Capítulo 3

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╰─────────────➤✎ Inefable 🍂

Para ser solo una casona, Se las habían arreglado para que el Imponente San Alejandrino, se adecuáse para una pista de baile impresionante.

Las mesas y las sillas de la levita se habían transpasado al fondo de la edificación, convirtiendo la sala de visitas, en una zona vacía y totalmente apta para un largo baile.

No había confite, pero para solucionar ello, los dueños del hogar colocaron en la mesa principal, copas de vino Burdeos, para el inicio, Vino Chavernèt traído desde Francia y Sabajón una vez todos estuvieran al calor de las masas.

La estancia estaba alumbrada con candelabros y un juego de luces y lámparas que lograban una iluminación aunque potente, bastante sobria y agradable.

Y los sirvientes (Todos mestizos o Mulatos, ningún esclavo obviamente) estaban bien vestidos.

Se podría decir que Los anfitriones estaban muy contentos con el resultado. Y claro que deberían estarlo, después de todo, tenía que estar todo perfecto, ya que el baile había sido ordenado por el mismo libertador, y el Libertador, si habían dos cosas que le caracterizaban, era su vanidad y su deseo de una buena fiesta.

Don José Antonio Portocarrero y su esposa, Doña Inés Ricaurte de Portocarrero estaban orgullosos de su trabajo. Y de su hogar, que a pesar de pequeños contratiempos, lucía como una pista que nada debía envidiar a los salones Venezolanos o Guayaqueños.

Sin embargo faltaba algo.

— ¡Petra! — Gritó Don José, una mestiza se acercó a su lado.

— ¿Qué desea, señor?

— ¿Qué pasó con las bandejas de Plata?- Preguntó — ¡Faltan 10 minutos!

— Mi Don, tiene que entender, el señor Domingo no prestó las bandejas.

— Ese señor me tiene tirria. No tengo pruebas pero tampoco dudas — Masajeó su sien por unos momentos — En fin. Tocará usar las de Cobre.

Y así, como dijo José. En 10 minutos llegó todo el mundo.

Como había predicho Pombo, Santander fue el primero en llegar, Con un traje negro y rojo de militar, aunque finamente peinado, y que resaltaba su rostro aún juvenil. No portaba sus medallas, pero sí una chamarra y sus ya características botas.

Juan José Flores y su compañero Arismendi, caracterizados por su puntualidad, llegaron a tiempo. Flores tenía un frac azul, con cuello alto y toques plateados que delineaban su buen porte, al igual que Arismendi, cuya diferencia era el relieve sobre su chal rojo vino tinto.

Miguel Pombo tampoco decepcionó, con su sombrero de copa alta, y las señoritas que apenas llegaban tampoco.

Vestidos de mantilla, Chales, Joyas y cuanta cosa pudieran utilizar en su rostro y ropa para que diesen cuenta de su estatus social. Los peinados, el vestido Cian que finalmente terminó usando Manuelita que daba un poco debajo del escote, los zapatos de doña Inés, Mary English con sus vestidos oscuros y sus labios rojos, la delicada figura de Nicolasa Ibañez que terminó haciendo sucumbir al más alto de la reunión, y por supuesto, la belleza natural de Benardina y sus finas maneras.

Páez fue el siguiente, junto con el libertador, pues al Páez no tener una casa en Santafé, se quedaba en la casa del libertador.

Antonio tenía una ropa bastante diferente a la que solía llevar normalmente, pues llevaba ropa hecha "a la francesa". Camisa de color rojo, sin algo que le cubriese el pañolón. Pantalones ajustados y un cinturón dorado, además de su calzado y un nuevo corte de cabello en su pelo castaño, y sus orbes pardas.

Inefable "Sucre x Bolívar"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora