Capítulo 10

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╰─────────────➤✎ Inefable 🍂

Santander subía a largos trompicones hacia la segunda planta del recinto, su rostro emulaba que estaba molesto, y por ello nadie quiso molestarle mientras se dirigía al despacho personal del libertador. Estaba furioso, o bueno, ya no tanto, pero sentía tanta impotencia..

Se detuvo brevemente para calmarse y suspirar. No, no debía perder los estribos, sabía de primera mano lo que pasaba cuando se enojaba, pero simplemente no podía evitarlo. Trabajar pesadamente, y TODO mientras Simón resolvía "unos asuntos" desde hacía seis meses, porque siempre era así, desde que había asumido la vicepresidencia, él hacía las cosas, se encargaba de gran parte de las firmas, de organizar las reuniones, de encargarse de que no se mataran entre sí, del tesoro... aunque en la defensa de Simón, él también se encargaba de ello,incluso de manera más exhaustiva, pero esos días, debido a organizar lo de la campaña en Guayaquil y estar ocupado en distraer su mente de ciertos "pensamientos", no había querido pensar en nada más, dejando todo a Santander alegando que estaba muy cansado.

Pensando en ello, iba a devolverse, pero nada más recordar el gesto altanero de Sandes, su furia volvió y retomó camino.

Podía soportar ser el segundo al mando, ser la sombra de alguien más, siempre lo había sido. Podría soportar ver el rostro de personajes tan repelentes para él, como Manuelita Sáenz o el General Sérviez, quienes al igual lo miraban con desprecio totalmente correspondido, había soportado incluso, dos balazos por Simón, y podría soportar eso y más, todo ello también por el presidente, que podía llamar también "un gran amigo".

Pero el irrespeto, que no lo tomasen en cuenta, ya era un límite para él. No soportaba verse excluido en decisiones esenciales, y que la gente lo hiciera menos ¡Era el Vicepresidente, exigía respeto y nada más!

A diferencia de Sucre, o de cualquier otro, al llegar, ni siquiera hizo caso al niño Pedro que le decía con su voz aflautada "El libertador está ocupado, le recomendaría no entrar". No, debía hacerlo a lo bestia, y sin avisar abrió repentinamente la puerta.

Simón seguía en medio de su culpa, con la cabeza en el mueble y sus brazos cubriéndola hasta que sintió que la puerta era abierta. Ni siquiera se molestó en preguntar quién era, ni en levantarse, hasta que escuchó quién le hablaba

— Presidente Simón Bolívar, Tenemos que hablar - Se oyó la grave voz del vicepresidente de manera tirriosa — Si no es molestia, ahora.

Simón quedó en blanco. De todas las personas que podían entrar a su despacho en ese momento, tenía que ser Santander; Y estaba molesto, lo notaba. Sinceramente esperó que se cansara y se fuera, así que fingió roncar.

— Vamos, General. No soy idiota — le escuchó decir mientras los pesados botines del granadino se acercaban a su despacho, hizo sus ronquidos aún más fuertes.

— Simón — Escuchó que le llamaba por su nombre. Comenzó a zarandearle de un lado a otro, un poco calmado, aunque furibundo todavía — Sé que no está dormido, venga, deme la cara.

— No tengo ganas de hablar ahora. — dio su respuesta, sin moverse en absoluto — Si no es urgente le recomendaría irse.

La furia volvió al pelinegro, quién sin querer pateó la mesa, haciendo que el libertador se sobresaltara, quedando sentado ahora sí en la silla.

— ¡Animal! — Vociferó por la sorpresa, ahora si mirando al rostro de Santander, Quién ignoró su disgusto para comenzar a reclamar

— ¡Claro que es urgente! ¡A diferencia de otros yo no le hago perder su tiempo! ¿¡Quiere saber por qué?! Ah..espere ¡Por qué su tiempo es más valioso que el mio! ¿¡No?! ¿A qué estamos jugando? Porque parece que soy yo el presidente de este platanal cuando nadie quiere hacerse responsable de sus cosas, pero cuando es la hora de los méritos, valgo menos que un prisionero.

Inefable "Sucre x Bolívar"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora