-Vendrás conmigo, lamentablemente solo en calidad de concubina. Pero en mi corazón serás la primera mujer y en mi casa reinaras cómo tal—sellaron aquella promesa con un beso. No podían formalizar puesto que Anthony era hombre, pero eso a ellos no les importaba. Se amaba y profesaban una pasión mensurada aunque en la cama no era tan pasional cómo Alastor o tan cálido como Husk. Más bien era rudo y dejaba pequeña marcas violetas en su perfecta e inmaculada piel nívea. Fue ciego ante todo aquello, creía que tan solo era su forma de amar. Como hay gente tímida hay gente violenta. El lo acepto todo, solo quería salir de aquella vida y volver a la vida respetada que había experimentado con Husk. No le quedaba más que un año para ser cortesana. La carrera era corta e ingrata, te dejaba el corazón vacío y las carnes flácidas. Necesitaba huir cuánto antes y Valentino le había dado la razón perfecta para hacerlo—mi casa está en un hermoso pueblo llamado el estanque de la luna. Dónde las casas rodean un hermoso lago, la luna se refleja mágicamente y los grillos cantan felices. Seremos dichosos en los campos de mis antepasados— Anthony creía fielmente en todo lo que decía ¿Por qué estaría mintiéndole? ¿Qué razón tendría para aceptar a otra concubina, a otra boca que alimentar si no es por amor? Pero en su soledad más íntima, pensaba en el pelinegro y en su vida en común, extrañándolo más y más por cada año que pasaba. Se desdibujada su aspecto, ya no recordaba tan claramente su voz ni su risa ¿Así se perdería su recuerdo en el tiempo? Tenía miedo del paso de los años pero debía concentrarse. No podía pensar en su difunto esposo. Ahora tenía a Valentino y debía amarlo y honrarlo solo a él. Por lo que armó nuevamente sus maletas y emprendió el largo camino hasta el pueblo “Estanque de la luna”. Eran seis semanas hasta el lugar. Valentino tuvo que ir a Pekín por negocios, se reunirán allí.
**
Largas extensiones de caminos de tierras se extendían por las llanuras. Sus delicados trajes quedaban manchados por el polvo y su propio sudor. Abundante vegetación y lluvia fueron unos de los pormenores del trayecto. Un par de hombres amables lo trasladaron en carreta la mayoría del camino. Partían al amanecer, se paraba a almorzar y se detenían en un hostal a pasar la noche. A veces, con mala suerte, no encontraban ningún buen samaritano que los ayudará y dormían a la intérprete, con frío y miedo de los animales salvajes. Serpentearon todas las curva y montañas que se le presentaban. Preguntaban indicaciones a los lugareños y comían lo que la caridad les ofrecía. Valentino había tomado todas las joyas de Anthony y las guardo, según él, en una caja fuerte, que llevaría a su pueblo. Por lo que el dinero que llevaba encima empezaba a escasear pero sus ansias de llegar al lugar y ser el esposo de su amante le mantenían en pie con la espalda erguida.
***
Cruzaron un puente que los llevo, finalmente, a la aldea. El estanque que tan bien había descrito Valentino en sus poemas y relatos, era una posa de agua estancada de color verde musgo y mal olor. Las casas majestuosas que Anthony se había imaginado, eran casuchas con tejado de paja y paredes con grietas. La desilusión en sus ojos era palpable. El carretero que lo trajo hacía allí le dio una palmada en los hombros antes de despedirse. Lo dejo en frente a la casa de Valentino. Con paredes imponentes pero descuidadas por el tiempo. Lo recibió una mujer con la cara impenetrable y un par de niños pululando a a su el alrededor.
-Otro desviado—fue el saludo de esa mujer. Anthony no entendía quienes eran. Una criada tomo sus maletas y las llevo hacía adentro—te tocará la sala norte—y se dispuso a irse a sus aposentos. El rubio quedó preocupado ya que aquella dirección era la peor para tener una habitación. La suerte se te escapaba y el pensaba que eso era un presagio de la nueva vida que había elegido. La pieza no tenía ninguna gracia, además el aire se filtraba y era increíblemente helada. Acomodó sus pocas pertenencias y espero que alguien más viniera a darle los saludos correspondientes, pero nadie llegó. La criada le trajo una tetera caliente y un par de galletas y se retiró en silencio. Anthony lo único que hizo fue llorar por su maldita suerte ¿Qué significaba todo aquello? Más tarde se enteraría de la verdad. A Valentino jamás se le había muerto la esposa. Era la señora rígida que lo había recibido en el primer día y los niños, eran del moreno. Existía otra concubina como el, un hombre. Joven, alto, con cabellos negros y mirada antipática. No sé mostró al recibimiento, permaneció en su pieza, que cabía destacar, era mucho mejor que la de él, dando entender que el era el último del escalafón y sería tratado como una basura. Al llegar Valentino intento recriminarle.
-Mi esposa está enferma—se había excusado pobremente—pronto morirá. Yo solo te amo a ti—Con el pasar de las semanas se daría cuenta que no era así. Su esposa gozaba de excelente salud y se vanagloria a por haberle dado el único hijo varón, catapultando así, su indiscutible mandato sobre los demás. El otro concubino tenía como apodo Vox, no le quiso decir su nombre real y la verdad era que no importaba. Así lo llamaba el moreno y así había quedado. Taciturno, no compartía palabra alguna con la esposa principal. Complacía a su señor en las noches que el lo visitaba en y gritaba a todo pulmón gozando de las caricias nocturnas. Anthony, por mala suerte, escuchaba cada acción y más se deprimía pensando en no ser el único en aquella casa. Había ido engañado y llenado de mentiras, arruinó su porvenir ¿Cómo regresaría a Shangai? El camino quedaba a 6 semanas y no podía caminar sin que Valentino se entera ni que los pueblerinos le obstaculizaran el paso ¿Qué todos eran sus lacayos? ¿Los había comprado? Cada tanto se iba a Shangai por negocios y los dejaba en la más absoluta soledad en aquel pueblo. Anthony lo recorrió en un día, intentando encontrar una vía de escape, pero nadie quería ayudarle a salir de allí. Se les veía con miedo, con terror por lo que pudiera decir o hacer Valentino. Aquello le extraño, ya que su esposo era amable y generoso con él ¿Qué significaba esa mirada esquiva de los lugareños?
-Ven a jugar mahjong—le ofreció Vox un día y el acepto de mala gana. No quería perder su tiempo, quería escapar a como diese lugar. Aquel juego le recordó a Husk y su impecable forma de jugar. Reprimió las lágrimas, aún le dolía en el pecho su partida y ausencia.
-¿Cómo puedes estar tan tranquilo?—
-Porque no hay nada que puedas hacer—se sentaron con las fichas sobre la mesa—me imagino que viste a las personas y lo esquivas que son. Tiene miedo. Valentino da miedo, no debes hacerlo enojar por nada en el mundo—le advirtió.
-Siempre ha sido amable conmigo—dijo.
-Por ahora, al principio. Siempre muestra sus mayores virtudes. Después te das cuenta lo malvado que es su corazón—Anthony se despidió después de algunas horas de juego. No quería creer las palabras del pelinegro. Tenía miedo, mucho miedo y Valentino llegaba ese día. Lo recibió su esposa “muerta” diciéndole los pormenores de su ausencia y dónde había instalado al nuevo concubino que había traído de la ciudad. Valentino se sentó con una sonrisa, comió la comida que le habían preparado y se dirigió a los aposentos de la primera esposa son si quiera tomarlo en cuenta. Quizás no quería enfrentarlo, sabiendo que lo había engañado vilmente para ser su concubino. Durmió intranquilo, imaginándome a Valentino con aquella arpía y se hundía en dolor por aquel porvenir ¿Qué le esperaba en aquella casa?
En la noche que le correspondía a Anthony, este lloro amargamente en los brazos de su esposo, recriminando le las mentiras. Estaba solo, sin nada ni nadie, solo le quedaba el moreno y se aferró a su pobre y menguante amor. Lo amaba por las noches, se arreglaba por el y trataba de apartar de su mente cualquier otro pensamiento. Jugaba con Vox todas las tardes y poco a poco este soltaba los retazos de información que necesitaba.
-Hubo una concubina, Pomelo. Ella se escapó y no volvió. No sé por dónde lo hizo, solo se que lo logro. Siempre pensé que había muerto pero el otro día recibí una carta de ella. Estaba bien, en el siguiente pueblo, más allá de la amontabas serpenteantes—aquella era la pieza de información que Anthony necesitaba para despertar de su letargo.
-Debemos huir—se acordó de Husk y su gran amor, de su vida en Shangai y lo mucho que extrañaba la ciudad. De lo desdichado que se había vuelto al pisar este mísero pueblo, de lo mucho que había bajado de peso y lo débil que se estaba volviendo de espíritu. Volvió a sus andanzas encontrando alguna vía de escape y la encontró. El camino que llevaba al templo de la zona, era el único que subía a las montañas. Había un rumor de que aquel camino estaba maldito y el, anteriormente, se había intentado acercar a él pero los pueblerinos lo habían detenido, contando la historia “las personas suben al templo y no vuelven con vida. Unos aplastados por las rocas otros comidos por los animales salvajes que merodeaba aquel lugar. Algún Dios no estaba contento con aquel templo y no quería que la gente se acercará” Con Vox habían sacado la conclusión de que era una excusa para que nadie pudiera salir tan fácil del estanque de la luna. Se pusieron manos a la obra, construyendo un plan para escapar los dos de ahí. Pero los infames lugareños le contaron a Valentino que Anthony había visto con malos ojos el lugar, adentrándose dónde no debía. Desde ese día empezaron los golpes. Valentino lo maltrataba, humillándolo a más no poder. Nadie podía hacer nada, ni si quiera Vox porque eso hubiera sido más sospechoso. Anthony lo aguanto con orgullo, tratando de no realizan nada que hiciera enojar al moreno, yendo con cuidado por las piedras.
Hicieron un par de muñecos para reemplazarse, llevaron la carta de Pomelo y se aventuraron una noche que Valentino estaba fuera en sus viajes a la ciudad. Por supuesto que la esposa no dijo nada, no le importaba. Para ella mejor que tales vergüenzas se fuera. No soportaba la idea de que su marido prefería los hombres por sobre ella, quien le había dado el ansiado primer hijo. Anthony y Vox corriendo por las calles oscuras, iluminadas por la gran luna. Pronto amanecería y el pueblo despertaría. Debían ser rápidos. Empezaron a subir la montaña con gran esfuerzo, encontrándose con un camino rocoso y duro. Sus delgados cuerpos apenas resistían, solo la fuerza de voluntad y el odio mutuo a Valentino los movía en aquella travesía. De vez en cuando miraba hacia atrás, pensando que el moreno los perseguía, pero no podía ser así, el había salido de la ciudad, se aseguraron de aquello. Encontraron una cueva y se adentraron un momento a descansar. Vieron que el suelo estaba removido como si alguien hubiera cavado en el. Cavaron con las manos hasta encontrar una caja y dentro de ella, se hayaban sus joyas. Anthony no podía creerlo, pensó que las había perdido. Valentino las tomó con la excusa de que el era ahora su esposo y el manejaba las finanzas familiares. Los dos lloraron de la emoción, sintiéndose un poco menos desamparados en aquella travesía. Tomaron un poco de agua que habían traído, comieron un par de frutas y siguieron con su camino, no sin antes asegurarse de que nadie estuviera siguiéndolos. Grande fue su sorpresa al ver a un hombre que subía a pasos furiosos, esquivando las rocas y las curvas. Era Valentino, que los miraba unos metros más abajo. Asustados empezaron a correr pero el moreno tenía mejor estado físico por lo que con unas escaladas estaba casi alcanzándoles los talones. Se asustaron, corriendo, pero sabían que de nada serviría. En un momento de desesperación Vox se aventuró y se detuvo.
-Ve, yo lo distraigo—Anthony no podía dejarlo.
-Somos las dos o ninguno—Valentino estaba en el camino de abajo. Vox se acercó a una roca y con los pies la empujó para que callera e impidiera el paso, pero calculo mal y la piedra rodó hasta caer encima del moreno, arrancándole cabeza y parte del cuerpo, dejándolo muerto al instante. El pelinegro empezó a llorar, temblando como una hoja de papel al viento. Anthony lo acunó entre sus brazos, llorando amargamente por todo lo que tendrá que cargar Vox en su conciencia de ahora en adelante. Dio un vistazo al cuerpo inerte del moreno y sollozo a un más fuerte. Era libre pero no se sentía como tal. Al avanzar por el camino, aún sentía la presencia de Valentino. Sentía que en cualquier momento podía encontrarlos y llevarlos al pueblo del estanque de la luna. Sentía pavor, miedo. Despertaba en la noche sudando, imaginándote aquella mano morena golpearlo hasta la saciedad. Aquella huella no se iba a poder borrar en mucho tiempo.
**
Siguieron por el camino hasta llegar al templo abandonado. Allí se acababa el camino y también sus esperanzas. Recorrieron todo de pies a cabeza, no encontraron nada que les indicara que más allá podría haber un pueblo. Se sentaron en una banca para reposar de la larga caminata. Pronto oscurecería y la temperatura desentendería.
-No entiendo, Pomelo me escribió que ella efectivamente había cruzado por este camino. Yo le creo—Anthony empezaba a perder la esperanza. Quizás Pomelo le había mandado esa carta para infundirle confianza más no para escapar. La noche cayó sobre ellos. Habían decidido volver por el mismo camino e intentarlo una vez más por otro cuando, en el valle, abajo del templo empezaron a aparecer un par de luces dispersas en la maleza. Anthony se subió a lo alto de una estatua y contempló maravillado las luces, eran casas, era un pueblo. Grito de jubiló, Pomelo no les había mentido, allí estaba. Encontraron una pequeña puerta trasera que los conducía al otro lado, por allí podían cruzar. Con la poca energía que le quedaban bajaron a toda velocidad por la empinada cumbre. Llegaron bien entrada la noche y Vox no perdió el tiempo, se dirigió a la casa de su vieja amiga, buscándola por todo el lugar. Resulta que Pomelo era dueña de una casa de té, dónde era dueña de un par de flores. La casa de té era algo famosa y madam Pomelo lo era a un más. El reencuentro fue empañado por las lágrimas y la angustia de su largo viaje. Descansaron y comieron la comida ofrecida. Pronto le contaron los pormenores del viaje, sus penurias y todos compararon sus propias historias.
-Me dijo que estaba muerta, su primera esposa y yo iba a ocupar su lugar—se quejo el rubio.
-A todos nos dijo lo mismo—Vox segundo aquello.
-A mí me dijo que no le gustaba el concubinato. Casi me caigo de espalda al enterarme que yo era uno de muchos que habían pasado—Resulta que antes de Pomelo existieron un par más. Todas engañadas de la misma manera, prometiéndoles la mejor vida posible.
-Se robo nuestras joyas el muy hijo de puta—Anthony estaba furioso con Valentino y con el mismo por haber sido tan ingenuo.
-Yo pude recuperar un par. Vendió las mías para ir a Shanghai, a las casas de té –contaba Pomelo—No debemos dejar que nos descubra—pero la respuesta a aquello fue un frío silencio. Vox se armó de valor y lr contó la cruda verdad. Valentino estaba muero y el lo había matado sin piedad. Pomelo consoló a su amigo diciéndole que era lo mejor que había hecho en su vida. Que el había salvado la tres vidas allí presente y Anthony estaba de acuerdo. Se quedaron conversando hasta que el último incienso se consumió.
**
Pasaron un par de días. Anthony se despidió de sus hermanos, pensando en que ese lazo que se había formado en la penuria de aquella casa, duraría para siempre. Había decidido volver a Shanghái, su ciudad cuánto antes. Vox se quedaría en aquella casa de té y ayudaría a su amiga con el negocio. No tenía nada ni nadie en Shanghái y allí, en aquel pueblo, podía empezar una nueva vida. Entre lágrimas y promesas se despidieron y el rubio se embarcó por el río Yangtsé. Estuvo días en aquella barcaza pero la emoción y liberación que sintió hizo ameno el viaje. Llegó a su ciudad, a sus calles, respiro el aroma conocido y se fue al barrio de los sauces y flores. Allí arrendó una habitación, se compró un par de trajes nuevos y fue a ver al único que le iba a ayudar en aquella situación. Había pasado más de un año ¿Algo había cambiado en aquel tiempo? Encontró al castaño, sentado en su silla, como el día en que se fue. Jovial, guapo y con un traje americano.
-No me creo que estés aquí Anthony—Alastor le dio un amistoso abrazo—Si yo fuera tu marido no te dejaría asomar aquella hermosa nariz fuera de la casa—sonrió burlón.
-El murió—no quería entrar en detalles. Aún podía sentir la maligna presencia de Valentino.
-No lo sabía –se mostró comprensivo –¿Entonces, a que debo tu encantadora presencia?—Alastor le ofreció una taza de té y unas galletas. Se sentaron en la oficina para conversar en privado. El rubio miro al castaño, encontrándose con un buen amigo. Lo había ayudado en sus peores momentos y sabía que esta vez, también lo haría.
