╰─────────────➤✎ Inefable 🍂
No pudo esperar a llegar a su despacho, bastante presuroso, pasando por delante de todas las personas y sin responder a ningún saludo de nadie. No se sentía con ganas, se sentía enfermo, asqueroso,entre otras cosas más, su mente ahora era un remolino de caos y confusión.
Al llegar inmediatamente cerró la puerta, y se sentó en aquél asiento que tenía en frente de su escritorio.
Y al sentirse finalmente seguro, se agarró los cabellos castaños con desesperación. No sabía que le estaba pasando, y le aterraba averiguarlo.
Es decir, nunca tuvo ese tipo de reacciones, ni siquiera con sus amantes de una noche, ni siquiera con Pepa, ni siquiera con Feliza, ni siquiera con Nicolasa, ni con Benardina, ni con Fanny.... Amaba a las mujeres, el placer carnal que envolvía su cuerpo al notar las curvas, y los pechos de las mujeres eran su deleite, y todo el mundo lo sabía, él era conocido por ello.
Y por eso mismo, no lograba entender siquiera el por qué había pensado y reaccionado así de su compañero. ¿Acaso le parecía atractivo Antonio José? ¿Acaso le gustaría acostarse con él? Se sorprendió y se asustó de responderse un "posiblemente" esas preguntas.
Recordar todo... era asqueroso. O no asqueroso, pero sí degradante, sobre todo el sueño, lo que había tenido que hacer para que le pasara la calentura, y aquella despedida sólo hacía que se sintiera peor. Sin embargo, regresó a la realidad cuando un leve cosquilleo le alertó que sus piernas estaban temblando.
Y su miembro estaba semierecto.
Sólo atinó a taparse los ojos mientras trataba de evitar gimoteos lastímeros, al igual que reprimir sus lágrimas.
Se sentía sucio por morbosear a su amigo. Porque sabía que lo había hecho aún inconscientemente, sin su consentimiento. Y ahí, en su miseria, su mente en otra posible mala pasada, recordó una conversación de varios años atrás.
"Recuerda Simón. Ya hemos hablado de esto. Hombres no".
╰─────────────➤✎ Inefable 🍂
Sucre había retornado a la plaza hace un tiempo, preocupado por el libertador, y ¿cómo no? La manera tan repentina en la que se había ido había sido tan... extraña...
Enredado iba en ese pensamiento hasta que chocó con alguien, y al levantar la mirada, unos ojos verdes atinaron a mirarle con evidente superioridad.
— Oh... Mariscal Sucre — El contrario corrió la mirada, siempre lograba de alguna mirada u otra intimidarle.
— Brigadier Sandes — Antonio sólo prefirió llevar la fiesta en paz, mientras lo saludaba — No esperaba encontrarle por aquí.
— Personalmente... yo tampoco. ¿Y su amigo? Tadeo Mónagas creo... ¿es verdad que se fue? — el pelinegro asintió — Ya me parecía raro no verles juntos, ya que usted parece su perrito faldero.
Tuvo que contener la respiración varias veces para no responder ante la evidente provocación que sabía, el rubio le estaba dando. Arthur sabía muy bien que el contrario no iba a responder con violencia por la misma decencia que tenía. Y eso lo aprovechaba muy bien.
— No soy el "perrito faldero" de Nadie, Brigadier, con todo respeto. — contraatacó, cambiando su semblante — Tadeo y yo, somos muy buenos amigos, y nada más.
— Tan buenos que ya todo el mundo rumora sobre su relación, mariscal — volvió a hablar, ahora con un tono mordaz — Espero de todo corazón que ya usted conozca las habladurías de la gente, porque de otra manera, esto podría ser una... desagradable sorpresa.
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Inefable "Sucre x Bolívar"
Hayran KurguAquella era la palabra que describía lo que ambos generales sentían hacia el otro, un sentimiento que se podía confundir fácilmente con la amistad, la admiración, la confianza o cualquier emoción que pudieran sentir hacia el otro Simón Bolívar sabe...