café de vainilla que servía en ese local. Solo tenía quince minutos, así que quiso uno para llevar. Estaba en la cola hasta que llegó su turno con su café recién envasado y servido.

—Maldita sea... —masculló Kara cerrando su bolso y miró a la camarera—. Perdón, me he olvidado la cartera y...

—Cóbralo por aquí.

Esa voz atravesó sus oídos y la rubia intentó controlar su corazón (misión fallida). Cogió el café y se retiró de la cola, pero esperó a que Lena terminara con su pedido.

—No tenías por qué hacer eso —susurró deteniendo a pelinegra cuando se dio la vuelta para marcharse y apretó los labios cuando la vio sorprendida—. Pero gracias.

—Solo te vi en problemas. Era lo menos que podía hacer... —Le dedicó una sonrisa ladina y Kara suspiró al saber que sus facciones reflejaban tristeza—. La verdad es que pensé que te ibas a ir como si nada, aunque no te culparía. Yo...

—Lo siento por lo del otro día —interrumpió Kara comprendiendo su rostro sorpresivo y miró hacia delante, andando con ella para salir fuera—. Pero deberías saber...

—Lo sé —interrumpió Lena—. Tienes toda la razón... en todo lo que dijiste.

—Ya, sí. Por eso no me retracto de lo que dije. Solo lo siento por las formas en que lo hice —se sinceró Kara agitando su café de un lado a otro, caminando por la acera junto con la pelinegra.

—No lo sientas. Soy yo la que debería disculparme. Primero porque escuché conversaciones ajenas y luego... —suspiró Lena—. Yo solo quiero...

Se quedó en silencio y Kara la miró de soslayo, como si estuviera meditando en qué decir. Suspiró al ver que se habían quedado en silencio, solo escuchando el sonido de los coches, de pisadas de otras personas y gritos alegres de otros lados. Kara abrió la boca un par de veces, pero no sabía qué decir en realidad. Solo esperaba a que Lena continuase.

—¿Te acuerdas cuándo nos quedábamos hasta tarde comentando series? —preguntó a pelinegra de repente haciendo que Kara frunciera el ceño—. El otro día vi aquella serie y...

—¿A dónde quieres llegar, Lena? —preguntó Kara abruptamente, deteniéndose en el camino. La pelinegra se detuvo también—. Quiero decir, ¿a qué viene eso? ¿Para qué? —preguntó intentando mantener la calma y su acompañante exhaló.

—Porque sé que te hice daño y me siento culpable por todo lo que pasó. Sé que estás mal por mi culpa y...

—Lena —cortó sus palabras, no sabiendo exactamente a qué venía todo esto—. ¿Qué es lo que quieres?

Como un amor de verano (y algo más)  | SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora