Nott

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Nott

Theodore Nott sentía especial predilección por los sábados. Creía firmemente que era el mejor día de toda la semana y los disfrutaba por entero.

Le gustaba la soledad, él era completamente asocial, a diferencia de su amigo Blaise, el ser social por antonomasia.

Decían en Slytherin que parecía un héroe trágico, sacado de las novelas muggles de la Regencia, melancólico y silencioso, hacía de la misantropía su forma de vida. Pero eso no era completamente cierto.

Theo no era una persona extrovertida, tendía más a callar que a hablar y a escuchar que a dar su opinión. Le gustaba más el silencio que las palabras vanas y vacías, pero disfrutaba de la compañía de sus amigos tanto como de sus momentos de soledad.

Si bien era cierto que no compartía las ideas de sus compañeros amantes de la sangre pura, también era verdad que consideraba que la magia, en contacto con los muggles perdía poco a poco la calidad. Aún así no pensaba que la guerra fuera a solucionar nada, aunque astuto como era y, teniendo en cuenta que su padre pertenecía a las filas del Lord Oscuro, había optado por asentir ante las, usualmente absurdas opiniones de sus compañeros y a seguir el juego de guerras de casas que a todos parecía encantar mientras ocupaba su mente inquieta en cosas mucho más interesantes.

Por regla general los sábados madrugaba bastante y salía de las mazmorras hasta el patio de transformaciones, daba una vuelta de no más de treinta minutos y regresaba a la sala común, usualmente atestada, para disfrutar de la soledad que ningún otro día encontraba allí. Siempre poco después de que él bajara, encendiera la chimenea y se dedicara a observar las llamas perdido en sus pensamientos, Blaise bajaba impoluto en su túnica perfectamente planchada y le saludaba con un asentimiento antes de salir de las mazmorras. Después Theo se quedaba allí al menos una hora más y luego iba tras su amigo, Cuando llegaba al comedor, donde Granger solía estar sola en la mesa de Gryffindor junto a una enorme montaña de libros, Zabinni ya no estaba. Desayunaba tranquilamente y salía siempre a la vez que la leona en dirección a la biblioteca. Nadie lo sabía, pero cuando ambos se encontraban bajo el dintel de la puerta de entrada, se saludaban amablemente y caminaban juntos hasta su común destino. Ella siempre le regalaba una sonrisa y Theo le hacía un perezoso guiño, algunas veces le agarraba la mitad de sus libros y andaban en silencio, otras hablaban de clases en común o de algún problema de Aritmancia o incluso de los éxtasis y del futuro que esperaban. Cuando llegaban a la puerta de la biblioteca ella cada sábado decía Cuídate Theo y él siempre respondía Tú también Hermione.

La chica no era como todos creían. Cierto que tenía tendencia a ser una sabelotodo pero es que verdaderamente lo sabía casi todo... era inteligente, con una mente brillante. Tenía ideas asombrosas, era admirable en realidad. Él que no era amigo de la modestia, vio en ella una igual y le gustaba hablar con la castaña aunque fuera en esos momentos en no eran un Slytherin y una Gryffindor ante el mundo.

A Theo no le gustaba romper la rutina, aquella mañana que empezó de forma tan caótica le había dejado con la sensación de que iba a ser un mal día.

Cuando salió y el aire de la aurora le golpeó congelando sus pálidas mejillas aspiró hondo, le encantaba esa sensación en la piel, ese frío gélido que se metía en sus pulmones... era como purificarse, como su forma de comulgar con la naturaleza. Pero un sonido a su derecha rompió aquel el momento de unión espiritual justo cuando iba a dar el primer paso.

¡Achissss!

Theo parpadeó y giró la cabeza buscando al causante de aquel desajuste en su agenda personal.

—¡Aaaachissss!

Frunció el ceño tentado a largarse de allí, no tenía ganas de que nadie le contagiara Merlín sabría qué... Pero finalmente retrocedió y giró el muro para encontrarse a Lovegood sentada en el suelo, con sus piernas presionadas contra su pecho, rodeadas por sus finos brazos.

¡Salazar bendito! ¿Qué haces aquí mujer?

La chica abrió sus enormes ojos azules y los clavó en los de Nott mandando una descarga de "algo" a su estómago. No creía haber mirado nunca a Lunática Lovegood a los ojos y ahora no tenía muy claro si quería que ella dejara de observarle con esa expresión fija que parecía poder leerle el alma o que siguiera hasta que él usara su lógica que, aunque parecía momentáneamente perdida estaba ahí, en alguna parte y encontrara una respuesta al porque su estómago parecía haberse dado la vuelta de pronto.

— Hola Theodore Nott — dijo con aquella voz infantil y cantarina.

O al menos lo intentó, porque tiritaba tanto que no podía vocalizar bien y de pronto en un fluido movimiento que pillo completamente desprevenido al Slytherin, la rubia se levantó y se lanzó a sus brazos buscando el calor de él.

—Pero que...

Luna se arrebujó en su túnica, serpenteando como si quisiera meterse bajo ella y Theo se quedó petrificado, solo acertó a rodear aquel femenino y delicado cuerpo que se estremecía con fuerza. Tardó prácticamente un minuto en reaccionar. Consciente de lo que la congelación podía acarrear al cuerpo humano la levantó en brazos abriendose la túnica y cubriéndola en su totalidad. Entró de nuevo al castillo y avanzó con paso decidido hacía la enfermería. Cuando llegó y dejó a la muchacha medio dormida sobre la camilla se asustó, pensando que la congelación y el sueño no eran buena mezcla. Pero Madame Pomfrey le aseguró que la señorita Lovegood era sonámbula y que por eso se encontraba en aquel estado lamentable.

Antes de salir de la enfermería no pudo evitar acariciar un mechón rubio de su pelo. Sonrió al verle las botas puestas y sacudió la cabeza tocándose la boca del estómago, donde aún seguía el nudo que había sentido al mirar sus ojos.

Tendría que hablar con ella, pensó, algún día, se dijo, de modo puramente experimental por supuesto.

Cerró la puerta a sus espaldas y resopló. Su sábado se había visto trastocado irremediablemente.

Su mal humor empeoró al llegar al Gran Comedor y no ver ni rastro de Hermione. Con el ceño fruncido se dirigió a la biblioteca, tenía que verla porque al menos algo de aquel día tenía que ser normal. Miró entre las mesas vacías, nada. Ni rastro de Granger, en cambio la chica Weasley si estaba allí, con un libro en una mano y la varita en la otra pasando páginas a una velocidad de vértigo.

Sospechoso. Aunque carente de interés.

Con el humor aún más oscuro que un rato antes salió por el pasillo y torció a la derecha. Iría a la sala común, al menos se sentaría un rato frente a la chimenea. No llegó a torcer en el siguiente recodo cuando vio a un petrificado Blaise pegado al muro como si en ello le fuera la vida.

— ¿Qué haces ahí metido? Por tu cara de susto nada bueno.

— ¡Theo!

Zabinni le miró anonadado y tiró de él metiéndolo en un hueco de la pared.

— Sssssch

— ¿Que demonios haces Blaise? — preguntó golpeando su mano para que le soltara.

— Sssssch — repitió frunciendo el ceño y llevándose un dedo a la boca.

— Cuando las serpientes se esconden nada bueno debe estar a punto de pasar.

Ambos chicos se miraron un segundo y a la vez giraron sus cabezas hacia la voz intrusa, pero sus ojos se clavaron en la punta de la varita que les apuntaba la nariz.

Genial.

Definitivamente su día se había ido a la mierda.

Un sábado cualquieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora