El hielo que cubría el corazón de Simon se resquebrajó un poco al ver cómo aquella
mujer desolada, totalmente destrozada, se deshacía en lágrimas delante de él. Sus
sollozos de desesperación lo removieron por dentro.Si pudiera dar con la cabrona de su compañera de piso, le haría pagar por todo lo que estaba sufriendo Kara.
Incapaz de reprimirse, Simon se acercó a ella, la abrazó y la puso de pie con sumo
cuidado. Ella le rodeó el cuello con los brazos y apoyó el rostro sobre su pecho.
Estaban cuerpo contra cuerpo y Simon sintió el estremecimiento de aquella frágil
figura, que trataba de apoyar parte del peso de su desesperación en su hombro.—Tranquila. Todo saldrá bien. Yo cuidaré de ti.
Simon acarició el pelo negro y sedoso de Kara, consciente de que lo había dicho
totalmente en serio. No lo decía para tranquilizarla ni para aliviar su dolor, lo decía
porque quería cuidar de esta mujer que había soportado con un coraje digno de
admiración los múltiples apuros y vicisitudes que la vida le había deparado. Sin duda era una persona muy especial y faltó poco para que sus lágrimas le emocionaran.Tomó aire y abrazó con más fuerza su esbelta cintura. Recorrió su espalda con
una mano y trazó relajantes círculos para calmarla. Kara se sentía muy a gusto en sus
brazos. Al inhalar la seductora fragancia de ella se empalmó. Olía a una mezcla de
primavera y de Kara: una fragancia natural y cautivadora que le hizo la boca agua.Deseó que la polla se estuviera quietecita mientras apretaba contra su pecho el
dócil y suave cuerpo de Kara. Sabía que no era un buen momento para ponerse
cachondo, pero le parecía inconcebible estar a un kilómetro de ella sin ponerse como
una moto.Simon quería que todos los problemas de Kara desaparecieran, que se esfumaran
sin dejar rastro, como si jamás hubieran existido.—Lo solucionaremos, Kara. Yo te ayudaré.
Se apartó de él secándose las lágrimas con ambas manos.
—Te he mojado entero —susurró entre sollozos secándole con la mano la parte
delantera de la camisa.A Simon le entraron ganas de ponerse a llorar cuando Kara se apartó de él, pero
se limitó a decir:—Da igual.
Tras recuperar la compostura Kara afirmó con determinación:—De nada sirve seguir lloriqueando como un bebé. Tengo que ir a buscar un albergue. Ahora mismo estoy en la ruina.
—Déjate de albergues. Quédate aquí. Tengo espacio de sobra —repuso Simon tratando de guardar las formas aunque, si Kara se empeñaba en irse, estaba dispuesto a sujetarla para impedírselo. No dejaría que pisara un albergue. Puede que ahora estuviera arruinada, pero era una situación temporal—. Sé sensata. Necesitas ayuda y yo estoy dispuesto a ayudarte. Puedes quedarte aquí hasta que acabes el semestre.
—¿Por qué? ¿Por qué querrías que me quedase aquí? No me conoces de nada.
Le hubiera gustado responderle que sí que la conocía, que sabía quién era desde el
primer momento que la vio. Había despertado algo en él, un sentimiento franco y primitivo.—Necesitas ayuda. A todos nos pasa alguna vez. Yo tuve la suerte de tener a mi
hermano.—Simon, no puedo aprovecharme así de ti.
«Que sí, que sí. Y siempre que quieras».
Simon volvió a sentarse para ocultar una erección que iba en aumento y tuvo la
suerte de que ella también se sentara para coger la taza de café.
ESTÁS LEYENDO
La Obsesión Del Millonario
RomanceLa estudiante de enfermería y camarera Kara Foster no pasa por su mejor momento. Su ya desesperada situación económica acaba de sufrir un golpe que puede dejarla a un paso de vivir en la calle. Cuando necesita poco menos que un milagro que la salve...