Las pesadillas de Yibo se hicieron recurrentes, Zhan podía lidiar con ella y con los recuerdos del menor, sabía que pronto dejarían de perturbar sus noches, pero también era consciente de que en cualquier momento Yibo tendría que enfrentarse a las criaturas de esos malos sueños, en especial si pretendía llevarlo consigo.
Un día, se encontraban en el salón, Yibo tocaba una melodía melancólica en el piano y Zhan lo acompañaba en silencio. Cuando terminó de tocar, Yibo se levantó y se dirigió a la puerta para salir de ahí.
—Iré a mi habitación a descansar un rato.
—Yibo, espera. —Zhan se acercó a él—. Tengo una mejor idea.
Zhan lo levantó, y Yibo no dudó en afirmarse a su cintura con las piernas. Zhan dejaba besos y mordidas en el cuello de Yibo mientras avanzaba con él hasta la mesa que ahí se encontraba. El castaño jadeaba en el oído de Zhan, y éste sentía que pronto perdería la cordura. Con una mano afirmaba a Yibo y con la otra tiró al suelo algunas de las cosas que estaban sobre la mesa para dejar al menor en ella.
—Lo siento —dijo Zhan con una sonrisa traviesa—. Lo haremos aquí sobre la mesa, me toma mucho tiempo llevarte a la habitación. Además, me parece una experiencia interesante de probar.
—Tonto —Yibo dijo riendo.
La mesa era lo suficientemente resistente como para soportar el peso de ambos, por lo que Zhan se subió sobre él y devoró sus labios con hambre. Yibo no se quedó atrás, respondió al beso con intensidad, deseando más, anhelando las caricias de Zhan. El mayor le quitó la camisa que llevaba puesta y depositó húmedos besos en su pecho.
Bastó un descuido para que todo se arruinara.
Yibo, dejándose llevar por el placer que le proporcionaban los labios y las manos de Zhan, colocó sus brazos por encima de su cabeza y botó una figura de vidrio que todavía se encontraba en la mesa, la que se quebró. El castaño no tuvo cuidado y, en un movimiento brusco de su parte, se hizo un corte profundo en el hombro con uno de los trozos de vidrio.
La sangre comenzó a manchar su brazo y la superficie sobre la cual estaba recostado, y el olor de ese líquido carmesí llegó a Zhan. La pasión ya nublaba los sentidos del mayor, pero perdió todo el control al sentir el olor de la sangre de Yibo. Zhan dejó de besar el pecho de Yibo, se levantó apoyándose en sus manos y lo miró.
El terror se apoderó de Yibo y lo paralizó por completo, dejando olvidado el dolor que sentía por el corte. Zhan lo miraba con unos ojos que no eran los de él, un par de orbes rojos que lo observaban con hambre. Pero lo que más aterró al menor fueron los colmillos que, letales y afilados, sobresalían de su boca.
—Tú —murmuró—. Tú eres uno de ellos.
Zhan dejó de prestarle atención, solo estaba concentrado en la sangre que manchaba la piel de Yibo y, sin importarle los forcejeos del menor, acercó la boca a la herida en su hombro. Zhan era más fuerte que Yibo, y parecía no notar los intentos que éste hacía para alejarlo.
—¡No! ¡Zhan! ¡No lo hagas! —suplicó.
Yibo sintió cómo Zhan lamía la sangre, su lengua paseándose de forma descarada por su hombro, y tuvo mucho miedo, ¿acaso lo mordería?
—¡Zhan! ¡Zhan, basta! ¡Me haces daño!
Zhan reaccionó a sus palabras justo a tiempo, antes de enterrar sus colmillos en la blanca piel del cuello de Yibo. Se separó de él con la boca manchada de sangre, una imagen que se grabó en la mente de Yibo y lo llenó de pavor. Zhan se alejó de él con brusquedad y salió del salón.
Yibo bajó de la mesa y corrió a encerrarse en el baño que se encontraba en la planta baja. Tenía mucho miedo, y lo peor era que el causante de eso era Zhan, su Zhan. ¿Cómo no se había dado cuenta? Todo ese tiempo había vivido con un demonio, se había entregado por completo a un ser como el que lo había atacado cuando era un niño.
Luego de un rato, todavía sin poder reaccionar del todo, tomó una toalla y la usó para detener el sangrado de su hombro.
—Deja que te ayude. —Escuchó la voz de Zhan y se sobresaltó—. Abre la puerta.
—¡No quiero nada de ti! ¡Vete!
—Si no abres la puerta por las buenas, será por las malas.
Yibo chilló asustado cuando Zhan rompió la puerta, quien entró al baño sin importarle los gritos y reclamos del menor. Se acercó a él para ver su herida, estando seguro de que no perdería el control de nuevo, pero Yibo alejó sus manos con un manotazo.
—No te quiero cerca de mí, vete y no regreses.
—No haré eso, Yibo —dijo Zhan con seriedad—. No te dejaré.
—¡No te acerques! ¡No me toques! —gritó al ver que Zhan acercaba sus manos una vez más.
El pelinegro se estaba molestando, la actitud de Yibo lo enojaba. Se prometió que esta vez nada ni nadie los separaría, no otra vez, incluso si el mismo Yibo le pedía que se fuera o intentaba alejarse, él no lo permitiría.
—Tú ansías mi toque, Yibo. ¿Recuerdas cuando hacemos el amor? ¿Recuerdas cómo suplicas que te bese y te acaricie?
—¡Eres un maldito! ¡Demonio! ¡Mentiroso! —Yibo escupió con veneno—. ¡Te detesto!
—¡Basta! —Zhan le dio una bofetada y, aprovechando la sorpresa del menor, se acercó a él para curar su herida, como si nada hubiese pasado—. Eres mío, Yibo, así como yo soy tuyo, y puedes odiarme todo lo que quieras, pero no te alejarás de mí.
—Todo este tiempo mentiste, te metiste en mi casa, en mi familia. ¿Qué pretendías con todo esto?
—Cuidarte.
—¿Cuidarme? —preguntó incrédulo—. No me hagas reír. Te quiero lejos de mí, no quiero nada de ti, no te quiero cerca.
—Eres mío, Yibo, nos pertenecemos, ya no me alejaré.
—¡No soy tuyo!
—¡Lo eres! Y lo aceptaste en el momento en que dejaste que te besara, que te hiciera el amor.
—No, no eres a quien dejé que me besara, no eres con quien hice el amor. A ti no te pertenezco, y nunca seré tuyo.
Yibo salió de ahí y Zhan no lo detuvo. Podía correr todo lo que quisiera, al final siempre lo atraparía.
—Eres mío, Yibo, y, sin importar qué, me encargaré de convencerte.
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Siempre mío (ZhanYi)
Fiksi PenggemarYibo no sabía por qué soñaba con esos ojos dorados, tampoco sabía por qué oía los susurros de aquella voz que lo reclamaba como suyo. Zhan llega a la vida de Yibo de forma repentina. Guapo y misterioso, el menor no imaginaba los secretos que Zhan tr...