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"En memoria de Eddie Munson".

Me levanté otra vez, dos, casi tres años después de que los Beckett me habían adoptado, y la verdad es que toda la magia que había sentido ese día desapareció rápidamente a la semana y media al darme cuenta de cual era mi trabajo en la casa.

Me di cuenta de que toda la casa y las relaciones entre familia eran un auténtico desastre, Dave se iba todas las mañanas a trabajar en un cubículo de un lugar donde se encargan de crear periódicos, pero su más grande aspiración era ser columnista y que sus cuentos puedan ser leídos por todos los niños del mundo. 

Casi siempre, luego de que Nate se duerma en su cuna y que Sarah vuelva borracha de jugar en el casino con sus amigas, Malcolm y yo nos sentábamos cerca de la chimenea y papá nos cuenta sus increíbles historias sobre un grupo de amigos, entre ellos una niña con poderes, y cómo existe otro mundo debajo del nuestro, que es exactamente igual al nuestro, pero en el cual habitan monstruos aterradores.

Amaba sus historias, pero lamentablemente en estas semanas había tenido demasiado trabajo, lo que hacía que se vaya muy temprano y vuelva cuando todos nosotros estamos durmiendo. La verdad es que Sarah no era para nada una madre si quitas el simple hecho de que parió a Nate y a Malcolm, siempre estaba fuera de casa, lo que hacía que la única persona que se ocupaba de todas las tareas domésticas fuera yo.

Lo malo es que los ingresos que producía papá con su trabajo no eran suficientes, Sarah gastaba más de la mitad en apuestas y jugando al póquer, así que me vi obligada a trabajar yo también. Malcolm se negó rotundamente, decía que él era el que debía trabajar; pero me mantuve firme en mi decisión, yo trabajaría, no dejaría que el chico arruine su futuro por estupideces como éstas. Mi futuro, en cambio, no tenía las mismas luces y oportunidades de las que tenía Malcolm, así son las cosas ahora.

Malcolm estaba demasiado ocupado en su mundo de adolescente, y dentro de poco tiempo se iría a estudiar a la universidad de Florida, pero de igual manera siempre me ayudaba con lo que podía y sobre todo con Nate, el que ahora tenía dos años, y era un auténtico demonio.

En un momento fui una huérfana en un orfanato de monjas, y de pronto me convertí en la madre de tres hombres y ama de casa.

Sí, ahora soy niñera. 

Excelente. Simplemente maravilloso. De pelos. Radical viejo.

Hoy es viernes, último día de la semana en el cual tenemos clases, y Dave no tenía trabajo por una mágica razón la cual no nos quiso decir, pero ahora mismo estaba delante del televisor vestido con mallas de entrenamiento las cuales se ajustaban a su cuerpo obeso, y estaba moviéndose al compás de una canción pegajosa y al mismo tiempo que un grupo de chicas. Parecía feliz, aparte de que estaba traspirando como si no hubiera un mañana.

Yo estaba en la cocina mientras preparaba el desayuno para todos menos para Sarah, la cual seguía durmiendo en su habitación y despertaría con la resaca de su vida. Malcolm apareció de la nada, y me ayudó a cortar frutas.

—Hola, hermana —me saludó el chico.

—Hola, bonito. ¿Cómo has amanecido?

—Bien, ¿y tú? Entré a escondidas a la habitación de nuestros padres y vi que mamá sigue dormida... —Ladeó la cabeza algo decepcionado—. No creo que despierta hasta mañana, y yo tengo planes hoy, voy a salir al cine con unos amigos...

—Descuida, yo me encargaré de la casa y de Nate, papá está aquí así que él también se ocupará del bebé cuando yo tenga que irme a la preparatoria y cuando vaya a trabajar al hospital. Sal tranquilo, nosotros nos encargaremos —le dije, con una sonrisa.

𝘿𝙚𝙖𝙧 𝙈𝙖𝙭... [ᴍᴀx ᴍᴀʏꜰɪᴇʟᴅ ʏ ᴛÚ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora