Capítulos 11-16

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CAPITULO 11

La siguiente semana la pasé bastante agobiada por el proyecto, apenas se nos ocurría nada nuevo, no veíamos avance y a los compañeros de ilustración se les acumulaba el trabajo. Pasaba las tardes un rato en el parque con Álex, buscando ideas para la marca, cocinando, limpiando, adelantando cosas de ilustración, hablando con mis padres, con mis suegros, no me daba la vida, pero yo, tan ajetreada que estaba no me daba cuenta del ritmo que llevaba.

El viernes estaba tan saturada que llamé a mis padres para que fuesen a recoger a la niña a la escuela y pasaran la tarde con ella, así yo podría quedarme en el trabajo con el equipo, los doce aceptaron quedarse tanto para adelantar marca como ilustración. Salimos casi a las ocho de la tarde, el edificio estaba vacío, habíamos avanzado mucho con los dibujitos de los dichosos libros pero, aunque al final pensamos entre todos, apenas habíamos sacado ideas válidas para la marca.

Volví a llamar a mis padres para ver si no les importaba que me fuese a tomar algo con mis compis, y evidentemente no les importó. Recogí a Álex sobre las doce, aunque mis padres insistían en que se quedase a dormir, pero yo sabía lo cansina que podría ponerse si se despertaba y no me veía.

Decidí tomarme el fin de semana de relax, salir con la niña a pasear, al parque, escuchar música, cocinar algo rico, ya sabéis, para empezar la semana con fuerza.

Pero la semana empezó como el culo.

El domingo por la noche Álex se despertó al menos seis veces, y sobre las seis de la mañana la noté un poco caliente, le di Apiretal y seguí controlándole la temperatura pero ya eran las ocho de la mañana y seguía con treinta y ocho y medio, por lo que me vestí y me llevé a la niña a urgencias. Avisé a Áfri de que llegaría tarde mientras esperábamos en la sala de espera.

Allí estuvimos hasta las doce y media del mediodía, le hicieron un montón de pruebas ya que el pico llegó casi a cuarenta y uno y me explicaron que podría convulsionar, yo estaba a punto del desmayo. No sabían que era, suponían que una infección pero no la encontraban. Finalmente vieron que era pielonefritis, es decir, una infección de orina que le ha llegado a los riñones. Llamé a mis padres, a mis suegros, al padre de la niña, y me contestaron todos menos el último. Vinieron los cuatro ya que la niña se quedaría ingresada mínimo una noche para ver cómo evolucionaba con el antibiótico. Allí estábamos los seis, mi niña dormidita con su pijama rosa de ositos, tan pequeña. Carmen llamó a su hijo unas cuantas veces, y creo que fue a la tercera cuando se lo cogió. Ella empezó a contarle lo sucedido, a preguntarle enfadada por qué no me cogía el teléfono, a recriminarle que tenía una hija y que solo por eso me tendría que poner un tono de llamada distinto y estar pendiente siempre por si pasaba algo, la conversación se subió de tono por lo que optó por salir de la habitación y seguir la discusión en el pasillo.

- Dice que viene en cuanto pueda -, nos comunica Carmen entrando cabizbaja por la puerta blanca de la habitación. Ninguno contestamos.

Después de comer vinieron Áfri, Lena y Sele un ratito, les pedí a las demás que no vinieran porque si no seríamos demasiados y la niña tiene que descansar.

Y sobre las seis apareció el iluminado de su padre. Fue todo incómodo y frío, se acercó a ella, que volvía a estar dormida, le dio un beso en la frente, preguntó cómo estaba y se quedó en un rincón con el móvil. Los demás, mis padres y mis suegros seguíamos ahí hablando de la vida, por hacer el rato más ameno.

- Cariño -, me llama mi madre -, deberías pasar por casa para coger lo que necesites para pasar aquí la noche, cambiarte de ropa, coger las cosas de la niña y eso. Nosotros nos quedamos aquí hasta que vuelvas -, dice mirando a mis suegros a la vez que estos me asienten con la cabeza para que vea que están de acuerdo.

Peli y palomitas (pendiente Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora