II

537 29 5
                                    

"¿Quienes son ellos? ¿Qué hacen en la habitación de Max?".

Genial. De pelos. La verdad que es espectacular.

Esto es una mierda.

Las cuatro paredes que me rodeaban, el suelo y el techo, eran tan deprimentes. Todo era tan deprimente. La mesa de hierro en frente mío, la silla vieja y aburrida en la que estaba sentada, el vidrio el cual no podía mirar hacia en otro lado, aunque sabía muy bien que alguien me miraba. El foco de luz iluminando la mesa y a mí, las paredes desnudas y de cemento. La única ventana que había me dejaba ver que el cielo estaba repleto de nubes y parecía que iba a llover, no podía pasar por allí si quería escaparme, aunque sería imposible, la cámara que estaba en una de las esquinas del techo me miraba con su lucecita intermitente.

Que aburrido todo.

De repente abrió la puerta un policía gordo y me recordó a Dave por su manera de caminar y por el simple hecho de que tenía una caja de donas y una taza color magenta. Me miró y yo desvié la mirada, era calvo y de ojos pequeños parecidos a cucarachas, llevaba puestos unas gafas rectangulares, y una nariz ganchuda y grande. En su saco de policía brillaba la chapita dorada con su apellido, "Tucker". 

—Son para que comas algo, estás desde hace varias horas aquí —dijo él, algo culpable.

Bueno, ¿ahora iba a jugar al policía bueno? ¿Dónde estaba el otro que hacía del malo? ¿Ya estaría en camino? 

Me pareció extraño, lo miré ceñuda, desconfié en un momento, pero la verdad es que tenía demasiada hambre así que no me quedó otra que acceder a su ofrenda de paz. Tomé una dona glaseada, era de chocolate, me la llevé a la boca y le di un mordisco. Estaba muy rico. Tomé un sorbo del café, y volví a sentir el calor recorrer mi cuerpo y dándome una sensación de paz y tranquilidad por un segundo.

—Gracias —mascullé en un susurro.

Él asintió con una sonrisa bondadosa, para luego preguntarme, serio:

—¿Así que tocaste "Master of Puppets" en el techo de la institución en la cual estudias?

No.

No, hombre, estaba tomando sol en Malibú, esa chica que viste que tocaba la guitarra como si estuviera endemoniada fue mi clon. Me hermana gemela.

—Sí, oficial. Eso hice. ¡Pero fue porque se ha cumplido un año de la desaparición de Edward Munson y a nadie en este pueblo parece importarle! —exclamé, algo enojada.

—¿Y a ti te importa verdad? —quiso saber con la ceja levantada.

No, we. 

No me importa, ¡obvio que lo hace!

—¡Sí! él tenía el derecho a tener una vida y a cumplir sus metas y más anhelados sueños, pero ahora no puede porque desapareció de un momento a otro —respondí—. La tierra se lo tragó, este pueblo se lo tragó.

—¿Qué quiere decir con eso jovencita?

Ya, éste sujeto me está hartando.

—Mire... ¿Oficial Tucker? Este pueblo detestaba a Eddie Munson, ¿y él? Él simplemente desapareció, y ahora todo el mundo hace como si nunca hubiera existido.

El hombre asintió en silencio, como si reflexionara mis palabras, como si reflexionara los hechos y la conversación. Su rostro parecía tener subtítulos, estaba pensando de todo, y yo misma podía darme cuenta de eso, yo solamente era una chica común y corriente que anhela que un pueblo recuerde a un chico que desapareció, era eso. No era nada más.

𝘿𝙚𝙖𝙧 𝙈𝙖𝙭... [ᴍᴀx ᴍᴀʏꜰɪᴇʟᴅ ʏ ᴛÚ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora