Día 1: Miyagi-Tokio (parte 1)

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—¡Sonrían!

Akiteru dice con una sonrisa burlona, la cámara de su teléfono apunta a ambos, Kei mira a Tadashi, que se encuentra dando una sonrisa a la cámara haciendo un signo de paz con los dedos. Kei está a punto de golpear su cabeza contra el techo del carro y de paso la de Tadashi por seguirle la corriente a su familia.

—Vamos, Kei.

La única mirada que le da a su hermano, es una advertencia de una muerte inmediata y al parecer el mensaje es claro porque aunque Akiteru toma la foto, no se molesta en insistir por una sonrisa.

—Cuídense, ¡no olvides llamarme!

—Lo haré— Kei promete por milésima vez, mirando como su madre se aferra al brazo de Akiteru, probablemente para detenerse a sí misma de darles un último último abrazo de despedida.

Aún se pueden oír los murmullos de las despedidas de ambos cuando se meten al coche. Tadashi va a manejar la primera hora o hasta que llegue a Tokio, honestamente depende de su ánimo. Así que solo se pone el cinturón de seguridad y conecta el auxiliar al viejo estéreo. Tadashi se despide una última vez y él lo hace un poco menos efusivamente, concentrándose mejor en su playlist.

Ni siquiera es como si fueran a irse por tanto tiempo, su plan es regresar en menos de una semana, solo lo suficiente como para poder despejarse de todas las caóticas ocurrencias del último año de preparatoria.

Primero fue el torneo de primavera, la adrenalina de partido tras partido ganado, pisar la cancha con la meta clara de ganar y avanzar para jugar de nuevo, estaban seguros de que podían ganar...luego había llegado Itachiyama. Karasuno ganó el tercer lugar. No era malo, bastante impresionante de hecho, fue un partido intenso en el que ambos dieron su máximo y eso es lo que dolía, que aun si habían jugado lo mejor que habían podido, los resultados habían sido aquellos. Tadashi había hecho su trabajo como capitán tratando de animarlos tras la derrota. El resto de los de tercer año y él habían llorado abrazados por ello una semana después en una pijamada en casa de Yachi, aunque Kei negaría que eso alguna vez pasó.

Después de eso habían venido los finales y la preparación para los exámenes de admisión a la universidad, así que aun si hubiera querido guardar el luto de manera correcta, no tenía ni un segundo para hacerlo entre exámenes de prueba, ensayos, visitas a universidades, llenar las aplicaciones...al menos estaba agradecido de que Yamaguchi y Yachi estuvieran pasando por lo mismo, quién sabe qué hubiera pasado si hubiera tenido que hacerlo solo. Aun después de tener su diploma en mano y un montón de fotos tomadas en cualquier lugar de la escuela por su madre, había más.

Despedirse de Shoyo ese día en el aeropuerto no debió de haber sido tan duro como lo fue. Ya habían tenido una fiesta de despedida, dos días antes, habían bebido y llorado, disfrutando la compañía del otro como ya habían hecho por los últimos 3 años. De todas formas, había llorado de nuevo en el aeropuerto, aunque Kei negaría también esas lágrimas o el fuerte abrazo que le dio al pelirrojo. Y es que tal vez, solo tal vez, estaba un poco celoso de la valentía de Shoyo, lanzándose al otro lado del mundo para trabajar duro en poder perseguir el sueño que tanto amaba.

También había sido Kageyama anunciando su participación en los olímpicos, era algo gigante (y afortunadamente se habían enterado antes de que Shoyo se fuera, para poder celebrar y entrar en pánico juntos). Se concentraría en eso por el momento y volarían a él y al equipo nacional a Brasil unos meses después de que Yachi, Tadashi y él entraran a la universidad.

Así que la única manera que encontraron de darse un poco de paz era esa: un viaje. Sólo Kei y Tadashi, como en los viejos tiempos. Justo como cuando eran niños y tenían que enfrentarse al mundo, bueno, era tiempo de hacerlo otra vez, y había la posibilidad de que sus caminos no se juntaran de nuevo.

15 horas || TsukiyamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora