Lo ves

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Era el día siguiente. Después de la juerga que tuviste ayer conseguiste dormir a pierna suelta pero, ¿a qué precio? Al precio de quedarte dormida cuando el despertador sonaba. Cuando quisiste darte cuenta ya era demasiado tarde, ¡unos minutos más y podías llegar tarde al trabajo! Saliste de la cama a toda prisa mientras te vestías como podías. Apenas te dio tiempo a desayunar. Solo cogiste una manzana para el camino. A la velocidad que ibas, hasta el sonido no hubiese podido ser contrincante para ti. Pero fue una pequeña cosa la que te detuvo cuando estabas cerrando la puerta de tu apartamento.

—¡Ah! ¡David! —exclamaste al verlo al final del pasillo y este se giró en tu dirección al oír su nombre.

Al terminar de cerrar, te acercaste corriendo a él. A diferencia de ti, él parecía muy tranquilo. 

—(T/N), buenos días. —dijo extrañado pero con toda la educación del mundo. —¿Todo bien? ¿Necesitas algo? Te veo un poco agitada.

Que raro... Hubieras jurado que en la oscuridad parecía más... ¿alto, tal vez? más grande en todo caso. El pensamiento abandonó tu mente en un instante. Estaba todo oscuro después de todo.

—Sí, bueno... Las prisas de por las mañanas. —respondí mientras recuperaba el aire no tan discretamente como me gustaría. —No me suele pasar pero me he quedado dormida. Ayer fue mi cumpleaños y salí a celebrarlo con unos amigos, como ya pudiste intuir...

—¿Intuir? No, la verdad es que no sé de qué me hablas. Pero felicidades atrasadas.

—Gracias, pero... ¿Ayer no supiste que salí?

David casi parecía tan confundido como yo. —No, no la verdad. De hecho yo ayer también estuve fuera toda la tarde.

—¿Entonces tú no regaste las plantas de la azotea?

—¿En la azotea hay plantas? —rio. —No tenía ni idea. Aún no he tenido mucho tiempo para pasearme por los alrededores, la verdad.

No estaba entendiendo nada. ¿No había sido él? —Oh... ¡bueno! Habrá sido algún otro vecino entonces. Estoy robándote mucho tiempo, lo siento.

—No te preocupes, (T/N). Ha sido un placer hablar contigo.

Miré el reloj disimuladamente para ver si iba bien de tiempo. No lo iba. —¡Sí, igualmente! Y perdona las molestias de nuevo. Me voy a ir yendo... —comencé a caminar.

—Y, bueno, (T/N)... —me giré mientras ralentizaba el paso. —tal vez algún día podrías sacar un poco de tiempo para  enseñarme la azotea.

—Ehm... Sí, claro. Cuándo quieras. ¡Adiós! —dije sin saber muy bien qué salía de mi boca, lo único que podía pensar era en llegar a tiempo al trabajo. Tal vez en un sprint llegaba, quién sabe.




Habían pasado un par de semanas desde tu cumpleaños. Tu vida seguía con total normalidad: te levantabas temprano; desayunabas unas tostadas de mantequilla y mermelada acompañadas de un delicioso zumo; te duchabas, te vestías y estabas lista para empezar el día como cualquier otro. Eso sí, no después de saludar y echarle un pequeño vistazo a tus plantas, solo para asegurarte de que todo iba bien. Ese pequeño lugar que habías creado en la azotea se convirtió de repente en tu sitio de paz. Era donde mejor estabas. Donde mejor te sentías.

Ya era tarde; muy tarde y la lluvia te hacia compañía. Te encontrabas en tu apartamento, pegada a la ventana mientras pasabas los minutos enfurruñada. Durante esta última semana no hacías otra cosa que escribir. Estabas trabajando en un pequeño relato espontáneo. Se te había ocurrido así, de repente, y lo único que hacías durante tu tiempo libre era escribir y escribir para después parar un rato, pensar en nuevas ideas y escribir de nuevo. 

Estabas enfurruñada porque, en ese momento, te encontrabas completamente bloqueada. Lo que más te gustaba de desarrollar esta historia era que salía rodada. Podías pasarte horas y horas escribiendo sin ninguna pausa, ni siquiera para pensar palabras olvidadas. Pero esa no era la situación en la que estabas ahora por más que quisieras estar en ella. ¿Y la razón de aquella inesperada inspiración? ¿De dónde surgió? 

De la nota. De aquella misma nota que encontraste en la noche de tu cumpleaños o, bueno, madrugada. 

Sabías que lo más probable era que la hubiese escrito uno de tus vecinos, que sobrepasaban todos los sesenta y cinco años, pero la parte más romántica e imaginativa de ti no podía dejar de fantasear y cogió la oportunidad para escribir un corto pero precioso relato. 

Frustrada, dejaste caer tu ordenador en el sillón y fuiste a la cocina en busca de calmar un poco tu sed. Bebiendo del vaso de agua que tenías en las manos, no le quitabas el ojo a aquel aparato. 

Entonces lo recordaste. A eso también le dabas muchas vueltas. «¿Había alguien de verdad allí o me lo imaginé?» Esa noche habrías jurado que lo habías imaginado, pero ahora... ahora no estabas tan segura. ¿Quién podría haber sido entonces? Nadie podría haber escapado a tal velocidad, fue en un abrir y cerrar de ojos. Si hubiera sido un ladrón... No, no tendría sentido que estuviera en la azotea. Además ninguno de tus vecinos se quejó de ningún robo. «¿Alguna persona haciendo parkour?» Reíste levemente a tus adentros mientras intentabas no escupir el agua. «De noche, no lo creo... Sería un poco suicida.» Podría haber sido cualquier cosa, pero como ya habías dicho antes, tu parte romántica sacaba lo peor de tu lógica y descartando todas estas alternativas, acababas pensando en algún escenario fantástico donde dos amantes se encontraban.

Dejaste el vaso apartado, ya vacío. Tras un tiempo reflexionando, cogiste las llaves de tu apartamento, un paraguas y te dirigiste arriba, a la azotea, en busca de revivir el momento. Estaba lloviendo, ¿pero qué más daba? Abriste la aquella puerta rechistona y la cerraste tras tuya, sin antes abrir el paraguas. El sonido de la lluvia cayendo convertía en mudos los chirridos que hacía. Miraste al frente, dispuesta a dar todo de tu imaginación para conseguir terminar tu relato a regañadientes. Pero, ¿qué era eso? Pestañeaste unas cuantas veces antes de creerte lo que tus ojos estaban viendo. Era aquella figura. Una vez más la veías a través de la desordenada tormenta. Porque era la misma, ¿no? 

No sabías muy bien que hacer. Era una propiedad privada y aquel individuo se encontraba al borde del edificio, sentado, viendo el paisaje de Nueva York. Ni siquiera sabías quién era, pero por alguna extraña razón, simplemente te quedaste mirándolo. Efectivamente, solo estaba disfrutando de la vista. De repente, el trueno siguió al rayo, permitiendo iluminar la escena. Abriste los ojos incrédula. «Qué- no. ¿Quién era?». Jurarías haber visto un... ¿caparazón? Pero era enorme. Era tan grande que hasta ahora lo habías estado confundiendo con una persona. También habías visto un par de, ¿qué? ¿Espadas? ¿Katanas?

De forma casi instintiva iluminaste el lugar con la linterna de tu teléfono. No pensabas en lo que hacías y cuando quisiste darte cuenta, ya era demasiado tarde. 

Unos ojos azules asomaron tras el caparazón para averiguar de quién se trataba. Parecía que habías arruinado su noche de paz y te sentías completamente culpable por ello. Se puso de pie a una velocidad que te costó procesar.

—¡E-espera! —conseguiste formular.

Antes de que pudieses decir nada más, ya había desaparecido. Pero no sin antes haber distinguido el qué acababas de ver.

—Una... ¿¡Una tortuga!?




— CREDITOS DEL ARTE:  Msobscure  en Tumblr —

LEO x READER scenarios «ESPAÑOL» [TMNT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora