Capítulo 4.

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Mi cabeza cada vez intensificaba su dolor. No podía procesar nada. El girasol, la luz encendida en el cuarto de Salmée y ahora esto.
¿Podría estar volviéndome loco y todo esto es tan solo un producto de mi imaginación? o realmente esto estaba pasando de manera real? No. Me negaba a creer eso, no podía. ¿Por qué ahora? ¿por qué?
Dejé los anillos en la mesilla de noche y bajé a preparar la cena. No estaba muy seguro de que Valeria viniera esa noche, pero aún así decidí prepararle algo sencillo. Aunque sabía que no iba a volver.

La canción que me acompañó esa noche, no sé si fue de manera racional o no el ponerla, pero fue una balada. Una, que se pone para que uno llore por sus recuerdos poniendo de excusa la canción. Esa noche mi almohada iban a ser las dulces voces de seventeen, if you leave me ahogó mi corazón y mi cabeza dejó de doler. Ahora solo dolía el alma. No sabría decir con claridad que duele más o que es más llevadero de llevar.
La piel tarda en cicatrizar 7 días, pero, ¿cuánto tarda el alma?

Los segundos pasaron a ser minutos, los minutos en horas y las horas en eternidad en aquella oscura habitación.
¿Valeria seguiría enfadada? Era muy probable, llevaba horas sin responder a mis mensajes.
Despejé mi cabeza, por lo menos intentarlo, con una película. Esa noche parecía no ser la mejor en cuanto a las decisiones que estaba tomando constantemente, pero igualmente se reprodujo Antes de ti en la pantalla.

No sé en qué momento caí en los suaves y cómodos brazos de Morfeo, pero me desperté totalmente revitalizado, como si la noche anterior no hubiera sido más que una simple pesadilla. ¿Lo fue? No,no había sido una pesadilla, fue tan real como todo.

Sin darle más vueltas al asunto me preparé para ir a trabajar. Limpié el plato de comida que le había dejado a Valeria, me despedí de Apolo, prometiéndole un gran paseo al volver, y salí de casa tomando café en mi termo e intentando convencerme de que hoy iba a ser un día tranquilo.
Bueno, por lo menos hice el intento de engañarme.
En el momento en el que mi culo tocó la incómoda silla de mi oficina Mark vino a ver cómo estaba y a traerme más papeleo para revisar.

-Valeria me llamó anoche- pude notar en su voz un ligero nerviosismo impropio del.
-¿Y eso?- respondí intentando sonar como si nada pasara.
-Lucas, soy tu mejor amigo desde los 6 años, ¿qué te ocurre? sé que no estás bien- dijo sentándose en la silla que tenía a su derecha mientras su mano le regalaba una ligera caricia a la mía.
-No puedo Mark- dije apartando mi mano sin ser muy brusco.
-¿No puedes? ¿con qué? solo quiero ayudarte.
-No lo entenderías, pensarías que estoy loco y no puedo permitir eso.
-Lucas, deja de decir gilipolleces y dime que te pasa. ¿Es Valeria?- dijo mientras intentaba buscar mi mirada.
-¿Valeria?- respondí conectando nuestras miradas.
Mark simplemente calló, quizás para pensar cómo debía responder a esa pregunta o simplemente para que el silencio se apoderase de mí y empezase a contarle todo, pero no.

-Valeria cree que la estás engañando, y que pones la excusa de Salmée para que no parezca raro.
-Mark,alguien me está mandando señales. No estoy engañando a nadie.
-¿Señales?
-Hace un par de noches me dejaron un girasol en el ventanal que da hacia el salón. Después, mientras paseaba vi como las luces del cuarto de Salmée estaban encendidas y ayer dejaron nuestros anillos de compromiso en mi casa con una nota con mi nombre.

Ante mis palabras Mark palideció y apartó su mirada para dirigirla al suelo. ¿Acaso Mark sabía que estaba pasando? No, él me lo habría dicho, aunque a estas alturas todo esto es demasiado confuso.

-Lucas, ve a casa, necesitas descansar. Yo me ocupo de esto, lo haré bajo tu nombre.
-No es necesario que hagas esto, creo que lo mejor es que me quede, estar en casa solo me produce malestar y no la puedo sacar de mi cabeza.
-Lucas es normal que te pase, es tu pareja, y eso siempre pasa cuando las parejas discuten.
-¿Qué?
-Valeria, Lucas.
-Ah, si, cierto. Es mejor que si, que me vaya. Gracias Mark.

En las horas siguientes mi día estuvo tranquilo. Apolo y yo fuimos a pasear al parque, compramos algo para cenar y compramos unas flores para decorar un poco el insípido salón. Tranquilos, no fueron girasoles, fueron unos tulipanes rojos.
La noche llegó en menos de que pudiera darme cuenta y para no pensar fui directo a la cama, ahora que no estaba Valeria la cama parecía tres veces más grande, más vacía, más solitaria.
Y mientras mi cabeza empezó a reproducirme una amplia gama de recuerdos con Valeria, Morfeo volvió a acariciar mi cabeza y me rendí ante él.

Los ladridos de Apolo volvieron a hacer eco en la habitación y no pude evitar temblar. No quería ir, quería dormir. Intenté que Apolo simplemente se cansara, pero parecía que aquello no iba a suceder.
Me puse mis zapatillas y volví a bajar, mi mirada analizó el ventanal minuciosamente y ahí estaba.

Era una carta con mi nombre.

Los besos que no pude regalarte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora