Fútbol Girl, ¿lo han escuchado antes?
Mack Moretti viene siendo una chica como cualquier otra, pero su ambición y determinación les dice que ella está destinada a jugar su deporte favorito con su hermano; A el fútbol, y con Gabo Moretti.
Le ponen...
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Ya casi llevábamos el primer tiempo empatados. Pero por pura suerte.
Estábamos muy mal posicionados en la cancha, por no decir muchísimo.
El milagro se acabó cuando una mala jugada preparada por nosotros favoreció a los Ilanz, dándole entrada a su primer gol.
Lautaro y Manuel no podían comunicarse así. Leo debía estar más atrás para recibir la pelota y claramente armar una línea de cuatro.
Alan, o es que no se daba cuenta, o se estaba haciendo el tonto con este truco de cambio a último momento.
Gabo y Arturo nos alentaron a volver a las posiciones, pero el primero nos buscó con la mirada a mi y a Dedé.
—¿Dónde está Vito? —preguntó.
El brasileño alzó las manos, en forma de expresar que no sabía.
Yo menos lo entendía.
Volviendo a las posiciones, los rusos tenían mucha más posibilidades de gol que nosotros.
Si no cambiamos de esquema, dudo que podamos remontar el partido.
Los Ilanz recuperaron la pelota por un mal pase dado por Leo a Gabo, y el número 10 buscó a alguien cerca del área, y el número nueve dió un cabezazo hacía nuestra portería, por suerte, Rafa la atajó, pero al instante que su hombro tocó el césped, hasta yo pude sentir ese molesto dolor en la zona del hombro.
Mientras Rafa no se paraba, y seguía en el piso, quise acercarme, pero Arturo me llevó casi al centro de la cancha, a pararme junto a mi hermano.
—No podemos seguir así —opine.
—Todavía hay tiempo —dijo con optimismo el Garrido.
—No —apuntó Gabo, con la respiración agitada por el esfuerzo que hacíamos en correr de un lado para el otro—. No hay tiempo. O cambiamos la forma de jugar o quedamos afuera. No me importa lo que diga Alan.
De instinto miré hacía el banco de suplentes, dónde un DT, en estas condiciones, debería de estar preocupado, pero el estaba tranquilamente dando 'ánimos'
Rafa ya se había sentado. Rápidamente nuestro capitán se dirigió a nosotros de nuevo.
—Tenemos que hacer lo que sabemos hacer. Todavía podemos ganar.
Asentí.
—Y tenemos que ganar —apunté.
—¿Estás conmigo? —el 10 se dirigió a Arturo.
—Si, estoy con ustedes.
Chocamos las palmas.
No es buen momento para decir que ya me estaba acostumbrando, ¿no?
