Cariño

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—¿Se encuentra bien señorita? —Los aldeanos rodearon a la muchacha que aún estaba recuperandose del ataque del misterioso hombre.

—Estoy bien —Los tranquilizó y luego miró a su hermanita—. Ya vengo, por favor quedate aquí —La pequeña asintió.

Ella se levantó y salió de ese lugar bajo la atenta y confundida mirada de los aldeanos. Caminó entre la gente que no paraba de llegar. Era invierno, por eso era normal que llegaran más personas enfermas.

Caminó hasta llegar a la colina, desde arriba pudo observar al hombre que casi la asfixia de rodillas frente al río, que ya estaba empezando a congelarse. Le daba mucha curiosidad su comportamiento, probablemente estaba perdido y nervioso. Por eso necesitaba ayudarlo.
Bajó con cuidado hasta llegar a él y se paró detrás suyo a una distancia considerable. —Oye.. —Lo llamó con cuidado, probablemente seguía enojado—. Lamento ignorarte, sólo quería curar tus heridas.

—Hm..

Él no respondió, eso la hizo avergonzarse pero igualmente no guardó silencio.

—¿Cuál es tu nombre? —Preguntó acercándose poco a poco. Él seguía sin intenciones de responder.

Ella tocó su espalda exaltándolo, él se volteó y miró a la chica quién tenía una sonrisa pequeña formada en sus labios.

¿Qué la hacía tan feliz? Se veia que no había pasado por un buen momento.

—Deberías de curarte tu primero antes de ofrecer ayuda —Se levantó apartándose de ella inmediatamente y caminó con la intención de subir la colina de nuevo.

—Mi nombre es Kagome —Le dijo ella con un tono de voz alto. Él se detuvo.

La verdad es que, él podría ingeniarselas solo. El problema es que ya no confiaba en la fuerza que podría tener siendo un humano. No sería tan fácil robar comida, ni conseguir donde dormir. No tenía a donde ir.

Escuchó los pasos de nuevo acercándose. Ella al fin se paró al frente suyo.

Odiaba esa personalidad tan empalagosa, los humanos eran demasiado cansones. No entendía como podía soportarla en ese momento, si fuera de nuevo un ser inmortal le cortaría la cabeza.

—Sesshomaru.

—¿Ese es tu nombre? —Él asintió y ella volvió a sonreír—. Muy bien, volvamos entonces. Ya casi es la hora de la comida y supongo que debes de estar hambriento.

Iba a negarse, pero escuchó un sonido extraño provenir de su estómago. Ella había acertado, estaba demasiado hambriento.
Suspiró siguiendo a Kagome. Volvieron al lugar en donde estaban los enfermos y se sentó en su futón. Hasta ahora se había percatado de que incluso su ropa había sido cambiada.

Su cara ardió.

¿Ella lo había cambiado? ¿Lo había visto DESNUDO?

Gruñó bajito y se sintió irritado, que señorita tan atrevida.

El tiempo pasó, la pequeña hermana de Kagome que respondía por el nombre de Rin le acercó algo llamado "libro", un poco temerosa por el incidente. Al parecer había sido un regalo de unos piratas occidentales. Para su suerte, por su posición de ser basicamente un dios, sabía muchos idiomas y pudo reconocer el griego muy facil. Se entretuvo con eso algunas horas, no podía salir o era seguro que se congelaría del frío. Allí adentro había una fogata que calentaba lo suficiente. 

La noche finalmente llegó, comenzaron a repartir comida y a darsela a las personas que estaban inmóviles. Kagome y su pequeña hermana llegaron y le ofrecieron un plato de sopa. —Ten cuidado, está caliente —Cuando el agarró el plato, ellas se sentaron.

Ser humano || Sesshomaru y KagomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora