III

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Conociendo a Robin.

Desperté de la nada, y me di cuenta de que seguía sentada en el sofá en la habitación de Max. Me sobé los ojos, y luego tras pestañear repetidas veces, me levanté perezosamente para fijarme la hora. Era tarde, demasiado tarde. Me cambié de ropa allí mismo, no me importó demasiado al saber que Max seguía aún en coma, ella no me vería, nadie me iba a ver tampoco. 

Besé la frente de la pelirroja, les parecerá raro, pero la verdad es que aunque ella no podía responderme ni hablarme, ni nada parecido, yo la consideraba una amiga. Max era mi única amiga. Así que le tomé cariño rápido, lo cual era extraño en mí.

En el trayecto que corrí hasta la preparatoria casi me atropellan... Cinco veces. No debería sorprenderme, La Muerte siempre amenaza con llevarme consigo todos los días y en diferentes momentos. Pero cuando vi al Director parado con las dos manos en las caderas y expresión de querer asesinar a alguien, aparte de preguntarles a múltiples alumnos si me habían visto, en ese momento me di cuenta que mi vida se iba a ir al carajo en un momento a otro. 

Conectamos miradas, y la verdad es que nunca iba a huir de lo que había hecho ayer, de lo cual no me avergonzaba para nada. Me hizo una seña con la cabeza, me decía que entrara al edificio directo a la dirección. Parecía un toro raro, de esos que puedes ver cuando fumas demasiada marihuana y das uno de esos viajes astrales espectaculares, lo decía debido a su cara toda roja y a cómo las aletas de su nariz se abrían y se cerraban peligrosamente.

Tenía ganas de reírme, pero una parte de mí me decía que en realidad no debía hacerlo si es que no quería arruinar aún más la situación. El hombre me acompañó a su despacho, él caminaba detrás mío, podía escuchar fuertemente sus pasos y su respiración caliente en mi nuca.

Que asco.

Al sentarse en la silla, la cual hizo un ruido semejante a un pedo, clavó en mi rostro sus ojos color marrón cucaracha para empezar a recriminarme cada cagada que me había mandado en el colegio hasta llegar al momento de ayer, en el cual toqué música en el techo.

---¡¿Sabes qué podrías haber sucedido si te caigas del techo?! ---ladró, furioso.

Me hubiera muerto, ¿o no?

---¡¿Sabías qué nos hubiera pasado a mí y a los demás profesores si algo malo te hubiera sucedido?!

Eh... No quiero saberlo, gracias.

---¡¿Sabes qué va a pasar ahora?! 

---¿Qué cosa? ---pregunté.

El hombre respiró pesadamente varias veces antes de rugir:

---¡ESTÁS EXPULSADA!

¿Okey? Me hubiera imaginado cualquier cosa menos eso. Menos se expulsada de la escuela, no me lo esperaba ni me lo veía venir. ¿Qué les diría a mis padres? ¿Qué le diría a Dave? ¿Con qué cara miraría a Malcolm?

Mi patético mundo se derrumbó en ese mismísimo instante.

---¡Vete y no quiero que vuelvas a aparecer por aquí! ¡¿Entendido?!

Me gustaría haberle respondido de mala manera, decirle groserías o poner los ojos en blanco. No. No pude. Así que me levanté de la silla y tomé mi mochila, para luego salir de la preparatoria como si aún no me creyera lo que acababa de pasar.

A los pocos pasos de la puerta de entrada unos gritos desesperados que se mezclaban con mi nombre hicieron que me diera vuelta. Eran los chicos raros de la banda, las únicas personas en aquel asqueroso lugar que de verdad me habían apoyado en mi locura y malos días. Esperé hasta que los tuve frente a frente.

𝘿𝙚𝙖𝙧 𝙈𝙖𝙭... [ᴍᴀx ᴍᴀʏꜰɪᴇʟᴅ ʏ ᴛÚ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora