Federico y su Salvador

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Ya hace un mes que te fuiste mi querido Salvador. La residencia ya no es lo mismo sin tu ser tan excéntrico pero magestuoso.

Parece que fue ayer cuando en tu habitación me encontraba viéndote pintar tu último cuadro. Cogías el pincel con tanta delicadeza que hasta los pájaros del jardín lo sentían. La rosas del patio trasero notaban tu pasión al pintar e imaginar ideas revolucionarias mientras que Buñuel y yo quedábamos impresionados contigo, con tu carisma y tu actitud.

Lucías como un rico catalán pero interiormente eras un bondadoso gerundés. Tus ojos y tu característico bigote en referencia a Velázquez hizo huella en toda España y Francia, país donde brillaste con un gran impresionismo.

Aquel verano en Cadaqués donde tú pintabas y yo escribía. Ahí fue cuando comencé a escribir sobre ti y me di cuenta de que me había enamorado de aquel excéntrico catalán de largos bigotes. De aquel que todos llamaban Salvador Dalí.

Te fuiste de la residencia y todo cambio. Te hiciste mejor amigo de Luis y desde ahí, nada fue igual entre nosotros. Dejaste de responderme a las cartas en las que todo mi amor te mostraba y sobre todo, empezaste a despreciarme.
"Perro andaluz" así se llamó tu primera película junto a Luis y sabiendas de todos, era una indirecta hacia mí como muchas otras en la Residencia de Estudiantes.

Me cansé e intenté olvidarte yéndome a conocer mundo. New York me hizo ver otra perspectiva del mundo y América Latina me acogió con los brazos abiertos. Al volver del viaje, escribí uno de mis poemarios: un poeta en Nueva York y fue todo un éxito pero, todo lo bueno acaba.
El 18 de julio de 1936, la guerra estalló en nuestro país y muchos se exiliaron. Nuestro amigo Rafael entre ellos. Otros como Miguel y yo decidimos quedarnos para defender nuestros ideales aunque la historia sabe que no es así.

Regresé a mi querida Granada pero en vano fue ya que mi refugio no me escondió que aquellas bestias que habitaban la mitad del país y un mes después del estallido a la cárcel me llevaron junto a otros indefensos para fusilarme.

MicrorrelatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora