Capítulo 9

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Ese día el frío parecía llegar hasta su alma, sus lágrimas ya se habían secado hace mucho y solo quedaba ese profundo vacío en su pecho, donde antes latía su corazón, porque desde que Yibo había muerto, fue como si él también lo hubiera hecho, a pesar de tener la eternidad por delante.

—Deberías volver a casa, Zhan.

—No quiero volver ahí si él no está, Ayanga, mucho menos si en ese lugar fue donde murió.

—Lo siento mucho, Zhan, cuando llegué... él ya estaba... muerto —dijo con pesar.

—¿Por qué me salvaste si él ya estaba muerto? Dime, Ayanga... ¡¿Por qué me condenaste a vivir sin él?! —gritó con furia, arremetiendo contra Ayanga—. ¡¿Por qué?!

—¡Eres mi mejor amigo! ¡Como un hermano! ¡No podía dejarte morir! ¡Yibo no hubiese querido que murieras! ¡Eres la persona que él más amaba! —Ayanga se defendió—. ¡No solo tú perdiste a Yibo! ¡Era mi hermanito!

La herida que había en su corazón de abrió nuevamente, Ayanga nunca se perdonaría el no haber llegado a tiempo para salvar la vida de su hermano menor. Adoraba a ese pequeño que solo a él y a Zhan les regalaba sus sonrisas, a ese chico que, a pesar de ya estar casado, seguía detrás de él como un pequeño patito y le pedía que se quedara a su lado.

—Sé que es difícil, Zhan, también lo es para mí, ten por seguro que de haber podido salvarlo, lo habría hecho. Era mi hermanito, ¡maldición! ¡Era mi hermanito y no pude salvarlo! No tienes idea de cómo duele saber que si hubiera llegado unos minutos antes, él estaría con nosotros en este momento... y tendré que vivir con eso para siempre.

Cuando fue convertido en vampiro, Ayanga tuvo que alejarse de su hermano y de su mejor amigo; temía no poder controlarse y hacerles daño, por lo que se mantuvo lejos de ellos hasta que fue capaz de controlarse. Pensó en no regresar con ellos, pero se sentía muy solo y no quería dejar a las dos personas que más quería.

Al comienzo les mintió sobre lo ocurrido, pero Yibo era muy perspicaz y pronto se dio cuenta de que algo raro ocurría con su hermano. Les confesó todo y ambos lo apoyaron a pesar de que corrían peligro a su lado, no solo por su naturaleza, también por la gente que temía a aquellos demonios que rondaban entre los humanos sin levantar sospechas.

No sabían cómo, pero se enteraron de que uno de ellos era vampiro y los atacaron justo cuando Ayanga había salido a cazar en el bosque. Cuando regresó, la escena que vio fue desgarradora, estaba todo destrozado y ellos estaban cubiertos de sangre. Yibo estaba muerto y Zhan al borde de perder la vida, por lo que Ayanga ni siquiera lo pensó cuando mordió el cuello de su amigo y lo obligó a beber su sangre.

Tres meses habían transcurrido desde ese fatídico día, Zhan estaba aprendiendo a controlarse para no atacar humanos, pero eso no le impidió arrebatar las vidas de aquellos que asesinaron a su amado Yibo.

—No puedo vivir sin él, Ayanga —Zhan susurró desconsolado—. No quiero vivir sin él.

—Quizá... podamos buscarlo...

—¿Qué?

—En otra de sus vidas, cuando Yibo vuelva a nacer.

—¿Tú... crees que... eso sea posible? —Ayanga asintió y Zhan sintió que una pequeña esperanza se abría paso en su corazón—. ¿Cómo lo haremos? ¿Cómo sabremos dónde buscar?

—No lo sé, Zhan, pero juntos lo averiguaremos. Debe haber una forma y daremos con ella, encontraremos a Yibo.

Pasaron varios años antes de tener alguna pista que los ayudara, visitaron innumerables lugares y hablaron con un sinfín de humanos y vampiros, hasta que alguien les habló de Yanli, una hechicera que, les dijeron, podría ayudarlos.

Siempre mío (ZhanYi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora