Estrías

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No era la primera vez que veía esas pequeñas y delgadas marcas alrededor de su ya sumamente notorio vientre. Y por ello no se molestaría siquiera en preocuparse de que estas estropeasen su perfectamente pálida piel. No obstante, esa mañana en particular, mientras estaba preparando el desayuno para servir a su amo y su esposa en el jardín, estas no solo lucían aún más evidentes, de un intenso color rojizo, sino que le provocaban una por demás molesta comezón. Aun así, conservaría su intachable postura mientras el matrimonio no se percatara de su molestia. Lo cual consiguió, o creyó conseguir, hasta que la inocencia, o quizá el propio instinto maternal de Lizzie mandó sus planes por la borda. La mujer se puso de pie de pronto, tomando desprevenido incluso al propio Conde y, acercándose al mayordomo, apoyó una mano en su rostro, para lo cual debió prácticamente de puntillas, mientras que su mano libre reposaba, sospechosamente al menos para Michaelis, en un costado de su abdomen. Debió cerrar los ojos y contener siquiera un jadeo cuando la mujer presionó apenas sutilmente la zona. Y entonces supo que había sido descubierto; que ya no tendría sentido ocultar lo que había estado molestándole por los últimos tres días.

— ¿Debería prepararme para otra lección, Milady?

La rubia sonrió, claramente fingiendo inocencia, para luego sacudir la cabeza, admitiendo que no le diría nada a menos que él así lo deseara. Después de todo, argumentó bajando levemente el rostro con un dejo de pena en su expresión, creía estar inmiscuyéndose demasiado en su vida y la de su esposo con sus constantes 'atenciones'. Si podía llamarles de ese modo. Y no quería acabar como su madre. Los orbes jades de Elizabeth, así como el único ojo color cielo del Conde se abrieron enormemente al ver al mayordomo inclinarse frente a la mujer, prácticamente presionando su vientre sobre su rodilla izquierda alzada. No atinó siquiera a quitar la mano de la Lizzie de su vientre, sino que, al contrario, la movió apenas lo suficiente como para que esta pudiera sentir los movimientos de sus hijas. Elizabeth sonrió abiertamente ante la actitud antaño poco habitual en el demonio. Es decir, por supuesto, no en relación a su cercanía, puesto que esta nunca le había estorbado en absoluto. Lo extraño en realidad era que el mismo la incitara, por así decirlo. Cuando Lizzie se apartó de él, Michaelis se excusó cortésmente con el matrimonio, señalando que debía continuar con sus quehaceres.

—Procura cuidar tu alimentación... —escuchó la voz de Elizabeth advertirle una vez que ya les había dado la espalda—. Y, aunque sé que probablemente, y a diferencia de mí, tú no lo necesites, también intenta beber tanta agua como puedas. Oh, y antes que lo olvide; Mey-Rin puede servirnos en el jardín; tú debes evitar el sol... Lo entiendes, Sebastian, ¿cierto?

El demonio se llevó una mano a la barbilla, meditando sobre los consejos que la mujer acababa de darle, pero también sobre sus propias declaraciones acerca de que no deseaba ser como su madre Frances. Y sonrió sin poder evitarlo. Aunque su comportamiento era ciertamente más discreto que el de la distinguida Marquesa, en ocasiones podían resultar insistentes para quienes no estuvieran acostumbrados a tratar con ella. Por ejemplo, estaba convencido de que, de haber estado en su lugar, William se hubiera marchado dejándola con su 'discurso' por la mitad. En ese momento, sin embargo, una nueva duda surgió en su mente. Comprendía que le advirtiera sobre su alimentación e hidratación, ¿pero por qué debería cuidarse del sol también? Esperaba que Lizzie recordara que no debía la palidez natural de su piel a alguna especie de enfermedad, sino a que era en efecto un ser sin vida. Y no recordaba, entre las contadas debilidades que poseían los demonios, que la luz del sol fuera una de ellas. No; no era que no lo recordaba, sino que estaba plenamente seguro de que no lo era.

— Bueno, no estoy seguro de tener derecho a discutir con Lady Elizabeth sobre esto... —admitió el demonio con una leve sonrisa en su pálido rostro—. Después de todo, ella es la experimentada aquí. Tal vez, lo mejor que puedo hacer ahora sea escuchar y obedecer. ¿Qué clase de mayordomo sería si no pudiera cumplir con una orden tan simple?

¿Seremos... Padres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora