CAPITULO 19

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Astrid:

Las rejas de la gran mansión de Pablo nos reciben. Los guardias solicitan información nuestra y luego de confirmar nos dejan pasar.

En todo el camino en el avión no le dirigí la palabra a Eros, me dediqué a leer y escuchar música. Aún siento esa espinita en el pecho por ser tan idiota y creer que en serio le había interesado un poco lo que paso entre nosotros como a mi pero me di cuenta que no, verlo besarse con Maddisson me lo confirmo. Me siento algo estúpida por haber cedido tan fácilmente pero luego recuerdo lo bien que la pase, sus manos por todo mi cuerpo, sus besos, la forma en la que me folló tantas veces y se me pasa.

No eres para nada tonta.

Lo aprendí de ti.

Ya veo, ya veo.

Sonrió por mis estupidas conversaciones con mi conciencia y de reojo veo como Eros me mira con extrañeza pero luego cambia su expresión a una divertida y se me acerca a susurrarme algo al oído.

—¿Tanto te gusto que hasta sonríes cuando lo recuerdas?— sonrió y lo miro con altives.

—Venga Eros, tampoco fue algo tan relevante en mi vida— veo a Pablo salir de la casa a recibirnos y salgo del auto.

—Mi Russo favorita—abre sus brazos invitándome a abrazarlo y lo hago rodando los ojos y sonriendo.

Pablo Carranza, jefe del cartel más grande e importante de México, muy buen amigo de mi padre y el que se encarga de distribuir la droga de Artemis en el pais.

—Me dejaste muy intrigado con tu llamada—me dice al separarme—Eros Benally, un gusto conocerte en persona, me han hablado mucho de ti.

El y mi esposo se dan la mano y el segundo se planta a mi lado y me sujeta de la cintura como si fuéramos una feliz pareja, sonrió con ironía porque es lo menos que somos.

Pasamos a la mansión y lo que nos recibe es puro alcohol, droga y putas, lo típico. Una de ellas se le acerca al mexicano y le enciende un puro. Se acerca a Eros, este saca un cigarro, ella lo enciende mietras lo mira pidiéndole con los ojos que le arranque la poca ropa—o nada— que trae. Molesta me separo de él y me voy detrás de Pablo hasta una mesa un poco alejada del bullicio. Me sirvo un trago de tequila que hay y me lo bebo de una, el alcohol baja quemando mi garganta y aún así no desaparece esa desagradable sensación.

—Y bueno, ¿a que debo tu llamada y tu visita pequeña?— pregunta Pablo expulsando el humo, respiro hondo, Eros no dice nada y lo prefiero así, quiero encargarme yo.

—Pablo, ¿que es lo que rige a nuestra organización?—ambos hombres me miran frunciendo los ceños.

—Honor y lealtad— responde.

—Pues lamentó decirte que Artemis no es ninguna de esas dos palabras, los engaña a todos, no tiene lealtad ni con su propia familia y honor mucho menos, como te dije por teléfono hay muchas cosas que puedo contarte que harán que dejes de creer que mi hermano es el gran líder que aparenta.

Comienzo a contarle algunas cosas, nada que me implique a mi o lo que me hizo. Le cuento datos sobre la mercancía, las entregas, lo que hizo el día de mi boda y todo eso lo deja pensativo.

TU TURNODonde viven las historias. Descúbrelo ahora