-Quiero un trabajo—está conversación era un dejavu.
-Déjame ver si es que alguna casa está contratando cortesanas—
-Tengo veintiocho años. Será imposible que vuelva al oficio—suspiro—pensaba que podrías contratarme en tu oficina. Se inglés y puedo ser muy útil en las negociaciones cómo traductor—Alastor lo miro sorprendido a través de sus lentes. Carraspeo sin saber que decir.
-Anthony...—
-Vamos, si lo hago bien me contratas a tiempo completo. Por ahora pruébame, veras que lo hago bien—
-Bien, te contrataré y veré de que estás hecho—sonrío. Así Anthony empezó su nuevo empleo de traductor. Pronto Alastor se dio cuenta lo buen trabajador que era. Lo ascendió rápidamente, llevándolo consigo a las reuniones, pidiéndole su opinión en la materia y dejándole responsabilidades cada vez más grandes. Cierto día, que la empresa celebraba su aniversario, Alasstor le pregunto si quería ser su acompañante. Al principio Anthony había reído y burlado por la gran broma que había hecho.
-No es una broma—hablaba serio pero sin perder su característica sonrisa.
-Pero tienes a tu esposa—aun recordaba cuanto le había dolido enterarse. Siempre pensó que el amor del castaño era solo para él, que gran error había cometido.
-Nos divorciamos hace años ¿No te dije?—
-Por supuesto que no—su corazón volvió a latir como antaño.
-Sabes que fue algo arreglado. Al tener un hijo todo entre nosotros se acabó, cómo debía ser. Ahora veo solo a mi hijo y les envío dinero todos los meses—
-¿Y no tienes alguna flor que te acompañe?—los antiguos celos y las viejas heridas se volvieron a abrir.
-Siempre has sido especial para mí. Nunca me creíste pero mi amor es sincero—se encogió de hombros.
-Estabas con tantas—se abrazo.
-No, solo contigo. Claro, iba a fiestas y filtreaba con algunas. No me puedes culpar, soy encantador—Anthony sonrío—pero me mantuve fiel a ti. Por lo menos por el contrato que mantuvimos juntos. Sabía que eras libre, una cortesana no tenía permitido tener favoritos—se miraron intensamente ¿Cuánto se habrían ahorrado si hubieran sido sinceros desde el comienzo? Después de todo era más chino de lo le que gustaría admitir.
-Siempre lo fuiste—se abrazaron. Después de años el amor volvió a resurgir, volvieron a experimentar la pasión de antaño, amándose debajo de las sábanas, gozando del cuerpo cálido del contrario. Cómo extrañaba esas manos canela recorrerle el cuerpo. Cómo extrañaba los besos húmedos, hambrientos por su cuello, hombros, pecho y piernas. Cómo extrañaba ese miembro que se hundía sin esperar nada, erguido, erecto y maduro. Cuanto gozaba con eyl y cuánto placer podía sentir. Con Husk era amor inmenso, con Valentino fue miedo y soledad pero con Alastor, todo era pasión y fuego. Se casaron, simbólicamente. Vivieron día a día y aprendieron aún más del otro. Se conocían por dentro y por fuera, sabían lo que pensaba el otro y al pasar los años aquella pasión se transformó en cariño y amor seguro. Anthony jamás iba a olvidar su pasado como cortesana, su familia, ni su amor inmenso por Husk, su miedo y vivencias en el estanque de la luna. Todo se lo comentó al castaño y el recibo sus palabras con respeto, sufriendo con él y riendo con sus anécdotas. Se amaban y se amarían por siempre, aquella fue la promesa de que hicieron durante el largo camino que recorrieron juntos, desde aquella primera noche de desfloración hasta el último suspiro del castaño, quien dejó este mundo en los brazos de la persona que más había querido en este mundo.
-Siempre serás mi ángel –habia sido lo último que le había dicho y Anthony no hacía más que llorar, atesorando esas hermosas palabras.
-Duerme querido—se despido con un beso eterno.
FIN

ESTÁS LEYENDO
"Flores y sauces"
Fanfiction"El barrio rojo, caracterizado por su ilusiones ópticas. lleno de mujeres hermosas denominada flores. Aquel mundo fascinó a Anthony desde que puso un pie en Shangai" Alastor x Anthony Husk x Anthony Valentino x Anthony 🦋🕷️🦌🐈⬛