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Heeseung elevó la vista, apartándola de su libro para encontrarse con un par de ojos que lo miraban a través de unos anteojos con emoción desde hace ya un rato.

Suspiró sonoramente y cerró el libro, dejándolo a un lado. Creyó que si lo ignoraba lo suficiente, se iría, pero vaya que ese chico era persistente.

—¿Necesitas ayuda en algo? —Otra vez la misma pregunta, sabía la respuesta, pero era parte de su trabajo hacerla— Has estado ahí desde hace al menos diez minutos.

—¿Entonces si me has prestado atención? —su sonrisa se ensanchó, dejando a la vista sus dientes.

—Solo dime en qué te ayudo —suspiró, recargando su mentón sobre la palma de su mano, luciendo aburrido.

—Vamos por un elote.

—¿Un elote? —enarcó una ceja, y Sunoo asintió— Estoy trabajando —se negó.

—Siempre respondes eso —hizo un puchero, inclinándose más sobre el escritorio— Vamos por un elote cuando termines, si te invito es para que vayamos cuando termines, ¿qué dices? —su mirada brilló de nuevo. Heeseung se alejó y se acomodó sobre el respaldo de su silla con sus brazos cruzados.

—Sunoo.

—¡Recuerdas mi nombre! —exclamó, obteniendo las miradas molestas de los presentes dentro de la biblioteca.

—¡Shh! —detuvo sus saltitos de emoción agarrando su muñeca, causando que el menor se sonrojara por el tacto. Lo soltó rápidamente y aclaró su garganta— Estaré ocupado luego de trabajar, así que no, no podemos ir por ese elote —no tenía nada que hacer, pero tampoco quería aceptar la salida.

—Pero, Heeseung —hizo su mejor cara de tristeza, creyendo que así convencería al pelirrojo, pero seguía viéndolo con seriedad sin intención alguna de ceder.

El mayor abrió de nuevo el libro que estaba leyendo y volvió a ignorarlo, dejándolo ahí, olvidado e ignorado.

Sunoo hizo un puchero, suspiró rendido y asintió, alejándose del mostrador para tomar el mismo libro de siempre para entretenerse al menos en eso, de todas formas, le gustaba leer.

୧ · · ♡ · · ୨

Heeseung se mantuvo en constante movimiento ese día, Riki le ayudaba mayormente con la tarea de ordenar los libros que las personas dejaban sobre su escritorio o sobre las mesas, mientras que él se encargaba de registrar en la computadora información sobre éstos.

Luego de un buen rato, al fin terminó de digitar la información necesaria de los libros que tenía pendientes, restregó sus ojos con cansancio y suspiró sonoramente, vio el reloj en su muñeca y sonrió aliviado al notar que estaba a unos cuantos minutos de cerrar la biblioteca. Empezó a recoger sus cosas para guardarlas, escuchando a las últimas personas que iban saliendo, ya solo debía apagar las luces y cerrar con llave.

—Ya me voy —avisó, Riki mientras acomodaba la correa de la mochila sobre su hombro.

—Nos vemos mañana —se despidió sin verlo, concentrado en arreglar su escritorio sin prestar demasiada atención a su alrededor.

—No vayas a irte sin despertar a Sunoo —dijo de manera divertida, soltando una corta risa al ver la expresión confusa en su rostro.

—¿De qué hablas?

—Sunoo está en las mesas del fondo, me dijo que si se quedaba dormido, te dijera a ti, y pues, acabo de notar que está ahí —se encogió de hombros, dirigiéndose hacia la puerta.

—No me dejes con él, ¿y si me hace algo? —dijo un tanto afligido— Ve a despertarlo tú.

—No gracias, me están esperando afuera.

—No me digas que le aceptaste un elote a Jay.

—¿Un elote? ¿Por qué me ofrecería un elote?

—Por nada —respondió rápidamente, al parecer, solo Sunoo le ofrecía ese tipo de cosas, no era algo que hicieran todos en ese pueblo— ¿Entonces si es con él?

—Sabes, cuando hay oportunidades, debes de tomarlas, ¿está bien? —trató de explicarse, causando que Heeseung riera— Me invitó a comer y casualmente tengo hambre, no es como que estuviera accediendo a algo más, no ganará su tonta apuesta.

—Mjm, solo vete ya —lo echó entre risas— El día que vengas llorando porque te gusta, voy a despedirte.

Riki hizo un sonido de indignación y salió bajo la amenaza de Heeseung, seguro de que eso no pasaría, el hecho que estuvieran apostando sobre él le molestaba porque eso significaba que querían solo usarlo para su diversión, sin embargo, creía ser lo suficientemente centrado para no caer bajo las redes de Park Jay, solo se aprovecharía un rato de la situación y luego él lo iba a desechar para que perdiera su estúpida apuesta.

Heeseung negó con la cabeza cuando Riki desapareció de su campo visual, terminó de ordenar sus cosas y se dirigió hacia las mesas del fondo, encontrándose con Sunoo que, efectivamente, estaba dormido. Notó el libro abierto, casi terminaba de leerlo. Suspiró y se sentó en la silla a su lado, tomó el libro y colocó el separador en la página en donde el castaño se había quedado para que pudiera seguirlo el día siguiente, porque estaba seguro que volvería a ir, justo como estuvo haciendo durante esos días.

Se detuvo a ver al chico dormido por unos minutos, tenía mejillas grandes, ojos pequeños, nariz pequeña y unos labios finos color rosa. Rió suave al notar que un pequeño charco de saliva se había formado en la mesa, además de que sus anteojos estaban mal colocados, dándole una apariencia muy graciosa. Se dio cuenta de que ya había pasado un tiempo, debía despertarlo para que pudiera irse y cerrar, tenía mucha hambre, quería tomar una ducha y dormir luego de eso.

—Hey —lo movió un poco, escuchando balbuceos— Despierta, tengo que irme y no puedes quedarte aquí —lo movió con más fuerza, hasta que sus ojos empezaron a abrirse lentamente.

—¿Heeseung? —trató de enfocar su somnolienta mirada, reconociéndolo casi al instante— ¡Heeseung! —sonrió, abriendo sus ojos por completo, sin notar que sus anteojos estaban mal puestos— ¿Ya vas a cerrar? —levantó la cabeza, ansioso.

—Ajá, así que vete ya —asintió, levantándose de la silla.

—Te acompaño.

—No voy a perderme, te lo prometo —sonrió con sarcasmo, volviéndose serio nuevamente en un instante.

—No seas malo —hizo un puchero, sosteniendo la manga de la chaqueta del pelirrojo para evitar que se alejara.

Heeseung lo miró unos segundos y asintió rendido, no es como que pudiera obligarlo a no seguirlo.

—Limpia la mesa y arregla tus anteojos, tienes un poco de baba en la mejilla —señaló, dándose la vuelta en dirección al mostrador con el libro que estaba en la mesa en sus manos.

—¿Qué? —abrió los ojos con temor, vio el pequeño charco en la mesa y se sonrojó fuertemente, limpió la comisura de sus labios y con vergüenza limpió la mesa, finalizando con acomodar sus anteojos de manera correcta— No puede ser, que pena, así no voy a gustarte nunca —lloriqueó.

Heeseung rió por lo bajo ante el comentario no tan suave del castaño, pareciéndole divertido.

—Yo, eh, ya me voy —señaló la puerta, Sunoo mientras caminaba apresurado, tapando la mitad de su rostro con sus manos, dejando a la vista sólo sus ojos.

El pelirrojo frunció el ceño, ¿se le había olvidado que iba a acompañarlo?

—¿En serio? —se giró a verlo, tomando las llaves del escritorio.

—¡No me veas! —lo detuvo, causando que Heeseung se sobresaltara y se diera la vuelta de nuevo— Mañana me veré bonito y podrás verme, ¡hoy tengo baba en la cara!

—No digas tonterías.

—¡Adiós, Heeseung! —se despidió rápidamente y se fue corriendo rumbo a su casa, regañándose por dejar que su imagen se arruinara de esa manera.

Heeseung se encogió de hombros sin tomarle demasiada importancia, Sunoo realmente era un chico extraño, pero por alguna razón, no le desagradaba en lo absoluto.

Nos vemos mañana.

The library. ‹𝟹 HeesunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora