Capítulo 13. La lluvia de Weide D'Arcy

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No pude pegar ojo en el resto de la madrugada, aunque de todas formas, solo disponía de una hora para dormir antes de tener que alistarme para ir al campus.

En la estación me aseguraron que podía tomarme el tiempo que quisiese para interiorizar y estabilizarme por lo sucedido. No tenía que ir a la universidad si así lo deseaba, pero no quiero perder clases, y sobre todo, no quiero levantar sospechas, mi padre y mi tía no pueden enterarse de nada.

Papá no ha llegado aún, debió haber sucedido algo grave en alguna parte del pueblo para que se ausentara todo la noche, pero después de todo fue mucho mejor así, sino estuviese metida en otro problemón.

Pero bueno, no fue así, y heme aquí, dedicándome a ocultar cada indicio de la noche anterior en mi cuerpo.

Me coloqué un grueso jersey mostaza para cubrir los moretones en mis brazos, unos vaqueros enterizos y unas botas del mismo color del jersey.

Gracias clima de Weide.

Solo faltaba un pequeño pero indiscreto detalle, la herida, así que me coloqué el cabello de lado de tal forma que se tapara por completo, aunque eso no me preocupa demasiado, fácilmente puedo inventarle a papá cualquier excusa, él la creería, puesto que sabe que a su distraída hija todo le puede suceder.

Una vez iba bajando las escaleras la puerta principal se abrió, y mi padre se adentró dejando sus llaves y su chaqueta en uno de los ganchos de la pared de al lado.

—Buenos días tesorito —dijo sonriendo al verme.

Rodé los ojos sonriendo con tedio. Sabe que no siempre me agrada que me llame tesorito. Lo cierto es que siempre lo hace cuando sabe que va a molestarme, señal de que se ha percatado de mi cara de póker.

—Buenos días papito de mi corazón.

Sí, él es de esas personas que si estás molesta o en tus días, hacen lo imposible para verte más cabreada hasta el punto de que explotes. Él cree que es un método eficaz para que se te pase el enojo, yo creo que es una forma muy eficiente de hacerte perder la cabeza.

Ruse salió feliz de la cocina a recibirlo, papá acarició su pelaje a modo de saludo.

—Cierto canino necesita un baño, ¿te has dado gusto en el patio, verdad amiguito?

Ruse hizo uno de sus aullidos.

Me alegra que no entendamos lo que dice, aunque dudo que mi perro sea capaz de delatarme.

Mi padre me dio un abrazo fuerte donde tuve que simular que mi cuerpo no dolía de pies a cabeza.

—¿Has dormido bien? ¿Llegaste temprano anoche?

Odio mentirle pero es necesario.

—Sí, pero ya te habías marchado, supongo que hubo algún problema en el pueblo.

Papá entronó los ojos.

—¿No has leído la nota que te dejé pegada en la nevera?

Ups, un pequeño fallo técnico.

—Mhn, es que estaba cansada y fui directo a la cama —le sonreí inocentemente.

—Te dejé una nota cuando guardé tu cena, ¿no cenaste, entonces?

Me rasqué la cabeza.

Aunque no lo crean es más fácil mentirle a la policía que a mi padre, ellos no me conocen, pero mi padre sí, y mucho, sabe perfectamente cuando le miento, debo tener cuidado.

—Claro, he cenado en casa de Lies —eso no ha sido mentira, los macarrones estaban muy buenos.

Me miró por unos segundos seguramente examinando si le mentía o no.

Danger ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora